- Además de excelente comida, se ofrece la pasarela por donde desfilaron cientos de famosos
- Por José Vilchis Guerrero
RedFinancieraMX
Uno podría imaginar una historia de los años veinte en la que llegaran Pancho Villa y Emiliano Zapata, acompañados de Venustiano Carranza y el general Álvaro Obregón en la más cordial convivencia en El Taquito, del Centro Histórico, el más antiguo restaurante de la Ciudad de México, pues surgió en 1917, en plena Revolución, cuando se conformó la Constitución que sigue vigente, con muchas reformas a la fecha.
O podría uno imaginar una película en la que Marilyn Monroe conquistara con su avasalladora sonrisa el corazón del presidente Kennedy, pues ellos también estuvieron, en los años sesenta, en los salones del famoso restaurante taurino, el de más larga tradición.
En el fragor de la Revolución, don Marcos Guillén viajó de Guadalajara, Jalisco, a la Ciudad de México en busca de fortuna. Se instaló en 1917 en las calles de El Carmen y República de Bolivia, del barrio de El Carmen, donde comenzó como comerciante en una recaudería de su propiedad, junto con su esposa, María Concepción Rioja, y para ayudarse, vendían tacos de carnitas que preparaba don Marcos.
Apenas se estaba publicando la Constitución, cuando la pareja atendía el modesto negocio, que al crecer la demanda de los tacos de carnitas, la pareja Guillén Rioja se vió en la necesidad de alquilar un establecimiento en la misma esquina de República de Bolivia y El Carmen. Para 1923 ya era el más famoso restaurante taurino del Centro Histórico. Para 1930 sus hijos adquirieron el inmueble en propiedad.
Es un lugar que ha conservado el estilo y la decoración que le dio don Marcos Guillén, aficionado a la tauromaquia, quien hizo amistad con los grandes toreros de la época, como Rodolfo Gaona, Armillita, Luis Procuna y Carlos Arruza, entre otros, por lo cual comenzó a decorar su establecimiento con cabezas disecadas de toros, carteles, fotografías y trajes de torero. Con el tiempo la clientela fue creciendo y se fueron instalando los comensales en los distintos salones.
Con el apoyo de su incansable esposa doña Conchita, como la conocían los clientes, don Marcos preparaba las carnitas que saboreaban desde entonces; luego fue la lengua, sopa de médula, pollo y antojitos que a la fecha se sirven con la misma receta que se ha conservado hasta la tercera y cuarta generación, sus hijos David, Enrique y Rafael comenzaron a apoyarlos en la atención a la creciente clientela desde los años treinta.
Rafael Guillén Hernández, de la tercera generación, hijo de Rafael Guillén Rioja, dijo en entrevista exclusiva con este medio que fue aquí, en el restaurante El Taquito, donde su abuelo, don Marcos, preparó las carnitas para un banquete del general Álvaro Obregón, que se sirvió en el restaurante La Bombilla, del rumbo de San Ángel, donde posteriormente fue asesinado por José León Toral, el 17 de julio de 1928.
A David, Enrique y Rafael Guillén Rioja les tocó atender a los políticos de la época, desde Emilio Portes Gil, Plutarco Elías Calles y Pascual Ortiz Rubio, sus sucesores en la Presidencia de la República. Los políticos de entonces, también aficionados a la tauromaquia, acudían con frecuencia a este icónico restaurante.
Disfrutaban en El Taquito de los exquisitos platillos típicos y los antojitos mexicanos los grandes actores y actrices de la época de oro del cine nacional Pedro Infante, Jorge Negrete, María Félix, Cantinflas, Tintan y Pedro Armendáriz de la pléyade de artistas cuyas fotografías dan cuenta de su gusto por convivir en este restaurante.
También figuran las fotografías y atuendos de los toreros Manolete, Pepe Luis Vázquez, Rafael Gómez Ortega, Joselito; Juan Belmonte y José Tomás, entre otros. En las paredes no sólo se aprecian las fotografías de grandes corridas de toros, sino también trajes de luces y otros motivos taurinos, que mantienen vigente la decoración de El Taquito.
Las chalupas, las costillas de puerco, pambazos y quesadillas siguen siendo los antojitos que se sirven de entrada y le siguen la sopa de médula, el caldo tlalpeño, el mole poblano y las criadillas de toro al mojo de ajo, que fueron la delicia de artistas de talla internacional como Anthony Quinn, quien estuvo de visita en este lugar con el legendario Jhonny Weismuller, quien personificó a Tarzán en los años sesenta del siglo pasado y que vivió en su residencia de Acapulco hasta su muerte, en 1984.
Rafael Guillén Hernández, quien nació en la Ciudad de México en 1961, dice que adquirió de su padre, Rafael Guillén Rioja y de sus tíos, David y Enrique, la pasión por la gastronomía y su vocación culinaria. Egresó de la Universidad Intercontinental como licenciado en administración de empresas hoteleras.
En la entrevista Guillén Hernández recordó que le contó su abuelo don Marcos que recibió al joven estudiante Emilio Portes Gil y le pidió fiado el almuerzo cuando vivía en la casa del estudiante de El Carmen, y que ya siendo presidente se presentó con él y le dijo: “vengo a pagar mi deuda”. Don Marcos le respondió bromista: “olvídese de su deuda, mejor págueme los intereses que generó su deuda”.
Proliferan en los salones de El Taquito fotografías de toreros, artistas, deportistas, políticos y cantantes. También cuadros al óleo. Hay uno del torero Dominguin besando el testuz de un toro. Guillén Hernández recordó que el torero vivió en la dictadura de Franco en España y es padre del cantante Miguel Bosé.
También recordó Rafael que aquí en su restaurante se hizo la comida que se sirvió al presidente Kennedy en el Castillo de Chapultepec, invitado por el presidente Adolfo López Mateos, al inicio de los años sesenta del siglo pasado. Y en 1979 se preparó la que se sirvió a 200 comensales en la Basílica de Guadalupe a invitación del Papa Juan Pablo II en su visita a México.
Rafael recordó que cuando se filmaba la película “A toda máquina”, en el Jardín de El Carmen, donde estaba el Escuadrón de Motociclistas de la policía metropolitana, acudían a comer a El Taquito Pedro Infante, Luis Aguilar, Aurora Segura, Alma Delia Fuentes, Ema Rodríguez y todo el elenco de artistas y técnicos.
Aquí proliferan también las historias. Fidel Castro, quien vivió en la calle de Colombia, iba a comer a El Taquito y hay fotografías que lo acreditan, junto a otras celebridades que recuerdan la presencia del Indio Fernández, quien invitó a comer a la legendaria Marilyn Monroe, de quien conservan a la fecha una silla forrada con tela roja, la misma donde se sentó la famosa actriz.
Sopa de nopales y de médula, las pioneras, fueron las preferidas de los presidentes posteriores a la Revolución hasta Ernesto Zedillo y periodistas como Jacobo Zabludowsky, quien transmitió en varias ocasiones su noticiero “24 horas” desde las instalaciones de El Taquito, donde permanecen las fotografías de boxeadores como Mantequilla Nápoles, Julio César Chávez, La Chiquita González, José Medel, Rubén Olivares y Vicente Saldívar.
Para llegar a este restaurante icónico, hay que caminar del Zócalo hacia la parte posterior del Palacio Nacional y hacia el norte entre una multitud de vendedores y hombres y mujeres que van de compras, hasta llegar al número 69 de El Carmen, esquina con República de Bolivia, donde el principal problema es el ambulantaje, que permanece desde que inicia el día hasta la tarde.
“Es un problema el ambulantaje para nosotros, pues la gente bloquea la entrada a El Taquito”, comenta Rafael Guillén Hernández, quien ya prepara a la cuarta generación, Carla Guillén Mayén, su sobrina, al frente de la cocina, para mantener la exquisitez de los platillos con sus recetas originales. Y Rafael Guillén Caracheo, su hijo, a cargo de la administración.
Hay que llegar a El Taquito para recordar la historia de México con sus personajes de la Revolución, los políticos que desde entonces han gobernado al país y los artistas de cine, teatro y televisión como Ignacio López Tarso, Gonzalo Vega, Tongolele, Lyn May, Enrique Cuenca y Eduardo Manzano, los Polivoces; Lucha Villa, Paquita la del Barrio, Resortes, Pedro Armendáriz, Cuco Sánchez, Tin Tan, José Alfredo Jiménez, Miguel Aceves Mejía, Emilio Azcárraga Vidaurreta, Katy Jurado y Gary Cooper, cuyas fotografías tapizan las paredes de los salones.