En riesgo de desplomarse, el templo de Nuestra Señora de Loreto

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  • Norma L. Vázquez Alanís

RedFinanciera

El templo de Nuestra Señora de Loreto, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, que forma parte y dio nombre a una otrora señorial plaza, se encuentra en un estado de deterioro enorme como consecuencia de los sismos que la han afectado, por lo cual su pesada cúpula podría desplomarse. Actualmente está cerrado al público “y es una pena porque fue uno de los grandes santuarios de la capital mexicana”.

Así lo dijo el doctor en Historia Manuel Ramos Medina, director del Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carso, durante una charla sobre la Plaza de Nuestra Señora de Loreto durante el ciclo sobre plazas y sitios de la Ciudad de México, organizado por la institución que conduce.

Relató que la iglesia aludida fue una de las grandes obras de fines de la época virreinal, pues su construcción data de 1806, y hay comentarios en el sentido de que quizá no se previó el tipo de subsuelo existente en ese sitio, por lo cual ha sufrido daños en los movimientos telúricos, además de que la cúpula era demasiado pesada para que los muros pudieran sostenerla. Lo cierto es que necesita de una restauración urgente para evitar que se desplome.

Para esta conversación el doctor Ramos Medina consultó varias fuentes, entre ellas los libros La ciudad de México origen de los nombres de muchas de sus calles y plazas (1903) de Luis González Obregón y José María Marroqui, México viejo, noticias históricas, tradiciones, leyendas y costumbres (Editorial Patria, 1945) de Luis González Obregón, El convento de Santa Teresa la nueva de la ciudad de México, actores e institución religiosa en la Nueva España, 1704-1800, tesis de Graciela Bernal Ruiz y Místicas y descalzas: fundaciones femeninas carmelitas en la Nueva España (CEHM, 1997) de su autoría.

Inició su investigación en planos del siglo XVIII con el fin de situar la plaza de esos años y poder hacer la comparación con la de hoy día. Dijo el doctor Ramos Medina que examinó un plano realizado por Ignacio de Castera en 1776, publicado por don Francisco Leandro de Viana, conde de Tepa, e indicó que dicho documento se puede consultar en el CEHM, ya que está digitalizado.

En ese plano, que es muy grande, se ve una plaza muy pequeña a fines del siglo XVIII, pero tiene la nomenclatura de los conventos, los edificios seculares y las iglesias, con lo cual pudo darse idea de cómo se mantiene actualmente, comentó el también director de la Academia Mexicana de Bibliófilos, A.C., quien estuvo in situ para corroborar el estado en que ahora se encuentra el lugar, ubicado en las calles de Rodríguez Puebla, San Antonio Tomatlán y Justo Sierra, que anteriormente tenían otros nombres.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) -recabados por esta periodista- la plaza se localiza en el barrio de San Sebastián, en lo que fue la traza original de la Ciudad de México. Formaba parte del antiguo calpulli azteca de Atzacoalco. Cuando los jesuitas llegaron a Nueva España en 1572, se establecieron en los solares que les donó Alonso de Villaseca, donde improvisaron una capilla y fundaron el colegio de San Pedro y San Pablo.

Dicha capilla, refiere el INAH, fue sustituida por otra que construyeron los indígenas de Tacuba dirigidos por su cacique Antonio de Cortés, la cual se bendijo en 1573 bajo la advocación de San Gregorio. Tenía techo de dos aguas de tejamanil, por lo que los nativos le llamaron xacalteopan, y aunque en los documentos históricos no se determina el lugar preciso donde estaba situada, se puede deducir que era en el predio que ocupa el actual templo de Loreto.

La Universidad Lombardo Toledano

El doctor Ramos Medina, quien ha dedicado parte de sus investigaciones al tema de las órdenes religiosas novohispanas, enfocó su plática a los edificios que conforman la Plaza: el convento de Carmelitas descalzas, la iglesia o templo de Nuestra Señora de Loreto y el Colegio de San Gregorio; todo se puede ver ahora, pero tanto la iglesia como el conjunto, donde también estaba el convento de los agustinos recoletos, están bastante dañados.

El nombre de la plaza ha cambiado a través del tiempo, el primero fue de San Gregorio por el colegio mismo, fundado por los jesuitas, posteriormente fue de las Carmelitas y en el siglo XVIII se denominó de Loreto, como se le conoce ahora.

Entre los inmuebles que integran la plaza está el antiguo colegio de San Gregorio, que es sede desde el siglo XX de la Universidad Vicente Lombardo Toledano; fue colegio de indios fundado por la Compañía de Jesús en 1586 y funcionó hasta fines del siglo XVIII, albergaba más de 30 estudiantes internos y al profesorado jesuita, explicó Ramos Medina, quien dirige la Asociación Mexicana de Archivos y Bibliotecas Privadas en México.

Este colegio se fundó muy pronto porque la Compañía de Jesús llegó a Nueva España en 1572 y de inmediato se dedicó a las misiones, pero también a crear colegios tanto para criollos como para los naturales y contaba con una iglesia para estudiantes indios. Fue famoso porque ahí estudiaban especialmente los hijos de los nobles indígenas y hay archivos que registran la gran capacidad que estos tuvieron para aprender, así como para después compartir su conocimiento en sus propias comunidades. Los jesuitas transmitieron la cultura occidental, pero respetando la propia de los nativos.

El colegio de San Gregorio se ubicó a un costado del antiguo colegio de San Pedro y San Pablo, que también era de la Compañía de Jesús y que fue fundado por Pedro Sánchez, que en 1575 fue el primer provincial y escogió una casa contigua a la iglesia fabricada por el cacique de Tacuba, Antonio Cortés, quien apoyó la fundación y por lo tanto se dio prioridad a Tacuba bajo la advocación de San Gregorio y tenía una muy pequeña iglesia, que estaba construida -según dicen las crónicas- como una choza y por eso se le dio el nombre de Xacalteopan, que quiere decir jacal, apuntó el ponente.

Al lado de esta iglesia se estableció el colegio de San Gregorio y gracias al padre jesuita se obtuvo el apoyo de hombres destacados y adinerados, la mayoría de ellos españoles, como fue el caso de Alonso de Villaseca quien aportó una importante cantidad. Documentos de la época señalan que era un gran benefactor, pues creó la fundación del colegio de San Pedro y San Pablo, además de que donó a la ermita Montufar del Tepeyac una imagen de la Virgen hecha de plata y bañada en oro.

Villaseca fue uno de los grandes acaudalados de la segunda mitad del siglo XVI, se dedicó a la minería y fue apodado “el rico”; era un hacendado que se estableció en Nueva España desde muy joven en 1540 y se casó con una joven perteneciente a una de las familias más ricas de la capital, de apellido Morón, dueña de grandes labranzas y zonas mineras en Ixmiquilpan, hoy en el estado de Hidalgo.

Otro de los benefactores destacados del colegio fue Juan de Chavarría, quien donó a los jesuitas la hacienda de San José de Acolman en 1683, la cual fue reparada para darle forma al colegio de San Gregorio, que funcionó durante toda la época virreinal hasta que los jesuitas fueron expulsados en 1767; algunos textos de los cronistas de la época señalan que el colegio entró en decadencia cuando pasó a manos del clero secular. El doctor Ramos Medina dijo que estos colegios los mantenía la sociedad.

Los jesuitas regresaron a México en 1816 y recuperaron el colegio de San Gregorio, pero a mediados del siglo XIX (1853) se suprimió y en su lugar se fundó el Colegio Nacional de Agricultura cuando las Leyes de Reforma trastocaron los bienes de la iglesia y sus grandes propiedades pasaron a formar parte del Estado.

Al respecto, Expresiones veterinarias, publicación en línea de la Biblioteca de la Facultad de Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, citando como fuente escritos de Leopoldo Río de la Loza, consigna que el 17 de agosto de 1853 se firmó el decreto por el que el Colegio Nacional de San Gregorio estaría conformado por las Escuelas de Agricultura y de Veterinaria, y se llamaría Colegio Nacional de Agricultura. Debido a que en esa ley se estipulaba la cancelación de las otras carreras que se ofrecían, los alumnos interesados en Cánones se tuvieron que trasladar al Seminario, y los de Jurisprudencia al Colegio de San Ildefonso.

(Concluirá)