Por Norma L. Vázquez Alanís/(Primera de tres partes)
RedFinancieraMX
La de los libaneses fue una inmigración exitosa en muchos sentidos, lo cual no significa que haya estado exenta de numerosos problemas y peripecias a su llegada a México, aseguró el doctor en sociología política por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de la Universidad Sorbona de París, Francia, Carlos Martínez Assad, al participar en ciclo de conferencias ‘Los que llegaron inmigrantes a México’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM), de la Fundación Carlos Slim.
Precisó que la presencia de los libaneses comenzó en el último cuarto del siglo XIX de manera bastante nutrida, pero fue en las primeras décadas del siglo XX cuando se hizo más notable. Desde el inicio enfrentaron problemas serios, pues venían de una situación complicada con la caída del Imperio Otomano del cual formaron parte durante 400 años.
Inició su charla con el testimonio de un libanés a quien apreció mucho pues, dijo, “tuve la oportunidad de conocerlo porque hizo las funciones casi de un abuelo en mi familia: Dib Moritllo”. Explicó sobre su llegada a México en 1913, 40 días antes de que se iniciara la llamada Decena Trágica que depuso al presidente Francisco I. Madero, “y algo que lo distinguió de otros inmigrantes fue la capacidad que tuvo para relatar lo que vio durante esos días”.
Moritillo narró que, en compañía de otro inmigrante -Juan Nicolás-, se disponía a salir desde La Merced a cobrar los abonos a la colonia Roma, cuando alguien que regresaba a las siete de la mañana (un horario que da cuenta de la enjundia con que hacían sus negocios) le comentó que había un movimiento militar en el Zócalo, según el relato del investigador emérito del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Sin embargo, no atendieron mucho lo que eso significaba, salieron y encontraron que todo el Zócalo estaba rodeado por carabineros que mantenían sus armas en la mano. Contó Moritllo que las tropas “estaban lo mismo en los altos del Palacio Nacional que en la Catedral y sus campanarios, así como en las azoteas de las casas cercanas”, pero ellos se retiraron del lugar: “abordamos el tren eléctrico y un momento más tarde oímos fuertes tiroteos, además de los disparos de los cañones; entonces calculamos que era en el Zócalo”.
La balacera fuerte comenzó a las ocho de la mañana, y si hubieran pasado por el Zócalo un poco más tarde, habrían estado entre los muchos muertos que hubo porque la gente salía de la misa de ocho, a la que habían entrado en Catedral antes de que llegaran Bernardo Reyes y los rebeldes que iban a tomar el Palacio Nacional, cosa que no lograron, continuó Martínez Assad.
Moritllo relató también que a su regreso vio muchos muertos; “cadáveres amontonados en las esquinas”. A partir de entonces “no se podía salir a ningún lado; para arreglar los asuntos domésticos sólo teníamos dos horas diarias que concedían los combatientes como ‘descanso’. Un día, en esas horas de descanso yo y mi señora salimos y dimos una vuelta caminando hasta llegar cerca de los combatientes y vimos los montones de muertos que estaban listos para llevarlos a otro sitio y quemarlos con gasolina”. Ahora sabemos -acotó el ponente- que los trasladaron a los campos de Balbuena, donde la mayoría fueron incinerados.
El tema de la Decena Trágica -dijo Martínez Assad- “lo he documentado con las experiencias de otros inmigrantes, judíos, italianos y estadounidenses, acerca de cómo vivieron los primeros días de este episodio de la historia; para todos resultó una muy fuerte confrontación del país al que habían llegado”. A su juicio, esas personas “no tenían una idea cabal de la cuestión, porque finalmente siguieron haciendo sus actividades”.
Una anécdota simpática es que cuando los rebeldes se acuartelaron en La Ciudadela, unos alemanes que tenían negocios en el centro de la ciudad comenzaron a vender cervezas entre la tropa y fueron muy bien recibidos por los militares, lo cual demuestra que los inmigrantes saben arreglárselas aun en situaciones tan complicadas, consideró el conferenciante.
Actividad cultural e intelectual desde 1910
La instalación de los libaneses en México se conocía desde que participaron en las fiestas del Centenario con la donación del llamado Reloj Turco, que en realidad regalaron ellos y sus descendientes, integrados en la Sociedad Fraternal Libanesa. La cooperación para construir el reloj fue organizada por Antonio Afif, un libanés distinguido en la ciudad de México.
De esos primeros años del siglo XX también se recuerda la presencia de grupos que realizaban actividades culturales e intelectuales en México, como el que encabezó José S. Helú, quien dirigió la revista ‘Al Jawater’ (Las ideas, 1909), escrita en árabe inicialmente y después con algunas frases en español, explicó el doctor Martínez Assad.
Ese fue un antecedente de la literatura de Adab al Mahyar, la “literatura árabe de la emigración” en México, con pasajes de cómo fue la vida en lo que ahora es Líbano, durante la presencia otomana.
El hijo del fundador de la revista ‘Al Jawater’, Antonio Helú Atta -nacido en México- fue una persona cercana a José Vasconcelos (rector de la Universidad Nacional y Secretario de Educación Pública). Además fue un escritor reconocido como pionero de la novela policiaca en México. Helú Atta escribió la novela corta ‘La obligación de asesinar’, que fue considerada como una de las mejores del mundo en su género por la célebre Agatha Christie; también fundó y dirigió la editorial ‘Albatros’, donde publicó a autores europeos, estadunidenses e hispanoamericanos destacados en el género policiaco, y fue editor del diario vasconcelista ‘El Momento’.
Para entonces ya se publicaban las revistas ‘Líbano’, ‘Emir’ y ‘Al Gurbal’, cuya edición duró mucho tiempo en México y tuvieron dos portadas famosas: una del Ángel de la Independencia, un símbolo nacional de México, y otra con la escultura ‘Los Mártires’ en el centro de Líbano, la cual sigue ahí, aunque con las balas de mortero que la han atravesado en los diferentes conflictos habidos en esa zona.
En esas revistas aparecen Julián Nassr y José Abud, fundadores de las publicaciones más longevas; asimismo hay imágenes de La Merced, el lugar donde se establecieron los libaneses, y de las tiendas de Julián Slim en el centro de la ciudad. Estos dos inmigrantes también elaboraron el primer directorio libanés llamado ‘Censos generales de la comunidad libanesa, palestina y siria’, ya que no había gran diferenciación entre una y otra; más bien había una suerte de comunión entre todos ellos sin importar mucho el sitio exacto de donde vinieran; todos procedían de los que fueron dominios del Imperio Otomano, que terminó en1918.
Aparte de su charla, como miembro del consejo consultivo del CEHM de la Fundación Carso, Martínez Assad agradeció a los 15 especialistas que participaron en el ciclo de conferencias para exponer su versión sobre cada una de las comunidades de inmigrantes que fueron tratadas.
(Continuará)