Textos en libertad

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  • Cumple 95 años el piso del Palacio Nacional donde vive el presidente
  • Por José Antonio Aspiros Villagómez

RedFinancieraMX

         Con el vaticinio presidencial de que este año la ceremonia del Grito de Independencia “será memorable”, el próximo día 15 en la noche volverá a tañer el esquilón de San José en el Palacio Nacional, a 95 años de que ese inmueble estrenó un tercer piso que fue añadido cuando gobernaba Plutarco Elías Calles.

         En efecto, la que fue casa de Hernán Cortés en la Ciudad de México sobre los restos de la de Moctezuma y luego se convirtió en sede de gobiernos virreinales, imperiales y republicanos, ha tenido diversas modificaciones en sus casi cinco siglos de existencia, entre ellas la de 1926 para agregarle un nivel, con apego al proyecto del arquitecto Augusto Petriccioli.

Destacan además las reformas que hicieron los gobiernos de López de Santa Anna, Arista, Juárez, Maximiliano, Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz. En 1692 el Palacio sufrió una demolición parcial a causa de un incendio y fue reconstruido. En la administración de Luis Echeverría se ejecutaron obras de consolidación.

         En la Historia Gráfica de la Revolución Mexicana, de Gustavo Casasola, se muestran fotografías del inmueble antes y después de su remodelación para que tuviera tres pisos, y una imagen más donde se ve que la campana de Dolores está suspendida sobre la cabeza de un grupo de civiles y militares, antes de volver a su nicho.

         Meses antes de que tuviera lugar la presentación de la nueva imagen del Palacio, el zacatecano Ramón López Velarde se refirió a él en su poema ‘La suave patria’, donde expresó: «Tu imagen, el Palacio Nacional,/ con tu misma grandeza y con tu igual/ estatura de niño y de dedal».

         Ese ha sido sólo uno de los muchos episodios en el edificio que ocupa 40 mil metros cuadrados y ha visto desde atentados contra los presidentes, hasta los intentos de incendiar las puertas en 2014 y 2020 por parte de encapuchados y feministas, respectivamente, así como un supuesto plan dinamitero en 2019 por parte de policías federales inconformes con su traslado a la Guardia Nacional.

         En el Palacio Nacional vivieron durante la Colonia ministros religiosos que fueron virreyes, y también la poeta Juana de Asbaje cuando sirvió como dama a la virreina Leonor Carreto. Después fue la sede de dos imperios, el de Iturbide y el de Maximiliano. Allí hubo muertes, nacimientos, bautizos y hasta dos bodas, en la capilla que luego se convirtió en la biblioteca de finanzas públicas.

En su interior existieron una plaza de toros, un jardín botánico y los observatorios meteorológico y astronómico.

         Durante el siglo XIX, mientras que en 1847 las tropas invasoras estadunidenses pusieron su bandera en el asta del edificio, al restaurarse la República el presidente Benito Juárez vivió sus últimos años en el ala norte y allí murió el 18 de julio de 1872 y fue velado en el Salón Iturbide. Siglo y medio después, el presidente Andrés Manuel López Obrador eligió ese lugar para vivir, pero en el extremo sur del tercer piso, hacia la calle Corregidora.

         Antes que Juárez, Maximiliano de Habsburgo vivió en el que fue convertido entonces en Palacio Imperial, pero como menciona Carlos Tello Díaz en su libro Maximiliano emperador de México (Editorial Debate, 2017), las chinches lo obligaron a pasar su primera noche sobre una mesa de billar.

         En contraste con el elegante baile que hubo en 1910 en Palacio durante las fiestas del centenario del Grito de Dolores, entre los sucesos dramáticos vividos allí figuran algunos intentos de magnicidio.

A las afueras del célebre edificio murió el 9 de febrero de 1913 el general Bernardo Reyes, víctima de los disparos desde el interior cuando encabezaba a los opositores al presidente Francisco I. Madero en el inicio de la Decena Trágica. Luego, adentro, Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez fueron obligados a renunciar y quedaron como prisioneros.

         El 5 de febrero de 1930 Pascual Ortiz Rubio tomó posesión de la Presidencia y al entrar al Palacio Nacional fue atacado de bala por un sujeto llamado Daniel Flores, y tras una intervención quirúrgica estuvo inactivo durante dos meses.

         El 10 de abril de 1944 Manuel Ávila Camacho resultó ileso de un ataque cuando, al transitar por el Patio de Honor hacia su despacho se detuvo a saludar al teniente Antonio de la Lama Rojas, quien le disparó con una pistola, aunque sin éxito porque el presidente usaba chaleco antibalas.

         El presidente Miguel de la Madrid pudo haber muerto en el balcón central del Palacio Nacional el 1 de mayo de 1984, durante el desfile del Día del Trabajo. Más de una década después, en 1995, el recluso José Armando Palacios Marquina confesó al periodista Jorge Espíndola Hernández, de la revista Impacto, que desde la calle y a sólo 50 metros de distancia del mandatario, le iba a disparar con una pistola 9 milímetros, pero una mano se lo impidió y le dijo que “eso no está escrito en los planes”. Momentos antes, el atacante también había fallado al lanzar contra el sitio de honor una bomba molotov que cayó en otro balcón y causó heridas al director del ISSSTE Alejandro Carrillo Castro, a una funcionaria cubana y al general Arturo Cardona.

         Quien ocupe la Presidencia de la República dentro de un lustro, tendrá la oportunidad de conmemorar el primer centenario de que el Palacio Nacional fue ampliado con un tercer nivel y estrenó nueva fachada, y de mantener allí, si lo desea, tanto sus oficinas como su residencia, aunque sin interrumpir el acceso del público a sitios como el Recinto a Juárez y la antigua sede de la Cámara de Diputados, así como al mural y otras pinturas de Diego Rivera.

En fin, se trata de un “sobrio y majestuoso edificio revestido de dolor y de historia”, según lo describió el intelectual Alfonso Reyes Ochoa, hijo desconsolado de quien fue abatido a las puertas del Palacio en 1913, como ya se hizo mención.