- Abyección
- Por Carlos Ramos Padilla
RedFinancieraMX
Durante la conferencia mañanera fui testigo de la más humillante y degradante abyección de un colega ante el poder, ante un político, frente al Presidente de México.
Una vergüenza para la profesión y para el oficio. Un insulto arrodillarse así ante un político cuando el país está salpicado de mucha sangre de compañeros asesinados por ellos, los gobernantes, que indirecta o bajo una responsabilidad descarada deciden eliminar a los incómodos y en muchos casos acusando libremente al crimen organizado del atentado.
Vemos hoy cómo a los periodistas se nos intenta convertir en vende/compradores de espacios para poder trabajar y a muchos se les contrata sin siquiera una sola prestación, todo bajo el agua.
Hoy sabemos que México es una nación de altísimo riesgo para ejercer la libre manifestación de las ideas, aunque se presuma de una expresión plena.
El poder, los mecanismos de seguridad pública han fallado, los funcionarios nos han mentido y dejan los cargos aun cuando la nación se los demanda.
Las torturas, amenazas cumplidas, ejecuciones, mutilaciones e incluso entierros cuando todavía están con vida dejan evidencia del salvajismo con que se actúa dentro de un multimencionado Estado de Derecho.
Candidatos mentirosos con promesas que no cumplen, crecimiento desmedido de pobres, venta de nuestra dignidad a cambio de pésimos servicios públicos, mucha impunidad, pero vimos cómo un compañero gritaba al Ejecutivo que gracias a su bondad se le levantaba el castigo de lo que llamó “mordaza”.
No, no regresa por su talento, por ser respetuosos a los demás y a las instituciones, por su valor patrio, por su auxilio a los demás, por formar e informar, por cobrar los justos sin recibir nunca sobornos, por señalar a corruptos con el riesgo que implica.
No, dice regresar a los medios porque el mesías lo decidió, no el pueblo de México, sino él, el perdonavidas, el hacedor de milagros.
Por eso el mundo no nos respeta, porque nos doblamos públicamente frente a quienes a final de cuentas saquean al país.
En otras naciones son capaces de hacer renunciar a un presidente o concluir con un sistema totalitario y nocivo.
Aquí, bajar el rostro es estampa de perdedores que se presumen líderes de opinión. Que lamentable es que el griterío no sea para exigir un territorio con leyes y más justo, sino para exhibir poca autoestima, una degradación, una minusvalía propia de quien no sabe poner el pecho pera enfrentar sus propios errores o sus culpas.
Quién podrá creer algo a ese compañero que ya se entregó voluntariamente al Señor Presidente, a quien, según él, le debe todo. Pero bueno estamos hablando entonces de escrúpulos, de moral, de principios, finalmente, de integridad y encarar a nuestros hijos con la conciencia tranquila.