Singladura

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  • Virus trotamundos
  • Por Roberto Cienfuegos J.

RedFinancieraMX

El saldo de las tragedias, desastres y fenómenos más sobresalientes que enfrentó México a lo largo del siglo XX con su cauda de víctimas fatales y daños, parece menor frente al que arroja de manera preliminar el virus trotamundos del Covid 19 en este primer cuarto del siglo XXI. Lo peor es que una inmensa mayoría de los siete mil millones de personas –más, menos- que hoy habitamos el mundo desconocemos qué sigue, o para decirlo en términos llanos, qué pasará con esta pandemia en los días, semanas y aún meses por venir.

Veamos. En una geografía de casi dos millones de kilómetros cuadrados y con las imponentes Sierras Madres Oriental y Occidental que la atraviesan, México vivió un siglo XX de todo tipo de desastres naturales y tragedias, entre ellas varios de impacto mundial. Uno de éstos fue sin duda el terremoto del 19 de septiembre de 1985, que marcó un antes y un después en la crónica de los desastres mexicanos.

Al menos 10 mil muertos en la capital del país, según estimaciones diversas, centenares de miles de damnificados y pérdidas materiales que todavía hoy se resienten, fueron el saldo del peor siniestro natural del siglo XX en México.

Ninguno de los temblores que sobrevinieron en el siglo XX fue comparable con el que puso virtualmente de rodillas al país la mañana del 19 de septiembre de 1985.

Ni siquiera el recordado temblor de la madrugada del domingo 28 de julio de 1957, de intensidad 7.7 grados y que se prolongó por un minuto y 35 segundos, fue equiparable.

Después de todo, el sismo del año 57 sólo provocó un medio centenar de muertes y unos mil heridos en la ciudad de México, con una población entonces –asómbrese- de unos cuatro millones.

Si bien el sismo del 57 es aún famoso entre los mexicanos por causar el desplome del Ángel de la Independencia, que rodó desde su marmóreo pedestal del Paseo de la Reforma, el terremoto del 85 transformó en segundos el rostro urbano de la capital y aún del país entero que sufrió horas, días y aún semanas de profunda angustia, una emoción que en algún grado resulta similar a la que hoy enfrenta el país y aún el mundo por el Covid-19, el microscópico bicho que según muchos expertos llegó para quedarse.

A lo largo del siglo XX, los mexicanos han resentido al menos 70 poderosos temblores, pero el peor de ellos fue el registrado aquella mañana del 19 de septiembre. Una noche después, un segundo sismo de 7,3 grados de intensidad causó pánico durante 35 segundos, que hizo temer lo peor, pero sólo provocó algunos daños en instalaciones eléctricas y a inmuebles ya afectado la víspera.

También entre los peores temblores del siglo, los mexicanos aún recuerdan el ocurrido el 5 de abril de 1941, que alcanzó los 7.9 grados y arrasó el estado de Colima.

Dos años más tarde, el 22 de febrero, el nacimiento del Paricutín fue anunciado con un poderoso temblor de 7.7 grados que se resintió en la ciudad de México y los estados de Guerrero y Michoacán, en las costas del Pacífico.

“El Zapicho”, hijo del Paricutín, nació el 10 de enero de 1944, también con gran estruendo, pero sin causar víctimas.

El 24 de octubre de 1980, otro intenso temblor de 7.5 grados castigó el Valle de México y el Estado de Guerrero. Este movimiento telúrico dejó decenas de muertes y al menos 50 mil damnificados en unas 300 localidades del país.

Otro sismo intenso, de 7,6 grados en la escala de Richter, que afectó al país, fue el ocurrido el 15 de junio de 1999 con efectos en Ciudad de México y otros siete estados, entre ellos Puebla, Guerrero, Michoacán, Veracruz, México, Tlaxcala y Oaxaca.

Puebla, la capital del estado de igual nombre a unos 100 kilómetros al oriente de la ciudad de México, y declarada el 11 de diciembre de 1987 patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco, fue la más afectada por el sismo, que dejó una treintena de muertes.

Antes, en los 80, Chiapas fue escenario de la violenta erupción del volcán Chichonal que provocó unos 150 mil damnificados en el poblado Echonal del Municipio de Pichucalco. La ceniza, hasta de medio metro de altura, alcanzó el vecino estado de Oaxaca. Al menos 32 pueblos de Chiapas y Tabasco fueron declarados zonas de desastre, mientras que unas 100 mil cabezas de ganado peligraron y debieron ser sacrificadas.

En agosto de 1984, Chiapas volvió a sufrir los embates de la Naturaleza. Esta vez intensas lluvias sobre el Estado, rico en biodiversidad biológica y cultural, quedó aislado por el desborde de ríos.

Las lluvias volvieron en septiembre de 1988 a causar tragedia y desolación en el país. Al menos 10 mil damnificados se registraron entonces, mientras que el presidente de turno admitía que la ciudad de México figuraba entre las más azotadas por la contaminación atmosférica.

La zona norponiente de la ciudad de México volvió a ser escenario de la tragedia en noviembre de 1984 cuando sobrevinieron una serie de explosiones de gas en la localidad de San Juan Ixhuatepec, una populosa barriada de la ciudad habitada por gente predominantemente pobre.

Cifras oficiales admitieron 450 muertos por las explosiones en las instalaciones de gas en la zona, pero testimonios de afectados cifraron hasta en 1.200 el número de muertos, que fueron “empacados” en bolsas de poliuretano.

Más de 1.300 personas fueron declaradas desaparecidas por el siniestro, que pudo ser mucho peor de haber estallado depósitos de gas de 42 mil litros y cuyo riesgo mantuvo en vilo a millones de personas durante varios días.

Las explosiones provocadas por acumulación de gasolina en el drenaje de la ciudad de Guadalajara dejaron en marzo de 1992 al menos dos centenares de muertos y miles de damnificados. La tragedia fue considerada entonces la peor ocurrida con gasolina en ese siglo.

Mas la violenta explosión y descontrol del pozo petrolero Ixtoc en junio de 1979 en la Sonda de Campeche fue calificada como el peor desastre en su tipo. Las cifras sobre muertos y lesionados, aunque se creyeron altas, no fueron precisadas oficialmente.

La emergencia por el derrame petrolero, que se extendió en aguas internacionales y que generó una de las peores tragedias ambientales del siglo en México, fue comparada con la del Exxon-Valdes en Estados Unidos durante los 80´s .

“Gilbert” y “Paulina” fueron dos poderosos huracanes que flagelaron al país en septiembre de 1988 y octubre de 1997. El primero golpeó con especial fuerza el suroriental estado de Quintana Roo, en donde obligó al refugio de medio millón de personas.

El “Gilbert” dejó un saldo alto en pérdidas materiales y causó inundaciones con el agua que alcanzó alturas hasta de 5 metros.

Su colega “Paulina”, considerado el huracán más letal que haya azotado la costa sur de México, sobrevino el primer día de octubre de 1997, con una cauda de más de 200 muertos y millares de damnificados.

En octubre de 1996, el huracán “Paine”, que en su ingreso a tierra afectó áreas urbanas, agrícolas y actividades marítimas y pesqueras en una meda docena de Estados, fue sólo el anuncio del devastador paso de “Gilbert” y “Paulina” poco más tarde.

Otros desastres naturales en el siglo XX fueron las inundaciones de Michoacán y Colima, que dejaron en julio de 1975 un saldo de más de 15 mil afectados.

La tormenta “Henry” dejó un saldo levemente menor en agosto de 1979 cuando laceró a cuatro estados del Golfo de México. Dos años antes, México enfrentó un colapso eléctrico que afectó al 70 por ciento de los mexicanos sin que la empresa de luz diera a conocer nunca una explicación a la crisis.

La crónica sobre estos desastres incluye nevadas, la mayoría en el noreste y norte del país.

Recién comenzaba 1992 cuando el 18 de enero una fuerte nevada azotó el norte mexicano con un saldo de 51 muertes y 51 mil damnificados en los Estados de Nayarit, Sinaloa y Jalisco.

Mucho antes, en noviembre de 1961, Sonora y Chihuahua, fueron azotadas por una nevada, las más copiosa desde 1906.

El 10 de enero de 1967 violentas nevadas cayeron en los estados de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí, Tamaulipas, Zacatecas y Durango. La nieve alcanzó hasta un metro y las pérdidas de caña y naranja fueron cuantiosas.

Sereno por décadas el volcán Popocatépetl, o “Don Goyo”, como también se conoce a este coloso al oriente de la capital mexicana, cobró la vida de cinco personas cerca del cráter en mayo de 1996 cuando comenzó una actividad que mantuvo por días en alerta a miles de residentes en torno a sus faldas.

México resintió otro poderoso temblor el 19 de septiembre de 2017, exactamente a 32 años del sismo más letal en la historia nacional el 19 de septiembre de 1985, con un saldo de unas 300 muertes, decenas de edificios derrumbados, incendios aislados y alrededor de dos millones de personas sin electricidad.

El Servicio Sismológico de México reportó entonces que el epicentro del fenómeno se localizó en Puebla y tuvo una magnitud de 7,1 en el límite entre los estados de Puebla y Morelos.

Famoso por sus volcanes, montañas coronadas de nieve, sus selvas tropicales y muchísimos sitios de recreo internacional, cuyas playas atraen a millones de turistas del mundo, México también incluye en su rica geografía unos 50 mil kilómetros cuadrados de ríos y lagos.

Y es justo en esta geografía donde generaciones sin número de mexicanos han vivido toda una gama de desastres y tragedias o fenómenos espectaculares como el eclipse solar de fines del siglo XX cuando se propalaron versiones sobre la inminencia de numerosas desgracias y aún el fin del mundo.

De hecho, diversas crónicas cuentan sobre los presagios funestos que tejieron mexicanos el 30 de agosto de 1905, en los albores de esa centuria, cuando un eclipse total de sol obnubiló al país.

A mediados del siglo pasado, en 1953, el país sufrió los estragos de una epidemia mundial de gripe. Sólo en la capital de México, los sepultureros registraron entre 50 y 70 inhumaciones por día.

¿Qué pasará esta vez, cuando el aventurero virus del Covid-19 circula libre, soberano y casi impune por el mundo? También pasará, así deje en su camino, vertiginoso e insospechado, una cauda de muerte, dolor y destrucción, que alguna vez también serán la historia y la crónica de un tiempo difícil y retador en todas las áreas del quehacer humano.

ro.cienfuegos@gmail.com

@RobertoCienfue1