Es la estrategia…

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  • Victoria doble para Morena
  • Por Rodrigo López San Martín

RedFinanciera

Hace unos días, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ratificó la resolución del Consejo General del INE que retiró las candidaturas a gobernador a Raúl Morón, en Michoacán y a Félix Salgado Macedonio, en Guerrero.

Muchos han festejado que, con esta decisión, tanto el INE como el TEPJF pusieron un freno a la amenaza autoritaria que para muchos representa Morena y el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Y sí, la sentencia fue una muestra de autonomía e independencia en un clima de fuertes presiones desde el poder. Pero haciendo un análisis más profundo, podrían estar echando campanas al vuelo demasiado pronto, y con muy poco.

Impedir que Félix Salgado fuera candidato a la gubernatura de Guerrero se convirtió en una obsesión para la oposición. Pero podría terminar siendo una victoria pírrica.

Sí, Salgado no será candidato. Pero todo indica que será su hija. O si no, una incondicional suya. Y al paso de dos años, “el pueblo decidirá” mediante una consulta muy al estilo Morena, si la gobernadora se hace a un lado para que el Congreso Estatal nombre a Salgado Macedonio como gobernador. Lo mismo pasará en Michoacán.

Porque salvo una sorpresa, tanto en Michoacán como en Guerrero, quien sustituya a Morón y a Salgado, se llevarán el triunfo en las urnas. Y será una doble victoria. Lo que respaldará la tesis presidencial de que los árbitros electorales actuaron en contra de los deseos de la mayoría.

Porque en varias ocasiones, en su conferencia mañanera, el presidente López Obrador hizo un llamado a que fuera el pueblo de Guerrero y Michoacán quienes decidieran.

Y al final, la famosa frase futbolera de que “si perdemos, perdemos por el árbitro, pero si ganamos, ganamos a pesar de él”, tendrá toda la legitimidad en el discurso morenista.

Por supuesto que su papel es velar por el cumplimiento de la ley en los procesos electorales, no tomar decisiones con encuestas, pero para el discurso populista de Morena y AMLO, tras el triunfo en las urnas en estos estados, estará pavimentado el camino para una profunda reforma electoral.

Más allá del tamaño de mayoría que logre Morena en la Cámara de Diputados o la posibilidad de construir una mayoría calificada en el Senado de la República, hoy,

con el antecedente de la ampliación de la presidencia de la Suprema Corte del ministro Arturo Saldívar, está claro que el oficialismo está dispuesto a buscar rutas cortas hacia sus objetivos. Y el INE no será la excepción.

Así, mientras en una visión cortoplacista los consejeros del INE y la oposición se obsesionaron con frenar la candidatura de Salgado Macedonio, no dimensionaron el riesgo en el que pusieron a la institución hacia el largo plazo.

A partir del 7 de junio, el futuro del INE, tal cual lo conocemos al menos desde la reforma de 1996, está en serias dudas. Su autonomía e independencia, pilar de nuestra incipiente democracia, están amenazadas.

Nadie dice que debieron ser omisos ante la falta cometida por ambos precandidatos. Pero el litigio público, político y protagónico que encabezaron sus consejeros asumiendo el papel de actores políticos antes que árbitros, fue, por lo menos, imprudente, y tendrá consecuencias.