Textos en libertad

0
57
  • Medio siglo de los “halcones” del Jueves de Corpus
  • Por José Antonio Aspiros Villagómez

RedFinancieraMX

El próximo 10 de junio se cumplirán 50 años de que una marcha de estudiantes por calles de la Ciudad de México fue disuelta por paramilitares identificados como “los halcones”, con saldo de 42 muertos según uno de los organizadores de la manifestación, o 22 al decir de uno de los investigadores.

Habían pasado apenas 20 meses desde la matanza de estudiantes también, en la Plaza de las Tres Culturas dentro del conjunto habitacional de Tlatelolco (1968), cuando se produjo la de 1971 en un día que coincidió con la celebración religiosa del Jueves de Corpus.

En su muy documentada obra Tragicomedia mexicana (Planeta, 1992), el escritor guerrerense José Agustín dice que aquellos sucesos significaron una “carambola de varias bandas” para el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez (LEA), hoy de 99 años.

Esto es, “frenó toda protesta estudiantil con la bandera disuasiva de otro Tlatelolco”, pidió la derogación de una ley orgánica para la Universidad Autónoma de Nuevo León que había provocado manifestaciones y paros de los alumnos; con ello la consecuente renuncia del gobernador Eduardo Elizondo que “no le simpatizaba” al mandatario, y después del ataque del 10 de junio en la Ciudad de México contra quienes apoyaban ya a destiempo a los neoleoneses, se deshizo, al pedirle la renuncia, del “presidenciable muy incómodo” Alfonso Martínez Domínguez, jefe del Departamento del Distrito Federal, en una de cuyas dependencias, el Metro, estaban en la nómina los “halcones” desde el sexenio anterior. También fue renunciado el jefe de la policía capitalina Rogelio Flores Curiel, a quien antes de ese Jueves de Corpus le habían quitado el mando y por ello nada tuvo que ver.

Según el autor de libros sobre la política en México, Roderic Ai Camp, a juzgar por lo que le dijeron “la mayoría de los observadores” a quienes consultó, Martínez Domínguez habría dimitido como “resultado también de luchas de poder internas en el círculo gobernante”, esto es, había sido heredado a LEA por su antecesor Gustavo Díaz Ordaz. ((Biografías de políticos mexicanos 1935-1985, FCE, 1992).

De acuerdo con José Agustín, “Halconso” Martínez Domínguez -como se le apodó desde entonces- reveló a Proceso que ese 10 de junio LEA lo “encerró” en Los Pinos “con el pretexto de discutir el aprovisionamiento de agua de la ciudad” y sólo se enteró bien de los acontecimientos cuando salió de ahí, pero “vio a Echeverría dar órdenes telefónicas de que la represión fuese dura y de que se quemaran o enterraran los cadáveres”.

Por su parte, el propio presidente dijo en su primer informe de gobierno que había instruido a la Procuraduría General de la República para que investigara, deslindara responsabilidades y se castigara a los responsables, lo cual no ocurrió. Y luego, en una visita a la Universidad Juárez de Durango, aseguró que se había tratado de una agresión “en contra del gobierno”, según relata en su libro Operación 10 de junio (versión electrónica, Fundación Rafael Preciado Hernández, 2012), el ya desaparecido periodista y político de oposición Gerardo Medina Valdés, autor también del primer reportaje sin censura acerca del 2 de octubre, publicado en la revista La Nación (del PAN) 13 días después de ese hecho criminal.

Aquel 10 de junio de 1971 presentó asimismo su renuncia el subsecretario de Radiodifusión y director de Notimex y Radio México, Enrique Herrera Bruquetas, luego de discutir con el presidente Echeverría y negarse a “realizar una emisión en cadena nacional para decir que la manifestación estudiantil de ese día era obra de los emisarios del pasado y los agentes de la CIA que estaban disparando, por lo que había sido necesario reprimirla”. “La conversación se volvió áspera, pues el Ejecutivo repetía la orden, que cerró con una frase contundente: El presidente de la República soy yo, no usted” (Paula Carrizosa, “Echeverría ordenó rematar en hospital a heridos el jueves de Corpus, acusan”, La Jornada, 24 jun 2011).

Al participar en la presentación del libro de Joel Ortega, 10 de junio, ¡ganamos la calle! (Ediciones de Educación y Cultura, 2011), en la Universidad Autónoma de Puebla, Herrera mencionó además las instrucciones del mandatario: “vayan al (hospital) Rubén Leñero y rematen a los estudiantes”. Sin embargo, la prisión domiciliaria que le fue impuesta a LEA en 2006, aunque pronto se le declaró no culpable, fue por lo del 2 de octubre de 1968, no por lo de1971.

Uno de los personajes más conocidos por los sucesos de 1968, el ingeniero Heberto Castillo, se había opuesto a la marcha estudiantil del 10 de junio de 1971 porque “podía convertirse en una trampa”, según un artículo que publicó en El Universal. Y en su libro Si te agarran te van a matar (Océano, 1985), menciona una larga charla que tuvo con Martínez Domínguez (y este le pidió no revelarla), quien a punto de las lágrimas le narró cómo y por qué había fraguado todo Echeverría, y a él lo había “tratado como un trapo sucio” y “arrojado a la basura” al usarlo para sus propósitos y luego despedirlo.

Hace una década, el ya citado Joel Ortega dijo a Jorge Ramos, también de El Universal, que ese día hubo 42 muertos, mientras que Ignacio Carrillo Prieto, titular de la fiscalía creada por Vicente Fox para investigar los hechos de 1968 y 1971, aseguró que según las indagatorias habían sido 22. Algunas versiones que leímos, mencionan una generalidad: “cientos”.

Ortega le dijo también al entrevistador, que antes de la marcha se había discutido “la posibilidad de no salir”, pero él era partidario de que sí lo hicieran, y en el camino se toparon tres veces con vallas de granaderos que trataron inútilmente de disuadirlos porque era “muy peligroso, pues había rumores de grupos armados que iban a actuar (en) contra” de ellos, pero los estudiantes insistieron y les fue franqueado el paso… hasta que aparecieron los “halcones” gritando “Che, Che Guevara” y los atacaron con kendos y luego empezaron los disparos, que fueron repelidos por “algunos (manifestantes) armados que eran el embrión de la Liga 23 de Septiembre y probablemente dispararon, (pues) cayeron también halcones”.

Así, los rescoldos del 68 no fueron apagados con aquel cruento ataque de 1971; más bien se reavivaron con el surgimiento de la guerrilla -un producto de aquellos años de represión en diversos países- y con la persecución que emprendió el gobierno contra esos opositores y que está muy documentada en el libro La guerra sucia, del extrañado colega Carlos Borbolla, basado en sus reportajes de 2002 para Excélsior con los que mereció el Premio México de Periodismo.