- Ni para reclamar
- Por Carlos Ramos Padilla
RedFinancieraMX
Somos ridículamente absurdos. Reclamamos a las autoridades la falta de orden y el incremento a la violencia. Nos decimos víctimas de la impunidad y la ausencia de autoridad.
Le llamamos corruptos a los demás, pero algo nos está sucediendo como sociedad. Todos salíamos cada día la calle con ganas de ofender y de pelear. Sentimos que tenemos derecho de todo sobre los demás.
Lo que hacemos está bien, los otros están equivocados y hay que sancionarlos, empezando por la majadería y el pleito barato.
Por cualquier razón proferimos una serie de leperadas contra el prójimo y si podemos iniciamos la bronca para acabar a golpes, ¡y por nada!
Y lo peor, no reconocemos nuestros propios errores. No admitimos que nadie se permita tocarnos el claxon o señalar nuestra falta porque la primera respuesta es aventar el carro, perseguir al otro conductor y lo mínimo, mentarle la madre.
Es decir, estamos dispuestos a rompernos la cara, sin sentido, con el que sea por lo que sea y ese es reflejo de nuestro propio molestar colectivo.
O estacionamos donde nos viene en gana sin importar lo que ocasionamos. Nos paramos en doble fila lo mismo para comer tacos callejeros que recoger a los niños de las escuelas.
Muy nacionalistas los camioneros y microbuseros portan enorme banderas mexicanas, muy patriotas, pero la agresión en las calles, de su parte es monumental e impune.
Y con todo respeto, pero las damas vaya vocabulario que detonan en las calles, ni los carretoneros. Nuestro léxico tras el volante es una réplica de quienes en su vida han tenido dos centímetros de educación. Le decimos a los demás todo lo que nos irrita nos etiqueten.
Pero eso sí, nos quejamos de los abusos de los “guarros” cuando dejamos mucho que desear y ante nuestros hijos.
Desestimamos a los policías y agentes de tránsito y violamos una y otra vez los reglamentos vigentes. Los semáforos son para anularlos, los topes, que sirven para reducir la velocidad y dejar el paso a los demás, hay que saltarlos como sea aunque dañemos los amortiguadores.
Y el reclamo permanente, ese claxon tipo locomotora que usan los camiones del transporte público son un arma de poder e insulto para estos chóferes que dicen no tener dinero pero si llenan de accesorios los vehículos.
Quizá sería buenos que un día nos enfrentáramos todos contra todos a trompadas sin razón alguna para saber lo primitivo que nos vemos, lo violentos que somos, y lo estúpidamente que nos comportamos cuando desde lejos nos vestimos de blanco para pedir que se acabe la violencia.