- Día de la Bandera, en el bicentenario del Plan de Iguala
- Por José Antonio Aspiros Villagómez
RedFinancieraMX
Este 24 de febrero se celebra en México el Día de la Bandera, justamente en el bicentenario de la proclamación del Plan de Iguala por parte de Agustín de Iturbide, quien también ideó el lábaro tricolor que usó el Ejército de las Tres Garantías, integrado por los combatientes realistas e insurgentes cuando se unieron para lograr la consumación de la Independencia.
De acuerdo con el Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (INFDM), “el día de la Bandera mexicana fue establecido el 24 de febrero de 1934”, pero la “conmemoración nacional fue oficialmente reconocida hasta 1940 por decreto del Presidente Lázaro Cárdenas del Río”. La fecha fue ratificada por la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, promulgada el 24 de febrero de 1984.
Dice el INFDM en su blog, que “en 1821 Agustín de Iturbide se inspiró en dar garantías a los mexicanos declarando la Independencia de México, (y) es entonces cuando nace nuestra Bandera” (https://www.gob.mx/inafed/articulos/24-de-febrero-dia-de-la-bandera-235680)
De ello no encontramos detalles en la versión abreviada de México a través de los siglos (Océano, 1991), ni en la Nueva historia general de México (El Colegio de México, 2010), mientras que la Enciclopedia de México (1977), sólo dice que la bandera fue “ideada” por Iturbide y “firmada” por él y otros jefes en Iguala el 24 de febrero de 1821.
Agrega que aquella bandera “era tricolor, con franjas diagonales de color rojo, verde y blanco; una estrella en cada franja; y en la central, una corona imperial dorada, con el fondo encarnado y orlada con las palabras religión, independencia, unión”.
Esa bandera fue modificada por decreto de la Junta Provisional Gubernativa del Imperio Mexicano el 2 de noviembre de 1821, para que tuviera franjas verticales con los colores verde, blanco y rojo y un águila en el centro posada sobre un nopal y con la cabeza coronada. De ahí, vinieron diversas modificaciones hasta llegar a la versión oficial actual.
Sobre cómo fue decidida la bandera del Ejército Trigarante, y esto ya lo habíamos comentado años atrás, hay una versión sin probable sustento histórico en el poema ‘El color de la bandera’, de Rafael Nájera, que se publicó sin fecha en la edición de 1910 del Romancero de la guerra de Independencia y en la versión facsimilar de 2010, prologada por Adolfo Castañón y editada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (hoy Secretaría de Cultura).
Retomamos nuestra antigua glosa de ese poema:
Aquella historia de que los colores de la bandera de México tuvieron su origen en los de la sandía que comieron Vicente Guerrero, Agustín de Iturbide y otros personajes reunidos para discutir el tema, se encuentra en el poema decimonónico de Rafael Nájera.
Según lo que relata esa rima, el 13 de marzo de 1821 (discrepa del 24 de febrero) tuvo lugar tal encuentro en Iguala, cuyo pueblo “estaba de fiesta” porque Guerrero esperaba al “aliado poderoso de aquella campaña excelsa” y llegaría a “tratar urgentemente la adopción de la Bandera”.
“Los dos jefes denodados” se encontraron en una casa contigua a la modesta parroquia del lugar y el primero en hablar fue Iturbide, quien se refirió a las tres garantías del Plan de Iguala como base para los colores de la bandera: “la santa Independencia… la Religión divina (y) la Unión, que nos hará fuertes”.
Según los versos de Rafael Nájera, el antiguo realista habría dicho: “Pues estas tres garantías, / deben de ostentarse, bellas, / en los colores que lleve / nuestra flamante Bandera”, a lo que Nicolás Bravo propuso el azul del cielo para la religión, la pureza del blanco para la unión y el rojo para la independencia, por ser el mismo de la sangre con que se consiguió la libertad.
Iturbide lo frenó: “Don Nicolás”, le dijo, esos colores “no dan exacta la idea” … “y además son los que flotan / en la bandera francesa / y una imitación, sin gracia, / podría resultar la nuestra”. Por lo cual pidió “algo nuevo” y más expresivo para demostrar “la fe de nuestros mayores… el porvenir de la patria… y la majestad excelsa” del pueblo.
Hubo alrededor de aquella mesa otras propuestas. El italiano Vicente Filisola, ex realista también, planteó adoptar con “diversa combinación” los colores de la bandera de España, “que es nuestra madre”: “Barras de gualda y de sangre”, y aseguró que su iniciativa no era una “imitación rastrera”, a pesar de que precisamente la monarquía española lo había enviado a combatir a los insurgentes mexicanos.
Y así siguió aquella “acalorada discusión”. Ignacio López Rayón mencionó las barras y estrellas del lábaro estadunidense; Juan Álvarez sugirió que “lleve como emblema / un águila caudalosa / destrozando á una culebra”, y en esas estaban cuando entró un mozo que llevaba “en una enorme bandeja / una colosal sandía”.
Era la famosa y providencial sandía que permitió a Guerrero hacer la propuesta a Iturbide: “Señor, dice, vencida / la dificultad se encuentra: / He aquí los bellos colores / que serán Nuestra Bandera”.
Ya no dice el poeta en su versión rimada de este suceso, cuál fue la respuesta -evidente, por lo demás- de quien luego se coronaría emperador, sino que se produjo un “aplauso estrepitoso” de todos por la “hermosa idea”, y que hubo regocijo y enhorabuenas a Guerrero “por su feliz ocurrencia”.
En cuanto al diseño y los colores de la bandera de México, debe decirse que la italiana, también verde, blanco y rojo, es posterior a la de México, además de que el tono de ambos verdes es diferente y el tamaño de los lábaros también.