Textos en libertad

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  • Descolonizan su narrativa los museos españoles
  • Por José Antonio Aspiros Villagómez

RedFinanciera

 

         Días antes de que viajáramos a Madrid, donde visitamos el Museo de América, la National Geographic Society publicó que el Ministerio de Cultura de España tenía “intenciones de realizar una revisión de los museos estatales para superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas”, y así “visibilizar y reconocer la perspectiva de las comunidades y la memoria de los pueblos de los que proceden los bienes expuestos”.

 

         Como sabemos, siglos atrás España implantó el colonialismo en los territorios de ultramar conquistados, incluido lo que ahora es México. Y, como producto de ello, se llevó objetos pertenecientes a las culturas sometidas, que luego mostró en sus museos.

 

         De ahí nuestro interés por conocer el Museo de América y lamentablemente ya no fue posible visitar también el Museo Nacional de Antropología, para conocer la narrativa con que presentan sus colecciones.

 

         Según el corresponsal del diario La Jornada en España, Armando G. Tejeda, en ese “proceso de reflexión y autocrítica” están “inmersos buena parte de los museos españoles desde hace al menos un lustro” (www.jornada.com.mx/2024/06/25/cultura/a03n1cul) y no desde “el pasado enero” de 2024 como escribió Constanza Vacas, de la National Geographic (historia.nationalgeographic.com.es/a/descolonizacion-llega-museos-espanoles-europeos-en-que-consiste_20869?utm), aunque lo importante, como ella señaló, es que como el ADN de los museos “está todavía cargado de rasgos colonialistas y sexistas”, ahora “buscan adaptarse a los criterios de un nuevo visitante más crítico, más consciente, más global”.

 

         Para ello deben revisar y reconocer de dónde proceden sus colecciones y si fueron compradas o robadas, además de aceptar “la pluralidad de saberes” junto a las comunidades de origen. Aunque, ojo, descolonización no es “sinónimo automático de restitución”, es decir, los objetos no saldrán de los museos para regresar a los países de procedencia, independientemente de la forma como hayan llegado.

 

         Esto último lo declaró Guillermo Solana, director del Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, cuando en junio pasado fue inaugurada una exposición temporal con “las obras de su colección más marcadamente coloniales para cuestionar así el espíritu eurocéntrico con el que se han guiado desde los orígenes, tanto del acervo privado que creó la familia desde hace varias generaciones, hasta la forma de entender hoy el arte y sus lenguajes”, reportó también (https://www.jornada.com.mx/2024/06/25/cultura/a03n1cul) en su momento, el corresponsal Armando G. Tejeda.

 

         Estos propósitos de cambio de narrativa se presentan cuando la ultraderecha está ganando terreno en Europa, según vimos en las elecciones para conformar el Parlamento Europeo y en las parlamentarias de Francia. En España avanza también el ultranacionalista partido Vox, que cuando se cumplieron 500 años de la caída de Tenochtitlán en el corazón de Mesoamérica, en 2021, celebró la efeméride con la afirmación de que, con la victoria de Hernán Cortés sobre Cuauhtémoc, España había logrado “liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas”. Y rubricó: “Orgullosos de nuestra Historia”.

 

         Por todo eso era interesante ver qué había en el Museo de América, creado en 1941 y construido en terrenos cedidos por la Ciudad Universitaria donde finalmente fue inaugurado en 1965, aunque cerró temporalmente en 1980 para una remodelación, luego de desalojar otras instituciones ajenas a la museografía y ser reinaugurado en 1994.

 

         A partir de entonces, dice una cédula informativa del establecimiento, cuenta con un “nuevo discurso museológico”, si bien acepta que hay “un fuerte contenido ideológico” en los conceptos “empleados en las diferentes instituciones españolas” donde “a lo largo de más de dos siglos, se han expuesto piezas pertenecientes a otras culturas”.

 

         En esas concepciones museológicas –leímos también– “se trasluce tanto la visión del otro como la de nosotros mismos” (los españoles), y por ello “evidencian con claridad la perspectiva desde la que se busca la comprensión y la aprehensión de esas culturas”.

 

         Satisfizo también nuestro interés, saber por esa información que “todos los discursos institucionales elaborados a partir de las piezas conservadas en las grandes colecciones americanistas… son resultado, al mismo tiempo, de la investigación y de las relaciones políticas, económicas y sociales entre los diferentes países”.

 

         Empero, no deja de reconocer ese texto oficial que, en los documentos fundacionales de los museos y en la construcción de los discursos expositivos, hubo “visiones colonialistas y eurocentristas” que “marcaron a menudo” esas manifestaciones, pero tales modelos quedaron “rotos tras la conversión de los museos en espacios de diálogo y de encuentro entre culturas”.

 

         Lo que nosotros encontramos en el Museo de América, fueron objetos pertenecientes a las civilizaciones que existieron en nuestro continente desde antes de su conquista por los españoles, hasta prácticamente nuestros días. Piezas de arqueología, etnografía e históricas de la era colonial, que muestran las creencias, la tecnología, las viviendas, los utensilios, la implícita sensibilidad artística plasmada en objetos, el mestizaje expuesto en óleos y figuras de personas dedicadas a diversos oficios, y hasta aspectos de las varias etapas de la vida, y aun de la muerte,  de los latinoamericanos en el siglo XX.

 

         Acerca de México encontramos desde una réplica de la Piedra del Sol hasta otra de la Virgen de Guadalupe; vasijas, glifos, figuras antropomorfas; objetos mayas, litografías de Casimiro Castro (siglo XIX) que no dice si son originales o copias; algunos mapas. Nada alusivo a los “sanguinarios aztecas”.

 

         Se presenta información de las rutas de esclavos traídos de África, China y Japón mostradas con el eufemismo de “aportes étnicos”; mapas que ilustran los territorios inexplorados en el norte y el sur del continente; datos sobre la conformación territorial y política de la “América española” o Indias Occidentales; gráficas sobre la conformación racial según las cuales, mientras que en esa “América española” son mayoría los “indios” (44%), en América del Norte apenas llegan al cinco por ciento.

 

         En la revista Artes de México # 149 (sin fecha, pero de los años 70 del siglo pasado), dedicada a los tesoros de México en España, el autor José Tudela de la Orden consignó que “la pieza más importante de la Sección Prehispánica del Museo (de América) es, sin duda alguna, el códice maya llamado Tro-cortesiano”, pero nosotros no lo encontramos, como tampoco vimos algunos otros objetos que menciona. Se trata de un códice original, prehispánico, que nadie sabe o no ha querido decir cómo llegó a España donde lo llaman Códice de Madrid y fue adquirido a particulares por el Estado. El sitio ecured.cu, dice que fue “apropiado por los conquistadores españoles en el siglo XVI” y “estuvo dividido en dos partes que viajaron por distintos caminos europeos”.

 

         Lo que sí informa el Museo, es que en 1771 se creó el Real Gabinete de Historia Natural con “la mayor parte de los objetos americanos que formaban parte de las colecciones reales, las sucesivas aportaciones de las expediciones científicas, los envíos realizados desde los virreinatos atendiendo las órdenes reales para su acopio, así como las diferentes colecciones adquiridas a particulares”.

 

         Después de visitar el Museo de América y subir los 92 metros del Faro de Moncloa, contiguo, para admirar la ciudad y sus boscosos alrededores, encontramos un restaurante llamado La Habana donde nos ofrecieron molletes, iguales a las tortas que tenemos en México.

 

FOTO:

 

Fachada del Museo de América, en Madrid.

 

 

José Antonio Aspiros Villagómez

Licenciado en Periodismo

Cédula profesional 8116108 SEP

antonio.aspiros@gmail.com