La vida como es…

0
79
  • De Octavio Raziel
  • Amigos

RedFinancieraMX

         Cuando la vida te hace un regalo especial en forma de amistad debes ponderar ese fruto y conservarlo a toda costa. Tengo amigos de siempre, pero, también hay algunos que, reconozco, llegué tarde a cultivarlos; aunque no por ello son menos importantes en mi vida.

         La amistad no es ni un lujo, ni una carga, ni un síntoma de problemas de dependencia o de infancia no resueltos. Es un componente esencial de la condición humana. 

         Esa podría ser la respuesta al por qué algunas personas gozan de la bendición de disfrutar de amigos maravillosos, sabios y afectuosos, mientras que otras parecen estar destinadas a la soledad, añorando por tenerlos.

         Los verdaderos amigos nos pueden dar razones para vivir, para llorar, para emular, para luchar, para alardear, para jugar y hasta…para estar tristes o reír.

         Si buscamos en Google, encontraremos más de 240 millones de referencias sobre amigos en 0.36 segundos; sin embargo, cuando le pedimos a una persona que escriba una lista de los que considera sus mejores amigos o amigas, sinceros, afectuosos, leales, difícilmente llegan a anotar a tres o cinco.

         Tener un amigo es una bendición que debemos conservar toda la vida.

         Hace unos días tuve la oportunidad de convivir con muchos compañeros periodistas a quien estimo sobremanera.

         Me tocó compartir el pan y la sal en la mesa principal, con mi admirado amigo Carlos Ravelo Galindo, a quien me refiero cuando hablo de que llegué tarde a cultivar esa amistad; a mi lado estaba mi maestro y amigo periodista Jorge Herrera y Valenzuela, el presidente del Club Primera Plana, licenciado José Luis Uribe, el columnista Abraham Mohamed Zamilpa y el licenciado Roberto Sánchez Magallón. Con ellos, fue una delicia convivir. Extrañé la presencia de mis muy apreciables amigos y colegas Norma Vázquez Alanís y José Antonio Aspiros Villagómez.

         Tantos años, que ahora se me pierden como un sueño de madrugada en la lejanía del recuerdo. Veo en las otras mesas a reporteros y reporteros gráficos con quienes afiné una amistad y compañerismo convertido en un tejido tan apretado que sería imposible deshebrar.

         Con ellos aprendí la ética periodística de antaño; con libreta y pluma o lápiz en ristre. Si alguien decía que llovía y otra persona que no era así, no le dábamos la razón a ninguno; abríamos la ventana para saber si estaba lloviendo; lo anotábamos, lo dábamos a estampa y los lectores nos creían. Nos tocó un periodismo que conceptuaba en la generosidad, solidaridad, ideales, camaradería, fraternidad.

         Con la edad, la amistad ya no se busca, la que tienes se cultiva y se conserva.