Se comenta solo con…

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  • Consecuencias
  • Por Carlos Ramos Padilla

RedFinancieraMX

A nuestra generación, por fortuna, no le tocó sobrevivir a una guerra mundial, nos libramos del terror de los campos de concentración o de los estallidos de bombas atómicas.

Pero hoy estamos obligados a modificar nuestras costumbres, ideas, estructuras, horarios, calidez, compañía y hasta alimentación por pandemias.

Y que conste que no hemos sido solidarios ni actuantes aún con el cambio climático, pero si nos ha despertado conciencia el sida, el ébola, la influenza y el coronavirus.

Nos vemos y sentimos vulnerables a lo desconocido. No alcanzamos a entender cómo seres microscópicos pueden provocar genocidios, exterminios y muerte.

Entramos en pánico.

Tratamos de protegernos y no sabemos de qué ni cómo. Estamos aprendiendo a vivir aislados, sin comercios, sin misas ni funerales, sin antros, sin escuelas, sin trabajo, sin museos, sin eventos deportivos, sin ciudades.

Se multa por caminar, por salir a respirar, por abrir la puerta de casa (bueno eso está ocurriendo en culturas estables, informadas, con leyes y autoridad, con gobierno y con cooperación social). La policía está más que nunca cuidando la vida sin necesidad de corretear a delincuentes.

Los niños reciben instrucción pública en casa y los padres trabajan desde la sala de casa. Los jóvenes se prestan a servir a los ancianos en sus compras domésticas. Se intenta guardar orden y disciplina en el consumo de alimentos.

El Vaticano cierra sus puertas, las aerolíneas cancelan sus vuelos, las navieras sus travesías. En China ciudades en total abandono callejero, en Italia y España cierran fronteras terrestres.

Estados Unidos deja de recibir visitantes de Europa y cancela temporalmente sus visas de turistas a mexicanos.

En El Salvador ordenan el cierre de operaciones en aeropuertos. No hay bares ni restaurantes salvo de comida para llevar en varios países.

Son horas y horas de reclusión. Ahora si los vecinos están aprendiendo a conocerse, entablan conversaciones de ventana a ventana, sus fiestas son de edificio a edifico a través de bocinas y el festejo es con una copa de vino en un escritorio, pero no hay besos, ni apapachas, ni caricias, ni contacto físico.

Nos volvemos a reencontrar con la radio, buscamos imágenes en la tele, abrimos redes sociales para estar, para relacionarnos.

Disminuyen los consumos de gasolinas, suben y bajan los valores de las monedas, de las acciones, de las propiedades.

No hay estabilidad. Hemos, obligadamente, dejamos descansar al planeta.

Los niveles de ruido, de contaminación se ha reducido.

Calles vacías, mares tranquilos, cielos despejados.

Raro pero así estamos y estaremos y repito no hay guerra, hay advertencias biológicas que a decir verdad nos tienen contra la pared.