- Ahí viene el coco… No, no, son las feministas
- Por Francisco J. Siller
RedFinancieraMX
Es notorio que al presidente Andrés Manuel López Obrador no le “cae el veinte” respecto al movimiento feminista, que se está convirtiendo en el “coco” de su gobierno. Un tema que prefiere evitar, al que le da la vuelta y “saca el bulto”.
Y el caso es que él no se siente parte de la solución a la problemática de las mujeres, más bien las ve con una actitud de amoroso abuelo que piensa que todo puede arreglarse con un buen abrazo. Amor y paz, díría.
Esta semana las féminas –ambas reporteras– lo pusieron de cabeza, ante la denuncia de violencia hacia ellas, ahí en el Palacio Nacional. Las protagonistas, Verónica Villalvazo, mejor conocida como “Frida Guerrera” e Isabel González.
Los hombres protagonistas, Marco Antonio Olvera y Paul Velázquez. Dos que se dicen periodistas, son blogueros con acreditación y que forman parte de ese sequito aplaudidor que pulula en “las mañaneras”.
Como Poncio Pilatos, el presidente prefirió “lavarse las manos” y esquivar el golpe, cuando de él se esperaba una actitud diferente. Para él perdón y olvido y muchos abrazos son la solución.
Dada su investidura presidencial no puede encarar los problemas como lo haría un maestro de escuela luego de una pelea entre sus alumnos. No puede obligar a estas dos mujeres ofendidas a que le den la mano al ofensor y lo perdonen.
Lo grave es que ante las denuncias de violencia, de ataques, su gobierno no esté dispuesto a brindarles la protección, a garantizar que su seguridad personal no será transgredida, que no se tomen medidas para que ello no vuelva a ocurrir.
Las intervenciones de Frida e Isabel en las mañaneras del miércoles y jueves le mataron la nota al presidente. Cierto es que los anuncios de Santiago Nieto (UIF) y Graciela Marquez Colin, se vieron deslucidos. La nota es la nota.
Nieto presento un informe sobre las investigaciones que llevan a cabo, de los miles de millones bloqueados y Marquez, sobre las Tandas del Bienestar. Temas que le gustan al presidente y le permiten explayarse a su gusto.
Tanto frida, como Isabel soltaron una andanada de preguntas que lo desconcentraron y desconcertaron. Ninguna de las dos obtuvo la respuesta esperada, no fue más alla de buscar concordia. No hubo siquiera un llamado de atención, un regaño.
Hace algunos años, las mujeres bajaban la vista y guardaban silencio. Hoy es diferente, van de frente y defienden sus derechos y conquistan un lugar preponderante en una sociedad que estuvo dominada –y pretende seguir– por el genero masculino.
Que una reportera presente una denuncia de agresión por parte de otro sedicente reportero no es algo común y mucho menos en una conferencia de prensa con el Presidente de la República.
Pero el asunto va más allá. Forma parte de esa escalada de violencia y polarización que López Obrador ha impulsado desde el primer día de su mandato, de sus calificativos de prensa “fifi”, de acusar a los que lo critican de ser conservadores, adversarios.
Así que no debe extrañarle que esos dos paleros, protagonistas de los ataques verbales y amenazas a las periodistas, se sientan de alguna forma protegidos y solapados desde el poder onmimodo que se ejerce desde Palacio Nacional.
Y no solo me refiero al presidente, sino a quienes lo rodean y que hacen lo que sea por quedar bien, que dan la palabra a los aduladores y la regatean a los verdaderos profesionales que podrían ponerlo en aprietos.
Andrés Manuel López Obrador es un hombre transparente, no oculta cuando algo no le gusta. La sonriza se le borra y el gesto adusto le surge y pierde las formas que tanto cuida. Los monosilabos le salen a modo de respuestas.