Quedó sin veredicto un juicio de casi 20 años contra Hernán Cortés

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  • Conferencia de María José Encontra y Vilalta (III y último)
  • Por Norma L. Vázquez Alanís

RedFinancieraMX

La herencia renacentista de Hernán Cortés dejó su evidencia desde 1519, cuando estableció el Ayuntamiento en la Villa Rica de la Vera Veracruz y redactó e instituyó una serie de leyes que de alguna manera garantizaban la convivencia de todo ese grupo peninsular, además de que protegía al poder real en estos territorios.

“Sin embargo era lógico que el mundo de esos conquistadores no debió ser muy ordenado y las autoridades en la península les concedían ciertas atribuciones, pero cuando se daban cuenta de lo que habían otorgado, creo que se arrepentían y traban de cortarles ese tipo de beneficios dispensados con anterioridad”.

Así lo expuso la doctora en Historia María José Encontra y Vilalta en la conferencia ‘El Cortés desconocido’, que presentó en el Centro de Estudios de Historia de México Carso (CEHM).

Por ello, agregó, Cortés fue sometido a un juicio de residencia que no se inventó para el conquistador, sino que se hacía a todos los funcionarios con determinada importancia y responsabilidad, a fin de verificar que en todo lo hecho durante su gestión no habían caído en corruptelas.

El juicio de residencia contra Cortés se inició en 1529, se reabrió en 1534-35 y, sin que se emitiera un veredicto, siguió vigente hasta la muerte del conquistador en 1547. Hubo una serie de actos sospechosos, como el hecho de que el primer visitador o juez que llegó a la Nueva España murió misteriosamente a los 20 días de haber iniciado el juicio; se asienta en el documento que fue porque comió natas, pero se malició que esas natas estuvieran envenenadas y se acusó a Cortés de asesinar a este primer visitador, pero también el segundo falleció, de suerte que la situación no mejoró y el virrey tenía instrucciones de contrarrestar el poder de los conquistadores.

Hernán Cortés solicitó que se le concediera una entrevista con el emperador Carlos V para poder defenderse, pasó un tiempo en la península y en ese lapso comenzó el juicio de residencia sin que estuviera presente. “En lo personal -sostuvo Encontra y Vilalta- creo que fue un ardid un poco político, porque le dieron largas hasta que él se murió. Pareciera ser que las autoridades no querían resolver este asunto y en cambio lo trataron de compensar dándole el marquesado del valle de Oaxaca, que tenía más de 23 mil vasallos, es decir, lo ennoblecieron”.

Durante la primera parte del juicio de residencia en la segunda década del siglo XVI, se le quitó a Cortés la vara de gobernador, lo cual significó que lo anularon políticamente, aunque le hubieran concedido el marquesado.

Las acusaciones a Cortés

El proceso lo iniciaron la Primera Audiencia y Bernardino Vázquez de Tapia, quien instigó a todos los demás; el primero que presentó la denuncia fue Vázquez de Tapia y todas las respuestas que hubo a lo largo del proceso fueron del mismo tipo, por lo cual se intuye que todos se pusieron de acuerdo.

Se acusaba a Cortés de tener demasiado oro, de no haber repartido bien el botín, de poseer exceso de armamento, de que se quería levantar en la sierra, de que “se echaba -dice el texto de la acusación- con todas las mujeres que había en su casa, con hermanas, madres e hijas”, y de ser jugador, cuando todas las personas llegadas entonces a Mesoamérica jugaban.

Quien hizo la acusación de que era un gran jugador y blasfemo cuando perdía, fue Bernardino Vázquez de Tapia, quien también afirmó en ese proceso que a él le había tocado jugar muchas veces con Cortés. Al respecto, la ponente supuso que tal vez este señor fue un mal perdedor y por eso denunció a Cortés.

Por su parte, Juan Burgos lo acusó de ser sospechoso de asesinato; otra denuncia fue la de antropofagia consentida, pues en las practicas mesoamericanas se daba el consumo de carne humana y él podría haberlo permitirlo para tener a todos como aliados; así se lee en la documentación, explicó Encontra y Vilalta, quien coordina el doctorado en Humanidades en la Universidad Anáhuac.

Cortés defendió hasta el último momento los derechos que a su juicio le correspondían por su participación en una empresa tal como fue la conquista o la adquisición de tantos territorios para la grandeza del emperador. Él presentó quejas ante todas las autoridades que llegaron a Nueva España, como el virrey Antonio de Mendoza, quien finalmente tenía que cumplir como representante del rey para reducir ese poder, muchas veces exagerado por parte de los conquistadores y encomenderos. Hasta cuatro años antes de su muerte, en marzo de 1543, Cortés seguía escribiendo para reclamar.

La segunda parte del juicio de residencia lo inculpaba del asesinato o de la participación que tuvo en la muerte de su primera esposa, Catalina Juárez Marcayda. La conferencista aseguró que hay documentos de los hermanos y de la madre de esa señora, en los que consta que una vez que Cortés había obtenido el marquesado y ella ya había muerto, solicitaba los gananciales; ella estaba del lado de Vázquez de Tapia y fue una cuestión política porque no tuvieron descendencia, apuntó la especialista en periodo virreinal e inquisición.

Entre 1543 y 1547 Cortés estuvo nuevamente en la península porque el juicio no se había solucionado y su honra estaba en juego; en 1544 solicitó al rey que se suspendiera y en 1545 denunció que el proceso, que llevaba casi 20 años, no había sido regular pues presentaba una serie de errores jurídicos y malas intenciones por parte de sus enemigos.

Los últimos años del conquistador fueron de juicio tras juicio, demanda tras demanda y solicitud de créditos porque estaba endeudadísimo, pues había contratado préstamos para constituirse en la Nueva España como empresario y también porque realizó conciertos matrimoniales para dos o tres de sus hijos por medio de los cuales tenía que ofrecer cuantiosas dotes, así como para mantener su nivel de vida y tantas casas que poseía. Tenía una de las fortunas más importantes e infinidad de propiedades, de acuerdo con el listado que consta en su testamento, concluyó la doctora Encontra y Vilalta.