- El ejército
- Por Carlos Ramos Padilla
RedFinancieraMX
Nunca el Ejército Mexicano había estado tan vulnerable, atacado y humillado como se ha visto en estos días, sobre todo en Michoacán.
Fueron golpeados, agredidos, insultados y el jefe Máximo de las Fuerzas Armadas sólo se limitó a reconocer la dignidad de los soldados.
La primer gran afrenta a los militares, recuerdo, se registró en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari cuando ordenó el repliegue frente a las células del EZLN.
Las órdenes de no disparar y de mantener la cautela fueron respondidas por los locales encapuchados enviando a sus mujeres a escupirles el rostro a los soldados.
Luego en el sexenio de Felipe Calderón, al someterlos a un ejercicio de combate a los narcotraficantes sin brindarles protección, apoyo legal y autorización para el empleo de los recursos necesarios para enfrentar a los crimínales.
De ahí las emboscadas, los asesinatos, los secuestros a los soldados sumando una importante cantidad de “bajas” sin rendirles el merecido honor de parte de la nación.
Quedaron y han quedado como anónimos, sin rostro, sin nombre.
En el periodo de Peña Nieto, los enfrentamientos con los huchicoleros fueron constantes. El griterío de los hampones mientras les arroja piedras era “únete a nosotros, también eres pueblo”. Ahora en la Cuarta Transformación, en donde el Presidente no se atreve a entonar el himno nacional, ha colocado a los uniformados ante el enigma de una amnistía a los delincuentes y peor aún, frente a una derrota anticipada.
Es un mandatario que ha tolerado a gentes como Epigmenio Ibarra que ha calificado a nuestros soldados como asesinos en tanto él florece como un apologista del narcotráfico con sus series de televisión. Más aún, ahora pide ética a los periodistas que aparecieron en la famosa lista de la Presidencia en un argumento carente siquiera de vergüenza.
Amlo representa a esa izquierda intolerante que por años ofendieron a las fuerzas armadas calificándolas de represoras. Y hoy vemos las consecuencias. Estamos inválidos. Somos una nación que no sabe respetar a quienes son garantes de la seguridad y soberanía nacionales.
El presidente, dicho por él, ha mandado al diablo a las instituciones y en estas se encuentra el Ejército Mexicano. López Obrador lejos de su cansado discurso de “amor y paz, abrazos no balazos” debe asumir la responsabilidad como Ejecutivo Federal.
Estamos en una escandalosa cifra de muertos, de desaparecidos, de secuestrados. La violencia en aumento, pero según él, tiene otros datos. Habla de un pueblo bueno y sabio, pero aun cuando presume que conoce todo el territorio no entiende la desesperación de la, población, su angustia y necesidades. A todos los trata igual, como pobres porque quiere que todos seamos pobres. Vamos caminando todos por el débil sendero del fracaso. El despeñadero, que tanto mencionó hace unos meses burlándose de Peña Nieto, está más cerca que nunca.
Pero no se agrave a cambiar el rumbo y a decir “me equivoqué”. Sus errores están costando muy caro al progreso nacional. Vemos cómo se funden violencia con ausencia de proyectos claros y concretos.