Pobreza y abandono en los templos del Centro Histórico capitalino

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  • Por Norma L. Vázquez Alanís

RedFinanciera

(Segunda y última parte)

 

La Plaza de Nuestra Señora de Loreto, ubicada al oriente del Zócalo de la capital mexicana, ha tenido varios nombres desde el siglo XVI; el segundo de ellos fue Plazuela de Santa Teresa en razón de que a principios del siglo XVIII se fundó el convento conocido como Santa Teresa la Nueva, explicó el doctor en Historia Manuel Ramos Medina, director del Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carso, al participar en el ciclo de pláticas sobre plazas y sitios de la Ciudad de México organizado por la institución que preside.

La fachada de este convento perteneciente a la orden de las Carmelitas descalzas, construido entre 1701 y 1703, se conserva bastante bien, según pudo corroborar el conferencista, quien visitó el lugar para cerciorarse de cuál es su estado actual. El nuevo claustro se edificó en lo que había sido la plaza de San Gregorio, convertida en un muladar rodeado de casuchas que se derribaron para limpiar el predio.

En Nueva España existía desde 1616 un convento de Carmelitas descalzas a un costado del palacio del arzobispo, pero se hizo otro porque era una regla estricta que no podía haber más de 20 monjas y si se superaba ese número debía pensarse en una nueva fundación que se denominó Santa Teresa la nueva, mientras que el primer claustro pasó a ser Santa Teresa la antigua.

Relató el doctor Ramos Medina, quien ha dedicado parte de su investigación a las órdenes religiosas en Nueva España, que la iglesia del convento de las Carmelitas tenía originalmente en su interior retablos extraordinarios que ya no están, pero se puede entrever la grandiosidad del templo de una sola nave con altares laterales.

Dijo que es una iglesia que, como todas las del Centro Histórico, sufren de pobreza porque la gente ya no va mucho a los templos, hoy pertenece al clero secular pues las monjas tuvieron que salir con los decretos que hubo en el siglo XIX y abandonaron su convento.

Al entrar se siente esa fuerza artística y esa riqueza que las monjas tuvieron, continuó el ponente; tenían propiedades con las que se mantenían, pero el dinero no era para ellas, sino para Dios y por lo tanto se canalizaba a la creación de templos, así como todo lo que conlleva la manutención del sacerdote, la compra del ropaje para la liturgia, las velas, etcétera.

Llama la atención de entre todas las reliquias que llegaron cuando fue la fundación de la iglesia y que siguieron llegando posteriormente, la de los huesos de santa Celeste, una mujer originaria de Córdoba, España, decapitada por defender su religión cristiana en tiempos del sultán Abderramán II. Esta iglesia está abierta al público, pero la plaza ha sido invadida por el comercio que la rodea con sus vendimias y hace perder la dignidad a estas construcciones que datan del siglo XVII.

 

Plaza de Loreto

 

Pero poco duró el nombre de Santa Teresa, porque después el padre Juan Bautista Zappa, de la Compañía de Jesús, trajo de Lombardía a Nueva España la devoción por la Virgen de Loreto al trasladar a estas tierras una cabeza de esa imagen y otra del niño Jesús que tiene en los brazos, réplica de las originales que habrían sido talladas por el evangelista san Lucas en Nazaret. Estas piezas estuvieron depositadas un tiempo en el templo de San Gregorio mientras edificaba una capilla que las resguardara.

Recordó el doctor Ramos Medina, quien es caballero de la Orden de Artes, Ciencias y Letras del gobierno francés, que entonces sólo se traían la cabeza y las manos porque en Nueva España se les daba cuerpo y sobre todo se vestía a la imagen de acuerdo con las características novohispanas.

En 1728 el doctor Juan de Castorena y Urzúa, que era chantre de la Catedral Metropolitana, hizo una gran ceremonia para la coronación de esta virgen, a la cual se le colocó una tiara de oro y diamantes, cuyo costo según crónicas de la época ascendió a más de cuatro mil pesos; además el canónigo dotó a la imagen de un rico sancti spíritus, con una cruz y un cordero de oro esmaltado de diamantes y rubíes.

Los jesuitas procuraron la devoción a Nuestra Señora de Loreto y construyeron en la iglesia de la Ciudad de México una copia tal cual como la tradición decía que era la casa de la virgen, que hoy ya no existe, pero el templo es grandioso; está compuesto por dos cuerpos con una portada exquisita, en cuyo centro está la imagen de la virgen en su casita. Explicó el doctor Ramos Medina que ahora está totalmente cerrado por precaución, en virtud de que la cúpula podría desplomarse.

Ahora a un lado de la iglesia hay una capilla pequeña dedicada a Nuestra Señora de Loreto, donde se puede ver un Cristo barroco extraordinario y en el altar hay exvotos en forma de casitas. El sacristán comentó al conferenciante que son agradecimientos que le hacen los devotos a la virgen por haberles concedido la posibilidad de comprar o construir una casa.

Después de la expulsión de los jesuitas en 1767, la plaza se abandonó a pesar de que las Carmelitas permanecieron hasta mediados del siglo XIX. Según las crónicas se habían plantado sauces, que se secaron por falta de mantenimiento; además llegó una fiebre a la Ciudad de México que acabó con casi todas las plazas; entonces se instaló un mercado de fierro y vidrio, aprobado por el Ayuntamiento en mayo de 1888 cuando ya no estaban las monjas, pero no cumplió con las expectativas y quedó vacío.

Tampoco existe ya la reja que protegía a la iglesia y el convento de las Carmelitas descalzas, aunque algunos inmuebles de la época aún están de pie. La Plaza recibió por último el nombre de Nuestra Señora de Loreto y así se le conoce ahora.

Placas alusivas y sinagoga en el entorno de la Plaza

 

En la esquina entre el convento, las casas y el templo de Nuestra Señora de Loreto, en la calle de San Antonio Tomatlán hay una placa que dice: “Aquí estuvo el colegio de las indias fundado por don Antonio Herdoña en 1753. Catálogo de la Inspección General de Monumentos Artísticos e Históricos”. Es interesante el dato porque no queda ningún rastro de ello más que esta placa y una mención en el documento Estado general de la población de México, capital de la Nueva España, 1790, que está en el acervo del CEHM, en el apartado de colegios de niñas donde se registra el colegio para indias de Guadalupe.

También hay otra placa en la misma plaza que consigna: “Esta fue la casa en que vivió y murió el capitán Juan Chavarría de Valera, caballero de la Orden de Santiago, 1682. Catálogo de la Inspección General de Monumentos Artísticos e Históricos”. Fue un personaje muy acaudalado que se distinguió por ser un gran benefactor del convento de San Lorenzo y por haber expuesto su vida para salvar de un incendio la Custodia en la iglesia de San Agustín en la ciudad de México. En su casa, en el número 5 de la calle Justo Sierra se construyó una hornacina en reconocimiento por su hazaña, pero ya está muy deteriorada.

Otro edificio de la Plaza (aunque es posterior) es la sinagoga Nidjel Israel, un espacio dedicado a la cultura judía en México. Fue la primera construida para la comunidad asquenazí y en septiembre de 1923 se inauguró el templo Monte Sinaí en el número 71 de la calle Justo Sierra, que ahora se considera un monumento histórico por la comunidad judía. A un costado hay otra construcción con una fachada neocolonial típica, otro de los grandes símbolos del judaísmo en la capital; su interior está impecable y se puede visitar, señaló el doctor Ramos Medina.

En medio de la Plaza de Nuestra Señora de Loreto hay una fuente que antes estuvo en el paseo de la entrada a Bucareli, construida por Manuel Tolsá y ahora su estado es bastante lamentable, sobre todo porque en la plaza hay alcohólicos e indigentes, concluyó el doctor Ramos Medina.