- Por José Antonio Aspiros Villagómez
Agradezco a familiares y amistades sus condolencias por el reciente fallecimiento de mi progenitor, Fausto Aspiros Olivera (6-IX-1918 / 18-III-2022).
In memoriam.
RedFinanciera
Mucho antes de que las tlayudas -ese delicioso manjar oaxaqueño- dieran la nota de color hace unos días durante la inauguración del Aeropuerto ‘Felipe Ángeles’, tuvieron su protagonismo los mamuts en los terrenos de Santa Lucía, Estado de México, donde ahora se encuentra esa terminal aérea.
En efecto, en noviembre de 2019 fueron encontrados los huesos de dos de tales mastodontes, uno donde después fue levantada la torre de control y el otro bajo la superficie que ocuparían las pistas, y había que hacer algo, pues surgió la expectativa -cumplida- de localizar más osamentas, importantes para la investigación científica y, además, protegidas por la ley.
Intervino el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y tuvo una coordinación -suponemos que satisfactoria- con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) para trabajar simultáneamente tanto en el rescate de subsecuentes hallazgos óseos, como en la construcción a cargo de militares -contra reloj por exigencia presidencial- de la terminal aérea puesta en servicio el 21 de marzo.
De esa manera, junto con el aeropuerto quedó terminado el Museo Paleontológico de Santa Lucía ‘Quinametzin’ (‘Gigante’) que conservará, exhibirá y estudiará los restos fósiles de hasta 30 mil años de antigüedad, correspondientes -dicen las informaciones publicadas- a cientos de mamuts, camellos, caballos americanos y otras especies animales, así como restos humanos.
Cuando este tecleador visitó la Unión Soviética en 1981 enviado por la agencia Notimex, dado su interés por la información científica solicitó una visita al Instituto de Paleontología, que le fue concedida no obstante que los representantes en México de la Agencia de Prensa Nóvosti (APN) -los anfitriones- comentaran después en tono sarcástico: “¡Oh, sí, muy importante el ‘problema mamut’!”.
Pese a sus ironías, logramos una buena entrevista con el subdirector del Instituto de Paleontología de la Unión Soviética, Alexei Yurievich Rozanov, quien habló de la utilidad práctica y el potencial económico del trabajo de los paleontólogos, dado que los sedimentos geológicos que estudiaban, estaban estrechamente relacionados con los yacimientos de petróleo, fosforita, fierro, uranio y otros productos redituables.
Es decir, para ellos no se trataba solamente de encontrar huesos de dinosaurios y mamuts para estudiarlos y formular o fortalecer hipótesis sobre la evolución de la vida en el planeta, o para llenar los museos de historia natural con millones de visitantes cada año, sino que también se buscaba “colaborar con el avance de la economía, la industria, los energéticos y todo aquello que estuviera en la preocupación básica” del régimen soviético.
Dijo que el Instituto de Paleontología trabajaba en esa dirección, además de reconstruir el curso de la evolución de las especies, esclarecer sus leyes, determinar los centros de origen de distintas floras y faunas, y su ubicación en diversos periodos de la historia de la Tierra.
Nuestra charla con Rozanov, quien era doctor en geología y mineralogía, tuvo lugar en un despacho del edificio donde se instalaba entonces el nuevo museo de paleontología de Moscú y en cuyo interior se exhibirían piezas tan raras como el esqueleto completo de un hadrosáurido de 80 millones de años de antigüedad.
Para este científico no era descabellado creer que los mamuts desaparecieron a causa de altas temperaturas en el planeta, pese a que existieron durante una glaciación contemporánea del hombre de Neandertal. Pero si no fue calor, fue el frio, aceptó. Lo cierto es que la teoría más aceptada sostiene que la causa principal fue el cambio de clima, con consecuencias tales como pérdida y surgimiento de nuevos vegetales y comestibles, nuevos parásitos para los cuales los mamuts no estaban inmunizados y también la persecución humana, ya que esa bestia era muy codiciada por los cazadores, que aprovechaban su carne, su piel y sus huesos.
A juicio de Rozanov, México era entonces -hace cuatro décadas- un país paleontológicamente mal explorado. En cambio en la actualidad, dice una nota de Alondra Flores en La Jornada (24 de marzo), han sido encontrados huesos de mamuts en más de 300 sitios del territorio nacional -Santa Lucía entre ellos de manera destacada-, y son uno de los animales fósiles más estudiados por nuestros paleontólogos.
Restos de uno de esos animales son vistos todos los días a través de un cristal por miles de usuarios del Metro de la Ciudad de México en la estación ‘Talismán’, y en Estados Unidos una firma científica se ha propuesto lo que sólo conocíamos de manera inverosímil por la película ‘Parque Jurásico’ -en su caso con los dinosaurios-: “desextinguir” a los mamuts mediante el uso de ADN de esos animales en hembras de elefantes asiáticos, un tema polémico y quimérico a reserva de saber el propósito real de tal proyecto, que bien nos puede dar una idea de cuál es actualmente el interés en el “problema mamut” referido por los colegas de Nóvosti, quienes hubieran preferido que nos ocupáramos más en difundir las posiciones políticas e ideológicas del sistema comunista soviético en tiempos de la Guerra Fría.