Se comenta solo con…

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  • Conmovedor
  • Por Carlos Ramos Padilla

RedFinancieraMX

Me resultaría más fácil de asimilar si algún experto en conducta humana o en análisis psicosocial nos pudieran explicar cómo es eso de que uno sea movido a la empatía o reconciliación con criminales.

Qué puede llevar a conmoverse porque un reo provoque misericordia, lastima o compasión por recibir una sentencia ante los agravios y delitos cometidos.

Cuál poderosa razón invita a reflexionar públicamente acerca de lo difícil que un asesino se la pueda pasar en su crujía.

No lo sé pero si entiendo a miles y miles de padres de familia que han tocado lo más profundo del infierno al saber que su hijo es un fármaco dependiente, un adicto con daños mentales y físicos irreversibles, que participa en el crimen organizado, que forma parte de una banda de secuestradores, que estudió enfermería para saber cómo amputar dedos a sus víctimas.

Puedo suponer la tragedia familiar de alguna mujer que fue violada, ultrajada, asesinada. Lo que significa para una madre tener que reconocer en la morgue los restos torturados de su hijo adolescente.

Cientos de miles de desaparecidos, arrancados de sus hogares que jamás serán encontrados y que quizá en el mejor de los casos permanezcan bajo tierra en un cementerio clandestino.

Y ante esto, ¿cómo es que podemos condolernos de aquellos que viven lastimando a otros? A quién puede generarle tristeza que un malnacido cuya misión era enfermar a la sociedad acabe tras las rejas y se le dicte cadena perpetua.

Por qué un ser humano que ha multiplicado sus ganancias corrompiendo todo lo que toca ablanda el corazón de sus juzgadores hasta el ridículo del perdón.

¿Qué tan dañada en sus valores puede estar una comunidad que permita que sus gobernantes en lugar de fortalecer las leyes, brindar seguridad, fortalecer la cultura cívica, promuevan la amnistía a los delincuentes?

¿A dónde puede conducir que los dirigentes de colectividades se presenten como generadores de indultos a asesinos? Hay motivos para preocuparse porque estaríamos llegando a la degradación, a la deformación de principios y lo más grave, a la formación de cuadros de reventadores sociales y desestabilizadores de regímenes constitucionales.

Que fácil entonces sería despertar a esa bestia que bien dominan los dictadores, los que condenan a su nación a soportar adoctrinamientos paramilitares o estructurar células de guerrillas urbanas comandadas por radicales extremistas.

Revisemos la historia y después no nos llamamos al espanto.