Un hospital casero para nuestros libros

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  • Por Norma L. Vázquez Alanís

RedFinancieraMX

(Segunda de dos partes)

El doctor en bibliotecología José Roque Quintero aportó numerosos consejos a quienes se conectaron vía zoom a la interesante charla que impartió sobre la conservación del acervo bibliográfico casero, convocada por la Academia Nacional de Historia y Geografía (ANHG). Como primer paso, planteó separar de los libros los archivos personales (facturas, recibos de pago, instructivos de aparatos, etcétera), para que ninguno de los dos acopios se dañe.

Asimismo, sugirió limpiar los libros una o dos veces al año. Hay que hacerlo en seco para lo cual debe utilizarse una secadora para cabello con la cual se les saca el polvo, e indicó que en los ambientes urbanos se requiere una limpieza más frecuente que en los entornos campiranos; lo ideal son dos veces al año.

Para una limpieza más profunda aconsejó utilizar una brocha de pelo de camello o de cerdas suaves, como las que se usan para maquillaje; no hay que hacerlo con plumero porque este solamente cambia de lugar el polvo. Respecto a los libros con pasta de cuero o piel, dijo que deben limpiarse con vaselina de la más pura que se encuentre en la botica, con el fin de hidratar ese material.

Los volúmenes de cubiertas con brillo pueden limpiarse con una cantidad mínima de líquido limpiacristales en un trapo de algodón que no suelte pelusa, pues ésta también daña las hojas de los libros. Nunca usar agua, porque el humedecimiento provoca contaminación por hongos y otros microorganismos.

Expuso que los libros que ya estén contaminados con hongos tendrán que meterse en una bolsa de plástico con cierre -de las que se empelan para guardar alimentos- con un poco de harina de maíz o bicarbonato de sodio y ponerlos en el congelador durante 24 horas, sacarlos, limpiarlos con brocha y volverlos a meter en bolsa en el refrigerador -ya no en el congelador- por otras ocho horas. Los libros con moho pueden meterse en una bolsa de papel previamente espolvoreados con bicarbonato o harina de maíz y dejarlos durante diez días.

Como parte del prontuario para la conservación de las bibliotecas caseras, el doctor Roque precisó que si por alguna ventana del lugar donde tengamos los libros les entra el sol directamente, necesitamos poner en los cristales filtros ultravioletas como los de los automóviles, para que no se dañen.

El conferenciante advirtió que no se deben hacer anotaciones con lápiz o marcador en los libros, porque el papel se contamina con los ácidos de la tinta o del grafito, además de que representan una influencia para el siguiente lector. Tampoco se recomienda emplear notas autoadhesivas para separar hojas que nos interesan, ni usar separadores de metal o clips como marcadores de lectura, porque deterioran y rasgan las hojas y propician la aparición de hongos. Los separadores convencionales de cartón delgado o piel, sí se pueden usar sin problema.

También señaló que, de preferencia, las estanterías deben ser abiertas para evitar la humedad, las divisiones deben medir de 90 a 95 centímetros para que la madera no se doble ni se dañen los libros al sacarlos y meterlos; si los volúmenes entran forzados a la estantería, se van a ir deteriorando cada vez que por sacar uno salgan varios por la fuerza. Algo muy importante es que el librero no esté pegado al suelo ni al techo para que en caso de algún siniestro como inundaciones o escurrimientos, los tomos estén protegidos.

Pidió que no se saquen fotocopias porque eso daña muchísimo al libro y lo destroza, especialmente ahora que vienen pegados y no cosidos como antiguamente, lo que los hacía más resistentes; igualmente exhortó a que no peguen los libros deteriorados con cinta canela o cualquier otro adhesivo, pues eso los  perjudica más, y comentó que hay papelerías especializadas donde venden materiales específicamente elaborados para repararlos.

El libro siempre es un peso muerto que va a generar daños en la estructura de la vivienda y en el estante.  A veces en las casas hay problemas de clima y humedad que puede contaminar los libros, y basta que un volumen tenga hongo u otros microorganismos para que todos los del estante se contagien.

El doctor Roque Quintero explicó que en las bibliotecas públicas existen ‘cajas de vacío’ que sirven para rescatar los libros enfermos, ya que los secan y les matan el hongo. Casi siempre están a toda su capacidad porque tienen un sinnúmero de ejemplares antiguos, que son más propensos a contaminarse. Un sustituto casero de estas cajas de vacío son las bolsas de plástico con cierre para guardar alimentos, hay que usar una por ejemplar. Existen muchas clases de hongos que contaminan los libros, por lo cual es indispensable identificar de cuál se trata para poder tratarlos adecuadamente.

En el caso de que las hojas se estén desintegrando, precisó el doctor Roque Quintero, lo que se requiere es rehidratar el libro en la bolsa de plástico de cierre y meterlo al congelador durante ocho días para que se rehidrate de una manera conveniente.

Dijo que la iluminación excesiva provoca fatiga a los ojos y deteriora el papel del libro al amarillar y resecar las hojas; siempre es mejor usar luz incandescente que fluorescente. Del mismo modo señaló que los libros pueden asolearse, pero solamente por 30 minutos para que el sol mate los microbios, porque si los dejamos más tiempo corren el riesgo de deshidratarse. Pidió a los presentes que nunca golpeen los libros unos con otros, ya que ello deteriora su estructura y no se limpian.

Finalmente, como antídoto contra la humedad el doctor Roque Quintero aconsejó poner bolas de deshumidificador ambiental en donde haya libros, o bien bolas de naftalina en un vaso desechable a fin de que absorban el exceso de humedad, pues los libros atraen la humedad porque el papel fue madera.