Textos en libertad

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  • A un año de la catedral en llamas
  • Por José Antonio Aspiros Villagómez

RedFinancieraMX

Pensábamos dejar la tecla al menos durante este claustro impuesto por el coronavirus y dedicar más tiempo a la lectura. Pero precisamente por el tema de uno de los libros en turno, La biblioteca en llamas (Planeta, 2019), recordamos que el 15 de abril se cumplirá un año de que otra valiosa construcción sufrió también un incendio: la catedral de Notre Dame (Nuestra Señora), en París. En plena Cuaresma.

En ambos casos hemos leído las dramáticas y detalladas descripciones de cómo el fuego acabó con los libros en un caso, y con las estructuras de madera y metal en el otro. El valioso órgano de Notre Dame por fortuna se salvó, pero no así numerosas e importantes obras de la Biblioteca Central de Los Ángeles, como se narra en la crónica de la periodista y escritora Susan Orlean.

En California las llamas fueron provocadas de manera intencional; en París, por un corto circuito o una colilla de cigarro. Y fue el de Notre Dame un suceso de tal magnitud, que aparte de convertirse en noticia importante en la prensa mundial,  cinco de los diez principales diarios de la Ciudad de México (ExcélsiorLa JornadaMilenioLa Razón y La Crónica) le dedicaron sus “ocho columnas” (nota principal), mientras que lo de la biblioteca no fue tan destacado por los medios, porque ocurrió el mismo día en que se conoció el tremendo accidente nuclear de Chernóbil.

Ya nos ocuparemos con más detalle de la biblioteca. Vamos a la isla de La Cité a mitad del Sena, donde se ubica Notre Dame que sirvió de escenario lo mismo a la histórica coronación del emperador Napoleón, que para la novela sobre Quasimodo y la gitana Esmeralda escrita por el gran Víctor Hugo.

Su incendio el 15 de abril de 2019 causó la consternación del mundo occidental y conmovió a pudientes donadores que ofrecieron el dinero necesario para su reconstrucción, ya no tal vez con el mismo tipo de materiales, ni con certeza en el plazo de cinco años ofrecido por el presidente francés Emmanuel Macron sino, probablemente, en décadas. El dinero ha llegado despacio, en un principio con las donaciones pequeñas de los fieles.

Para apagar el fuego de hace un año, los bomberos tardaron casi nueve horas y utilizaron millones de litros de agua, la cual, según las primeras estimaciones, tardaría varios meses para su secado completo hasta en el último pequeño poro de la piedra del edificio, para evitar el moho, los hongos y la cristalización de la sal.

Luego vendría la limpieza del hollín y, así, seguirían los trabajos subsecuentes que ahora deben encontrarse interrumpidos a causa del coronavirus. En enero pasado continuaba la polémica entre los expertos, acerca de la mejor forma de reparar Notre Dame.

Un reportaje de Silvia Ayuso para el diario español El País (11 de enero), mencionó que a principios de este año aún estaba “lejos el momento en que se pueda empezar siquiera” esa etapa, pues tanto la consolidación como el aseguramiento de la estructura tardarían varios meses. Además de que hubo un momento en que llegó a temerse un colapso.

La cubierta de la catedral fue construida de madera hace ocho siglos y fue la que consumieron las llamas. El debate tras el incendio ha sido en torno a usar nuevamente el mismo material u otro como metal u hormigón, por los pros y los contras en cada caso.

Como el siniestro tuvo lugar en la Semana Santa del año pasado, la misa de Pascua se trasladó a la iglesia de San Eustaquio donde los bomberos fueron objeto de un homenaje, y a los dos meses de la tragedia hubo una celebración en una capilla dentro de la misma Notre Dame, pero sin fieles y con el arzobispo de París, Michel Aupetit, y demás concelebrantes, protegidos con cascos.

Y las autoridades expresaron en febrero último su esperanza de reabrir la plaza y la cripta de Notre Dame en la primavera actual, ya eliminado el riesgo de contaminación por plomo, pero entonces todavía no surgía la emergencia sanitaria que obligó a aplazar o cancelar tantas actividades en el mundo.

Si el teatro de ópera La Fenice, de Venecia, logró ser reconstruido luego de convertirse en cenizas en 1996 (también se incendió en 1836), hay la esperanza de ver en pocos años nuevamente abierta Notre Dame para, como lo declaró el arzobispo, ser “un lugar de culto”, pues “ese es su único y verdadero propósito”. Ojo, turistas.

Tal vez en esta fastidiosa pero inevitable temporada del “quédense en casa”, convenga dedicar el tiempo a una relectura de la extraordinaria Nuestra Señora de París, de Hugo; de la muy recomendable novela titulada simplemente París, de Edward Rutherfurd, o de El misterio de las catedrales, donde el enigmático autor Fulcanelli (nadie conoce su nombre real o si se trató de un grupo de alquimistas) presenta a Notre Dame con un interesante enfoque hermético. O si le apetece, las profecías de Nostradamus, quien, según leímos, predijo el incendio: “con la entrada de la primavera, una iglesia de todos los tiempos arderá por los pecadores”.

Mientras, le presentamos imágenes de nuestras pequeñas Notre Dame y de una gárgola que quién sabe si se parezca a alguna de las 54 que -incluidas quimeras- hay en la catedral que está en proceso de reparación. En nuestra ya remota visita -tres lustros- a ese bello y hoy sufrido templo, no hubo oportunidad de conocerlas, pero nuestro inolvidable amigo y colega Octavio Raziel hasta se trajo una, como puede verse en una de las fotografías que acompañan este texto. Hay mucho escrito sobe esas gárgolas, búsquelo y quedará complacido(a).

PS: Un documental sobre Notre Dame será difundido por TV UNAM el 15 de abril a las 22 horas. Estaremos al pendiente.