Textos en libertad

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  • La sombra de Iturbide en el funeral de Benito Juárez
  • Por José Antonio Aspiros Villagómez

RedFinancieraMX

(Con información de Norma Vázquez Alanís)

(El 20 de agosto, la Agencia de Noticias del Estado Mexicano,

Notimex, cumplirá 52 años de su fundación

y, el 21, seis meses en huelga. Así se acabó Informex)

Sólo cuatro presidentes mexicanos murieron cuando estaban en el cargo, entre ellos Benito Juárez García, de cuyo funeral ofreció una charla virtual para integrantes de la Academia Nacional de Historia y Geografía  (ANHG) el arquitecto Manuel Gamio Petriccioli.

Los otros gobernantes fueron -dijo- Francisco I. Madero, Venustiano Carraza y el primero de todos, Miguel Barragán, quien fue víctima del tifo y sus restos -según su última voluntad- quedaron repartidos entre los lugares importantes de su vida: una parte de su cuerpo en la catedral de México, los ojos en su natal Ciudad del Maíz, el corazón en Guadalajara, las entrañas en la colegiata de Guadalupe y en la capilla del Señor de Santa Teresa, y la lengua en San Juan de Ulúa.

Y, porque murieron asesinados, Madero y Carranza no recibieron funerales de Estado, pero sí Benito Juárez, cuyo deceso ocurrió en sus habitaciones del Palacio Nacional el 18 de julio de 1872, o tal vez el día 19 según la información que dio a conocer el académico.

El conferencista incluyó a Madero en esta cuenta, no obstante que, si bien fue bajo presión porque estaba secuestrado por los golpistas en Palacio Nacional, sí renunció por escrito al cargo el 19 de febrero de 1913, tres días antes de su sacrificio, y el Congreso aceptó su dimisión, según relata Agustín Casasola en la Historia Gráfica de la Revolución Mexicana.

En cuanto al Benemérito, su muerte fue por angina de pecho un año y medio después de haber enviudado, y le sobrevivieron seis hijas y un hijo.

Las disposiciones de cómo sería el funeral fueron publicadas en un bando por el gobernador del Distrito Federal, Tiburcio Montiel. Así, al carro fúnebre tirado por seis caballos y escoltado por una guardia de honor, siguieron el vehículo oficial que usaba Juárez, los diputados y representantes del Poder Judicial y del Colegio de Abogados, los miembros del gabinete y los del cuerpo diplomático, otros grupos civiles y militares enumerados en el bando, y cerró el cortejo, delante de una columna de tropas, el presidente interino Sebastián Lerdo de Tejada acompañado por José Maza y Manuel Dublán como representantes de la familia. Las mujeres y los menores, según las costumbres de entonces, se quedaron en su casa.

La inhumación tuvo lugar el 23 de julio en el Panteón de San Fernando, que era civil desde 1859 y había sido designado de Hombres Ilustres en 1860; hoy es museo y monumento histórico.

Llegaron condolencias de Estados Unidos, Inglaterra, España, Alemania y Francia -que ya era república para entonces- y de varios países americanos, menos de Cuba porque entonces era parte de España, ni de Brasil donde no existía el concepto del pésame, pero en cambio sí declaró luto nacional cuando fue fusilado Maximiliano de Habsburgo, porque era primo del emperador brasileño.

A los pocos meses, durante el gobierno de Lerdo de Tejada, se buscó un lugar más apropiado para el cadáver y fueron propuestas la Plaza de Santo Domingo y la Alameda Central, pero por falta de recursos no se concretó proyecto alguno y desde entonces se encuentra en San Fernando, donde también están su esposa Margarita y los cinco hijos de ambos que murieron pequeños.

Eso, hasta ahora -opina el tecleador-, porque dentro de dos años se cumplirá un siglo y medio del fallecimiento de don Benito, y quién sabe qué planes tenga para homenajearlo el presidente de la República, quien es juarista ferviente.

En la plática del arquitecto Gamio Petriccioli, ilustrada con numerosas fotografías, apareció de manera reiterada otro personaje: Agustín de Iturbide. Primero, porque el conferencista mostró una escena del cadáver embalsamado de Juárez ante un retrato del antiguo militar realista; segundo, porque las visitas protocolarias de duelo se recibieron durante tres días precisamente en el Salón de Iturbide (actual Salón de Embajadores).

Y tercero, porque -dijo Gamio- “existe una curiosa divergencia sobre la fecha real de la muerte de Benito Juárez”, pues si bien la oficial es el 18 de julio cerca de la media noche, “la tradición familiar y algunos documentos y diarios de la época señalan que realmente su fallecimiento fue en los primeros minutos del viernes 19 de julio de 1872”.

¿Qué pasó entonces? Que como el consumador de la Independencia había fallecido (fusilado) también un 19 de julio, “quizá alguien pensó que no era adecuado que ambos héroes compartieran la fecha conmemorativa de su muerte, pues realmente tanto a Iturbide como a Juárez, les debemos los triunfos de Independencia de México, uno en 1821 contra España y el otro en 1857 contra Francia, Austria y Bélgica”.

Don Manuel Gamio -cuya esposa Rosa Elena Sánchez Juárez es chozna (quinta generación) de Benito Juárez- mostró reproducciones del diario El Monitor Republicano y del Boletín del Supremo Consejo de España de la Masonería Universal, donde mencionan la fecha del 19 como la real del fallecimiento.

Y dijo que desde las primeras horas de ese día 19, las logias masónicas montaron guardias día y noche para impedir que, “según se rumoraba en aquellos momentos, se diera el posible robo del cuerpo por parte de grupos afines a la Iglesia, para evitar que se le rindieran honores de Jefe de Estado”.

Otros datos que ofreció sobre el Benemérito de las Américas, fueron que estuvo siete años en el seminario antes de estudiar jurisprudencia; que en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca impartió clases de Derecho Romano y Derecho Canónico, y que antes de casarse por la Iglesia con Margarita Maza, tuvo dos hijos con la también oaxaqueña Juana Rosa Chagoya.

También, que Juárez fue quien instituyó el 12 de diciembre como fiesta nacional; que tras enviudar solía tomar chocolate con un amigo sacerdote; que el presidente Porfirio Díaz inauguró en 1886 el monumento neoclásico que existe hasta la fecha y en algunos actos lo acompañaban Benito Juárez Maza y otros familiares del Benemérito, y que Francisco I. Madero visitaba la tumba para realizar sesiones espiritistas cuando se sentía abatido por algún problema. (Según supo este tecleador, el presidente Luis Echeverría también solía meditar ante los restos de Cuauhtémoc en Ixcateopan). En un homenaje a Juárez encabezado en 1924 por el presidente Álvaro Obregón, estuvo presente la última hija sobreviviente, Margarita Juárez Maza.

Al final de la charla hubo comentarios de algunos académicos, entre ellos la presidenta de la ANHG, Elizabeth Rembis Rubio, quien dijo que el acta número uno del Registro Civil corresponde a Francisca Juárez, hija de don Benito; del general Héctor Sánchez acerca de que el cuerpo de Juárez debía permanecer intacto tal como se encontró el del general Ignacio Zaragoza cuando fue llevado de San Fernando a Puebla, y el del poeta Sergio Morett quien comentó que en la Edad Media la masonería era católica y fue la que construyó las catedrales góticas en Europa, además de recordar que es Valentín Gómez Farías a quien se debe que la educación, que estaba en manos del clero, ahora sea laica.

(La imagen que acompaña esta reseña fue presentada por Manuel Gamio vía Zoom durante su charla virtual).