- Estrategia de choque
- Por Roberto Cienfuegos J.
RedFinancieraMX
Ya casi casi nos acostumbramos. Sí, se ha hecho casi -insisto- una costumbre escuchar cada mañana ataques desde Palacio Nacional a prácticamente todo el país. Con la salvedad, y eso a veces, del pueblo -que a partir de la 4T dejé ya de entender qué es el pueblo. Pero salvo unas muy pocas excepciones, la mayoría de los segmentos poblacionales de México resulta blanco del embate presidencial constante, cotidiano, agobiante, punzante, descalificador. Ya hasta sobra decir que estigmatizante porque se ha repetido “n” veces a lo largo de este sexenio, cuyo tramo final podría ser más largo todavía si persiste esta estrategia de choque.
Para decirlo de manera coloquial, el presidente no deja títere con cabeza. Se lanza contra empresarios, neoliberales, opositores o lo que queda de ellos, ni se diga, periodistas, clasemedieros, ahora contra la UNAM, la Feria del Libro antes, intelectuales, críticos y hasta funcionarios y ex funcionarios de su propio gobierno como por ejemplo, el ex titular de Hacienda, Carlos Urzúa, el sucesor de éste, Arturo Herrera, y el ex titular del Medio Ambiente, Víctor Toledo Manzur. Sólo por citar algunos. También no pierde oportunidad para enderezar sus lanzas contra funcionarios electorales y sus respectivos organismos. Y ni se diga contra jueces, magistrados y aún todo el sistema judicial del país, con excepción quizá del magistrado presidente, Arturo Zaldívar, el único chido, si, chido como dicen los jóvenes de nuestros días.
El mandatario también la ha emprendido contra algunos gobernadores. La clave de su presidencia es el ataque, la confrontación, el gancho al hígado. Se añaden a la lista las mujeres que se han lanzado a las calles para repudiar la violencia de género y el feminicidio que las asola. Bueno, también ha entrado en controversia con otros cultos, tras declararse él un seguidor del cristianismo, que tiene que ver con Jesús Cristo.
Y así, los ataques presidenciales hilvanan una larguísima red, cuyo propósito resulta casi incomprensible. ¿Qué se gana el presidente con esta política, estrategia o como quiera llamársele de choque?
Añádanse los epítetos, adjetivos o insultos que muchas veces ha propinado a cuánto personaje se le brinde, con todo respeto -aduce, eso sí-, dejando en claro que su pecho no es bodega. Clarísimo.
El presidente ciertamente está rompiendo la imagen que en general se había preservado de los Presidentes y Jefes de Estado al mismo tiempo del país.
Difícilmente, los presidentes de antes se lanzaban al ruedo de la manera en que lo hace nuestro actual mandatario. Difícilmente los veía uno perder los estribos, no al menos públicamente, y mucho menos demonizar a sus adversarios o simplemente a aquellos con los que no estaban de acuerdo, y menos desde el púlpito presidencial, el primer atril del país.
Nuestro presidente lo hace prácticamente todos los días, tiene para todos como decimos, salvo para uno que otro sector, en primer lugar el pueblo bueno y sabio que -ratifico- no sé a estas alturas qué es.
Se sabía en México hace años que la Virgen de Guadalupe, el Ejército y el presidente eran figuras o instituciones, inatacables, casi sagradas. Quien incurriera en esa falta, se arrepentiría. Luego se hizo y perdieron su sacralidad. Pero no fue así por años y hasta que se hizo.
Ahora, bajo la 4T, escasos sectores o figuras se salvan de las arremetidas cotidianas del presidente. Hay algunos que sí lo hacen. Entre los que se salvan destacan el Ejército, al que se juzga prácticamente incorruptible, la mamá del Chapo, a quien se le ha tributado consideración y respeto. “¿Cómo voy a dejar a una anciana respetable?” espetó el mandatario para justificar el saludo a la mamá del Chapo allá en la mismita tierra natal de Joaquín, y si acaso, algunos de sus colaboradores.
El gobierno, convencido de que son mejores los abrazos que los balazos, también ha tenido consideración con los criminales y sus derechos humanos. Eso que ni qué. Pero son muy pocos los sectores que libran la andanada cotidiana del presidente. Sólo él, y si acaso algunos más, saben por qué y para qué esta andanada cotidiana que agudiza el desencuentro nacional.
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