- Vacuna epopéyica
- Por Roberto Cienfuegos J.
RedFinancieraMX
Casi casi fue una vacuna epopéyica si uno admite que sólo unos cinco millones de personas, 10 por ciento de ellas en la Ciudad de México, todas mayores de 60 años, podrían vivir para contar la historia de su inmunización contra el Covid-19, la peor amenaza de salud en prácticamente un siglo.
Uno siente alivio, alegría, catarsis tras la aplicación de la vacuna porque es como un renacer, una segunda oportunidad de vida. Dan ganas incluso de poner un anuncio en el periódico o en las redes sociales, benditas o no, según su uso. Es tan así, que el inoculado comparte el hecho de la vacuna como una hazaña, si acaso de paciencia, claro, un hecho sobresaliente, digno de compartirse con otros como si se tratara de la mejor noticia en años, más aún cuando uno voltea y mira en su entorno, en especial el más inmediato, plagado de muertes, enfermos, dudas, una incertidumbre aplastante y aún mucho temor a contraer el devastador virus.
En el entorno se da cuenta uno, muy lamentablemente, de la estela de dolor, muerte, sufrimiento y pérdidas que ha dejado el Covid-19 a lo largo de más de 12 meses que tiene de cabalgar en el mundo y en México, claro. Así que la vacuna, la que sea, constituye la tabla para un náufrago desesperado y sobreviviente en este inicio del XXI, tan amenazante y acechante que nos ha tocado vivir en suerte, pese a todo. Más todavía si uno asume que la vacuna es la única garantía hasta ahora de asomarse al post-covid. Es el único seguro hasta ahora a la mano. Es que -insisto- la vacuna es el antídoto o si se quiere el veneno del Covid-19 y por ello se asume como un remedio epopéyico en los peores tiempos por los que ha atravesado la humanidad en décadas.
Como dijo hace justo un año -sí, un año- la señora canciller alemana, Angela Merkel, en uno de sus primeros discursos sobre la pandemia del coronavirus.
En marzo del 2020, Merkel exhortó por televisión a sus compatriotas a obedecer las reglas de las autoridades para combatir la pandemia del coronavirus. “Esto es serio; tómenselo en serio ustedes también”, dijo la líder en su primera alocución televisada dirigida a la ciudadanía en sus casi 15 años de mandato.
Merkel subrayó entonces la extraordinaria gravedad de la emergencia sanitaria por el Covid-19. “Desde la reunificación de Alemania, o mejor dicho, desde la Segunda Guerra Mundial, nuestro país no ha afrontado un desafío que dependa tanto de nuestra solidaridad colectiva”, argumentó la lideresa alemana, una que en la víspera ha pedido perdón a su pueblo de manera pública y sin ambages por haber planeado con otros pares europeos una nueva encerrona o confinamiento ante una eventual nueva arremetida de la pandemia, pero que luego resultó un fiasco Pero esa es otra historia.
De regreso a la vacuna en México digo que me sorprendió el proceso en el Centro de Estudios Superiores en Ciencias de la Salud (CENCIS-MARINA), al sur de la capital. Impecable, también hay que decirlo, el proceso por la calidad del personal de apoyo, médico, sanitario y aún militar, que en la jornada en que quien esto escribe pudo vacunarse. Sólo el ingreso a este Centro procuró alegría entre muchos mayores de 60 años, quizá los más vulnerables, y quienes saben -sabemos- que la vacuna es prácticamente la única alternativa en estos momentos de garantizar la sobrevivencia. Más aún porque nadie o casi, queremos perder la vida y menos de una forma tan violenta, amarga y sufriente como ha ocurrido a tantos en este año y meses de pandemia.
Impecables el servicio, la disposición y hasta la música tenue o suave que deleitaba el ambiente y acentuaba una atmósfera fraterna. Impecables las muchachas y jóvenes que con el logo “Pilares” en sus chalecos daban el saludo, sonreían y ofrecían información a las mujeres y hombres que acudimos con la expectativa de salvaguardar nuestras vidas. ¡Gracias! Impecables las médicas, médicos y personal de apoyo sanitario. ¡Gracias!
@RoCienfuegos1