- Importantes cardenales visitan México “sin encargos papales”
- Por José Antonio Aspiros Villagómez
RedFinancieraMX
Se encuentra en México el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, en una visita de cinco días que terminará el lunes 21 cuando, pese al carácter no oficial de su viaje, se reunirá con el presidente Andrés Manuel López Obrador y será nombrado huésped distinguido de la Ciudad de México por la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum.
En declaraciones a Rodrigo Vera, de la agencia noticiosa Apro (Proceso), el analista en temas religiosos Elio Masferrer Kan puso en duda que el purpurado hiciera tan largo recorrido trasatlántico “sólo para participar en una ceremonia dedicada a un sacerdote yucateco” -el acto principal que tendrá según el semanario de la arquidiócesis, Desde la Fe-, y aseguró que más bien vino “a tratar asuntos importantes con el gobierno mexicano”.
México y el Vaticano mantienen relaciones diplomáticas desde septiembre de 1992 y tres papas han arribado al país, pero en ocasiones previas hubo otras visitas de personalidades de la Iglesia católica, como por ejemplo la del cardenal francés Eugenio Tisserant en 1964 cuando, según las crónicas que como reportero escribimos entonces para dos publicaciones, tuvo cálidas recepciones populares a su paso por diversas ciudades.
Interesado en la arqueología, Tisserant llegó México con el propósito -tal vez pretexto- de conocer diversos vestigios prehispánicos, pero también tuvo otras actividades con la jerarquía local y declaró que no traía ninguna “misión especial” de parte del entonces papa Paulo Sexto.
Aun así, durante una conferencia de prensa opinó que el establecimiento de relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano -que entonces no existían- era “una cuestión que sólo los mexicanos pueden resolver, porque corresponde al pueblo de México señalarle a su gobierno la línea que éste debe seguir”. Faltaban 28 años para su establecimiento.
Tisserant dijo también que la Santa Sede respetaba todos los regímenes gubernamentales y sostenía relaciones con los pueblos que deseaban esos vínculos, independientemente de la ideología política de sus gobiernos, en la cual no había interferencia alguna. México, aseguró, no es considerado en el Vaticano como un país anticlerical; al contrario, se le tiene como sumamente religioso.
Tan religioso, que fueron decenas de miles los fieles que lo aclamaron donde se presentaba: Puebla, Veracruz, Guadalajara, Jalapa, Mérida, Oaxaca, Guanajuato, Acapulco, el Distrito Federal. En Tlalnepantla, donde consagró la catedral de esa diócesis, la multitud no se contenía, las vallas no fueron suficientes y -según recordamos- los servicios de auxilio médico estuvieron muy atareados.
En Guadalajara el gentío lo emocionó hasta las lágrimas. Caminaba mirando a un lado y a otro y no acertaba a darles la bendición. En un momento de incredulidad preguntó al cardenal José Garibi: -Eminencia, ¿todo esto es por mí? -Sí, eminencia, es por usted, fue la respuesta del purpurado mexicano y el decano del colegio cardenalicio se limitó a exclamar: ¡Dios mío!
Por su deseo de conocer las zonas arqueológicas de México, el cardenal visitó San Juan Teotihuacán bajo un sol abrasador que lo obligó a detenerse para tomar un vaso de agua de horchata. Y al pasar por Tepexpan, salió al camino un grupo de enfermos en sus sillas de ruedas para verlo.
Otro día, para conocer los atlantes fue a la pirámide de Tula, Hidalgo, donde también lo esperaban los pobladores del lugar para ovacionarlo. También estuvo en Uxmal, Chichén Itzá, Mitla, Monte Albán y el Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana, y al final no pudo decir cuál lugar le gustó más; todos lo dejaron maravillado, confesó. Ya no conoció el Museo Nacional de Antropología, porque fue inaugurado días después de su partida.
En la catedral de Jalapa vio el cuerpo incorrupto del obispo Rafael Guízar y Valencia (1878-1938), perseguido y desterrado por el gobierno durante la Guerra Cristera, y a su regreso al Vaticano llevó la causa de su canonización, que habría de tardar más de 40 años pues fue beatificado en 1995 por Juan Pablo II y canonizado en 2006 por Benedicto XVI.
A la despedida de Tisserant acudieron miembros del Movimiento Familiar Cristiano investidos por él como Caballeros del Santo Sepulcro, y del Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), un grupo estudiantil ultraderechista de choque apoyado por empresarios y por la Iglesia, y adiestrado en artes marciales para atacar a los universitarios seguidores del gran personaje del momento, y luego de la Historia, Fidel Castro Ruz.
Por supuesto, no hubo reunión alguna con el presidente Adolfo López Mateos ni nadie de su gobierno. O no se supo.