- Poder, sólo poder
- Por Roberto Cienfuegos J.
RedFinancieraMX
Cada vez resulta más claro que para el presidente Andrés Manuel López Obrador, un político total o un zoon politikon como llamaban los griegos, el poder político es su preocupaciòn y ocupaciòn número uno,por encima claro de otros temas que agobian y sacuden al país.
Este año electoral, López Obrador está concentrado esencialmente en un asunto único: las elecciones de junio. Sabe de sobra que el seis de junio próximo se juega su destino personal, la gestión y el relevo de su gobierno.La apuesta es demasiado alta.
Todos los demás temas y asuntos de la cosa pública están transversalizados y enfocados por y en el reto de la llamada madre de las batallas electorales.
El presidente sabe todo o casi todo de la política mexicana. Conoce a fondo a sus personajes, actores y participantes. No ha pasado en vano todo el tiempo de su vida dedicado, abrazado a la política desde los tiempos en que militaba en el hoy venido a menos y muy estigmatizado PRI.
Siempre como un activista, audaz, persistente en grado máximo, López Obrador es en sí el primer presidente de la etapa postneoliberal de México a la que sataniza, estigmatiza y sobre todo culpa de prácticamente todos los males del país, la corrupción el peor de todos según ha sostenido con un enorme éxito, político por supuesto.
El presidente ha resultado a fuerza de empeño, persistencia y aún necedad -como él mismo ha admitido públicamente- un político sometido a periodos de máxima tensión. Hasta ahora ha salido indemne y no le han quitado un pelo ni lo han despeinado.
Tras un periodo de 38 años de presidentes liberales, la mayoría de ellos formados y educados en universidades extranjeras -ninguneadas por el presidente-, López Obrador asumió el poder Ejecutivo con un perfil muy diferente, agudamente contrastante al de sus antecesores, sus adversarios por antonomasia. Además, él mismo se ha encargado de vilipendiarlos, criticarlos y colocarlos en el imaginario social del país como unos auténticos villanos de la película nacional. No ha dado tregua y a la menor provocaciòn, los crucifica en el santuario del pueblo. No hay medias tintas. Ellos fueron los peores presidentes de México, conforme el guión presidencial que absorbe en forma total el pueblo bueno, sabio y noble, al que Él y sólo Él interpreta, encarna, y sirve como un verdadero siervo del país.
A la imagen que ha construido con un acierto total de sus antecesores, adversarios y todo aquel que se le oponga, López Orador ha erigido al mismo tiempo una imagen pública de político aliado de los pobres, incorruptible, nacionalista, soberano, libre de intereses o asociaciones vergonzosas y vergonzantes. Un político justiciero y honesto que marca raya entre el poder político y económico nacional.
Nadie como él para galvanizarse de toda crítica, señalamiento inculpatorio o sospechoso. Se ha proclamado junto con su gobierno y aliados como “los diferentes”.
El pueblo, el más pobre y menos ilustrado, cree en su discurso, se identifica con él político preclaro de Macuspana, acepta y aún se conforma con las ayudas -así sean insuficientes, precarias y aún esclavizantes- porque nunca antes en la etapa contemporánea ningún presidente del país había tomado la bolsa presupuestal como suya para repartirla entre los más desposeídos, que experimentan un alivio y un gozo íntimo de captar la atenciòn y el discurso del presidente.
Hasta ahora, la oposiciòn sólo reacciona de manera visceral, pero no alcanza a comprender el fenómeno López Obrador y en consecuencia no puede hilvanar un discurso y un plan de acciòn para contrarrestar a un presidente desbordado y sin cortapisa alguna que sigue dando rienda suelta a sus emociones, actuaciones e ideología, ésta última cargada incluso de una cosmogonía religiosa que expresa a través de conceptos como humanismo, fraternidad y concreta en el Detente.
El seis de junio próximo será la verdadera prueba al poder de López Obrador. Esas elecciones, consideradas -insisto- la madre de las batallas, revelarán, más allá del triunfo o la derrota de la 4t, una buena parte del ser nacional, más allá de lo que diga el INEGI.
@RoCienfuegos1