- Nacer y morir: dos museos singulares
- Por José Antonio Aspiros Villagómez
RedFinancieraMX
Para el amigo actor y director Gabriel Pascual,
por un año más de pastorelas en el teatro
‘Enrique Lizalde’ de Coyoacán, Ciudad de México
El nacimiento y la muerte, los dos extremos de la existencia humana, principio y final, son por una mera coincidencia los temas de los dos únicos museos que existen en San Juan del Río, Querétaro, lugar donde reside este tecleador.
Ya en otras oportunidades nos hemos referido al Museo de la Muerte que desde 1980 se encuentra en el antiguo Panteón de la Santa Veracruz, en un punto de la ciudad que antaño fue Barrio de Indios, y ahora comentaremos sobre el Museo del Nacimiento.
Que no trata sobre parteras o matronas, hospitales de obstetricia ni casas de cuna, sino del nacimiento más celebrado por la civilización occidental: el de Jesús, que se festeja por estas fechas aunque según los cálculos de expertos ocurrió en otro mes, y unos años antes. Como sea, desde el siglo V d.C., la Navidad es una fiesta casi universal cada diciembre.
Ese museo es único en México y exhibe la colección privada de la educadora queretana María del Pilar Barona de Beltrán, quien a lo largo de 25 años recopiló nacimientos, muchos adquiridos en países de los cinco continentes, y otros elaborados por ella o por sus descendientes con materiales reciclables.
La maestra Barona no alcanzó a ver terminado el museo, ya que falleció en 2018 y el establecimiento abrió el 14 de noviembre de 2019, meses antes de que por la pandemia se restringieran las visitas. Aunque ahora parece que tampoco va mucha gente, pues nuestro recorrido guiado fue para solamente dos personas.
Y aun cuando este museo no lleva el nombre de su creadora, una fotografía suya recibe a los visitantes junto a una cédula donde dice que su proyecto de vida “va más allá de una mera exposición de piezas artísticas; la intención central de la fundadora era transmitir y extender el auténtico sentido de la Navidad a lo largo de todo el año”.
El Museo del Nacimiento tampoco es un centro de adoctrinamiento religioso, aunque hay una sala audiovisual donde se muestran, con figuras de cera de abeja, luz y sonido, episodios bíblicos que van desde Adán y Eva hasta la vida de Jesús, y culmina la presentación con Juan Diego y la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac.
La inmensa maqueta fue elaborada hace 40 años por artesanos de Salamanca, Guanajuato, y se la vendieron a la señora Barona. Las figuras se conservan con una temperatura adecuada mediante clima artificial.
En una superficie de 250 metros cuadrados repartidos en dos niveles, el museo está dividido en tres salas dedicadas al sentido, la creatividad y la tradición, respectivamente. Tres propósitos para presentar de principio a fin la misma temática: los nacimientos, en un recorrido de casi dos horas que no por ello resulta monótono ni cansado, ya que está lleno de sorpresas.
En la sala dedicada al sentido, se pretende conservar a través del nacimiento el principio de la unión familiar, y debido a ello contiene los trabajos hechos por la maestra, sus hijos y sus nietos, a quienes cada año encargaba hacer un belén diferente para la colección.
En esa área se presenta un cuadro pintado por un niño japonés que estuvo en San Juan del Río por el programa de intercambio de la escuela de uno de los nietos. También se exhibe un nacimiento que ella trajo de Nueva Zelanda, con tres borregos representando a la Sagrada Familia.
En la sala de tradición se explica que fue san Francisco de Asís quien dio sentido a la Navidad, cuando en el año 1223 representó por primera vez la adoración al niño Jesús con un nacimiento con personas y animales vivos.
O lo que es lo mismo, en el ya cercano 2023 cumplirá 800 años la tradición de los nacimientos, misma que todavía tiene arraigo en los hogares mexicanos, aunque las figuras del pesebre ya vengan de China. En esa parte del museo se muestran representaciones tanto mexicanas como de otros países, que resaltan esta costumbre.
Finalmente, en la sala de creatividad están los nacimientos hechos con materiales de reuso, tales como cobre, lana, madera, piezas de Lego, tejido, cerámica, guaje, tapas de pet, mármol, cantera, cáscaras de huevo y de naranja, barro, bisutería, vidrio soplado, píldoras, hilo encerado.
También los hay de cacahuates, pintura al óleo, envases de Yakult, corcho, llaves, botellas, filigrana de periódico, viruta, botones, yute, cápsulas de café, pinzas, bolígrafos, mecate, patas de cama, estambre, cerillos, timbres postales, chicles, llantas, revistas, semillas, conchas de mar, cera, piedra y muchos otros materiales; todo sirve y además en el museo se imparten talleres para quienes quieren aprender a hacer sus propias versiones.
Entre los 800 nacimientos en exhibición (más o menos otro tanto está en la bodega), los hay plasmados en carátulas de relojes, en rompecabezas, en un retablo procedente de San Miguel de Allende, en matrioshkas, o los personajes son reemplazados por molinillos, títeres guiñol o animales, detalle este último que habrá quien lo juzgue como una irreverencia.
El museo tiene sus aspectos lúdicos, es interactivo y uno de los retos para el visitante es encontrar los 33 mini nacimientos que hay en una casa de muñecas como la que tiene la emperatriz Carlota en la novela histórica Noticias del imperio, de Fernando del Paso.
Y aparte de la variada muestra que va desde los nacimientos hechos con humildes hojas de maíz, hasta con la presuntuosa porcelana de Lladró, hay una pequeña sala para conciertos y presentaciones teatrales. Al final del recorrido, el visitante pude adquirir algunos recuerdos, como postales o nacimientos hechos en papel o tapas metálicas de refrescos.
(Norma Vázquez Alanís colaboró para este texto)