Textos en libertad

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  • Carlos Ferreyra; los homenajes, en vida
  • Por José Antonio Aspiros Villagómez

 

RedFinanciera

 

         Los reconocimientos y gratitudes a quienes consideramos que los merecen, deben darse en vida. Así lo propuso con toda razón la poeta tamaulipeca Ana María Rabatté (1933 o 34-2010): No esperes a que se muera / La gente para quererla / Y hacerle sentir tu afecto / En Vida, Hermano, en Vida…

 

         Pero el gremio periodístico es muy parco para esos menesteres. En 2020 durante un homenaje póstumo en el Club Primera Plana al socio Octavio Raziel García Ábrego, la esposa de este tecleador sugirió ampliar esos cumplidos a colegas vivos y hasta alguien propuso, para comenzar, los nombres de Salvador Estrada Castro y Carlos Ravelo Galindo, ex reporteros de Televisa y Excélsior respectivamente.

 

         Sin embargo la iniciativa no prosperó, como tampoco la nuestra de dar credenciales a los socios del Club. Ya en 2010 habíamos escrito que los periodistas “difícilmente se elogian o reconocen entre ellos”, cuando comentamos el libro Granados Chapa. Un periodista en contexto (Editorial Planeta) donde Humberto Musacchio hace una semblanza elogiosa de un colega suyo, el autor de la columna ‘Plaza pública’ cuando aún vivía, a pesar de sus discrepancias profesionales.

 

         Por eso nos llamó la atención que en días pasados –18 de mayo en el University Club–, un grupo (“selecto”, leímos) de informadores haya sido invitado a un desayuno en honor del colega Carlos Ferreyra Carrasco, pese a ser los presentes “muy diferentes entre sí” al grado de que algunos evitaron compartir mesa, dice la crónica de Rogelio Hernández López, por la cual nos enteramos.

 

         A Carlos Ferreyra lo conocimos cuando fue director adjunto de Notimex (1982-83) con el recién fallecido amigo Miguel López Azuara como director general; lo volvimos a tratar cuando regresó a esa agencia de noticias como director de operaciones nacionales en el periodo de Jorge Medina Viedas (1994) y lo entrevistamos después en busca de información para el libro que escribimos sobre esa empresa.

 

Pocos méritos, desde luego, como para suponer que debimos haber sido convocados a ese desayuno de homenaje, al que en cambio asistieron destacados colegas que son sus grandes amigos (se nota en la calidez de la crónica mencionada), a muchos de los cuales conocemos porque estudiamos o trabajamos juntos, y en algún caso hasta cultivamos alguna amistad.

 

Sin embargo lo importante no es eso, sino el tan inusual como merecido homenaje a quien, ahora enfermo y ciego, dedicó su vida y su gran capacidad a una profesión que es de servicio a la sociedad y donde se batalla cada vez más –hasta con la vida en juego– por la defensa y el respeto a la libertad de expresión.

 

“Algo debí hacer bien para que estén aquí”, dijo en ese desayuno el periodista moreliano de 85 años, quien con su esposa Magdalena procreó tres hijos (conocimos al mayor y a su nuera) y tienen seis nietos. Y si, lo que hizo bien y le valió la amistad y presencia de los “selectos” asistentes, podemos encontrarlo narrado por él mismo en la muy extensa entrevista (unas 15,800 palabras) que le hizo el reportero Edmundo Cázarez en abril pasado para el portal Índice Político.

 

Trabajó en la revista Sucesos para todos, cuyo dueño, Gustavo Alatriste (muy reacio para pagar salarios a su personal), lo nombró reportero tras el impacto que tuvo su primer reportaje; el director de la publicación, Raúl Prieto ‘Nikito Nipongo’,  “despiadado” y “cruel”, pero “extraordinario periodista”, no lo quería, “me odiaba”.

 

         Después se fue como corresponsal durante ocho años a la agencia de noticias Prensa Latina, que habían fundado Fidel Castro y el ‘Che’ Guevara con el argentino Jorge Ricardo Masetti como director y Gabriel García Márquez como reportero. Según le comentó a Cázarez, por esa experiencia laboral a Ferreyra “en todos los periódicos me consideraban un agente castrista y espía del gobierno cubano, subversivo, nadie me quería cerca, hasta estuve amenazado de muerte”.

 

         Pero eso no le impidió entrar después a Telesistema Mexicano (hoy Televisa), para hacer un programa que dirigía Héctor Anaya y conducía Luis Spota, a quien consideró “un tipo inteligente y culto”, pero “déspota, antipático y prepotente”, a quien ni la muerte de su esposa le importó.

 

         Carlos Ferreyra narró a Edmundo Cázarez sus siguientes trabajos, incluido su paso por Excélsior a invitación de López Azuara, y luego en la Presidencia donde tuvo una mala experiencia con la esposa de Ernesto Zedillo, y ya no alcanzó a hablar de su corta etapa de un año en Notimex, porque la entrevista se interrumpió cuando le avisaron que su esposa se sentía mal por la presión alta. Pero esa parte la narramos en el libro Notimex: la imagen ‘sexenal’ de México en el mundo.

 

         Durante las varias décadas que nuestro personaje se dedicó al periodismo, por su carácter franco y cordial se ganó la amistad, el aprecio, el reconocimiento y hasta el respeto de sus 60 selectos colegas –no todos presentes– que fueron invitados al desayuno en su honor.