Tras la puerta del poder

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  • Ahora va la demolición del PRI y el PAN, la última oposición orgánica
  • Por Roberto Vizcaíno 

RedFinanciera

Cumplidos el Grito y el desfile del 16 de septiembre, el mes patrio avanza en medio de una ola nunca antes vista de destrucción institucional.

El fin de la semana, con su publicación en el Diario Oficial de la Federación, el presidente Andrés Manuel López Obrador promulgó como había prometido hacerlo su Reforma al Poder Judicial.

Para al menos el 40% de quienes votamos el pasado 2 de junio -esos que pensamos que podría ganar la oposición-, hoy, a aquella sensación de orfandad que nos dejó esa derrota, se suma la desazón de perder a la República y su democracia, con todo lo que ello representa.

No hay ya dudas. Estamos en los primeros pasos de la autocracia. De un Maximato lopezobradorista que lo tiene ya todo configurado para consolidarse por quizá décadas.

Bueno, ¡hasta perfilado ya a su hijo Andy dentro de Morena como posible prospecto para la presidencial del 2030!

Pensar que Claudia Sheinbaum una vez asuma el poder podrá sacudirse al poder en las sombras, se nos antoja un tanto inviable. AMLO tiene todo -y cuando digo todo es toto- bajo su control. Pero la historia igual nos indica que nada es imposible.

Mire usted, recordemos que el general Lázaro Cárdenas logró sacudirse el Maximato al exiliar a Plutarco Elías Calles y su pandilla. ¿Por qué no podría pasar ahora con Andrés Manuel López Obrador? Ahí está yael nieto de El General, el del mismo nombre, Lázaro Cárdenas Batel como Jefe de la Oficina Presidencial de la presidenta Claudia Sheinbaum. Una oficina que se convirtió en vicepresidencia con José Córdoba Montoya en el período de Carlos Salinas.

Ya veremos si la cosa va por ahí.

Mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador ha logrado su objetivo de demoler el sistema postrevolucionario creado por Plutarco Elías Calles en 1928.

Un sistema que a la vez que operó dentro de un régimen autoritario, pero a la vez tan singular que el Premio Nobel Mario Vargas Llosa calificó como La Dictadura Perfecta, en que los presidentes designaban sucesor, pero bajo la regla de que cada uno debía luego no interferir más en el siguiente Poder.

Ese sistema que, a lo largo del siglo anterior, logró por un lado crear desarrollo e instituciones, y encauzar la disputa por el poder por la vía legal y pacífica, y con elecciones cada vez más democráticas, perfectibles. Llevar a México a ser la doceava economía en el Mundo y firmar el TMEC el mayor acuerdo comercial internacional existente. 

A lo largo de 100 años -del 1928 al 2018- solo hubo algunos brotes guerrilleros y los hechos del 68 que llevaron a los priístas y a sus entonces muy débiles opositores a negociar, acordar y caminar juntos hacia un pluralismo que en el 2000 produjo la primera alternancia presidencial.

Hasta ahí íbamos bien. Las alternancias en gubernaturas, en el Congreso, operaron en favor de la pluralidad.

Pero en 2018 llegó López Obrador. No pocos lo advertíamos desde mucho antes como un peligro para México. Lo dijimos en su tiempo. Insistente, terco, ganó en su tercer intento. Hay todavía muchas dudas de si su antecesor Enrique Peña Nieto lo ayudó. Testimonios de gobernadores priístas de entonces, quizá unos 10, indican que desde la Presidencia se les ordenó operar para el tabasqueño. Lo cierto es que el de Atlacomulco construyó con sus errores y mala, corrupta conducción del Gobierno, las bases para el triunfo de AMLO.

¿Es el culpable entonces de lo que nos pasa hoy? No. No totalmente, creo. La responsabilidad final es de quienes votaron entonces por él y de los que ahora, el 2 de junio de este infausto 2024, aumentaron en 6 millones más sus votos para elegir a su evidente candidata, designada e impuesta por él, Claudia Sheinbaum. Una masa inculta que aterra por sus decisiones. Por darle base popular, ciudadana, democrática a lo que AMLO hace.

Hoy López Obrador ha destruido lo que le quedaba por destruir, el último Poder que era su contrapeso real, el Judicial, la Suprema Corte esencialmente, para así iniciar la desaparición de la República y de la democracia como las conocimos y vivimos hasta ahora. Y lo hace con el apoyo y desidia, impavidez -insisto- de esa masa ciudadana ignorante que todo le aplaude y apoya.

AHORA VAN POR PRI Y PAN

En este contexto, en que lo más solemne y trascendente se convierte en chunga, como la firma por Gerardo Fernández Noroña del acta de constitucionalidad de la desaseada y atropellada, sin duda impuesta Reforma del Poder Judicial con una pluma Bic, la pluma del pueblo dice, por un legislador y presidente senatorial que se autocalifica como plebeyo.

Ensoberbecido, sin la menor capacidad neuronal para procesar un pensamiento de Estado, Noroña aplaudió la ausencia de las bancadas del PAN, PRI y MC en esa firma.

“Son irrelevantes”, afirmó. Un tonto que no entiende que para que los países de la OCDE -o sea el llamado mundo desarrollado, avanzado, socios de México-, consideren a México todavía dentro de un sistema democrático internacional, se requiere de la existencia de una oposición plural, respetada por las mayorías.

Hoy, esta corriente de noroñistas pocos sesos que parece domina a Morenaigual aplaude que el INE haya desconocido oficialmente las reformas a Estatutos en el PRI y con ello la reelección del senador Alejandro Moreno como presidente del tricolor. Decisión no por causas legales, sino de venganza porque Moreno se ha convertido en el principal opositor del régimen saliente.

Un juego en el que participan gustosos, eufóricos, los opositores internos del campechano encabezados por la yucateca Dulce María Sauri y otros como Aurelio Nuño.

Lo mismo más o menos ocurre en el PAN donde el también senador Marko Cortés no puede conducir la renovación de la dirigencia de su partido sin enfrentar conflictos de poder.

En uno y otro caso, los opositores internos, convertidos en verdaderos caníbales políticos danzan en un aquelarre dentro del PRI y PAN para devorar a sus dirigencias en un momento en que se requiere de unidad entre ellos como la última oposición orgánica en el nacimiento del régimen autocrático.

Otros, como los repudiados panistas de la familia Yunes son abrazados por Adán Augusto López, líder del lopezobradorismo en el Senado, y son reubicados y sentados en los escaños de Morena como aliados especiales de Andrés Manuel López Obrador.

El asco cubre a la política y al país.

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