- Por José Vilchis Guerrero
- El inaudito surrealismo del gobierno de la Ciudad de México
RedFinancieraMX
Con el respaldo incondicional del presidente Andrés Manuel López Obrador los mexicanos hemos visto inéditas manifestaciones del surrealismo mágico de la 4T en la nueva forma de gobernar la Ciudad de México, pues la consigna respetable del irrestricto respeto a los derechos humanos de todo aquel que se quiera manifestar así sea con violencia, lo podrá hacer en abierta violación al Estado de Derecho.
Claudia Sheinbaum determinó desde su primer acto de gobierno desaparecer al Cuerpo de Granaderos, para que nunca jamás se reprima a los que se manifiestan contra el sistema, contra el gobierno y contra lo que sea, pues no habrá represión dígase lo que se diga. Así sea pasando por encima de las leyes. Sí, señor.
En las últimas tres manifestaciones quedaron grabadas en las mentes de todos los que vimos las imágenes de violencia abierta a los reporteros y a pacíficos ciudadanos, así como los destrozos a edificios públicos, pintas en muebles urbanos del Metrobús, sucursales bancarias, edificios corporativos de empresas y hoteles ubicados en Paseo de la Reforma, elegantes restaurantes en el Centro Histórico y otros negocios cuyos frentes quedaron reducidos a añicos al paso de vándalos encubiertos que no tuvieron enfrente a policías que los contuvieran.
Sin embargo, desde el púlpito del Palacio virreinal, el presidente López Obrador minimizó los actos violentos realizados el miércoles durante las manifestaciones por la conmemoración de los 51 años del movimiento estudiantil de 1968 y de la matanza de Tlatelolco. Con enojo por parte de los afectados y la indignación de otros se pudo escuchar al jefe del Ejecutivo afirmar que este jueves “todo salió bien”. Incluso, afirmó que los ciudadanos se comportaron adecuadamente.
Sin embargo, a pesar de los llamados que había hecho el propio López Obrador, en la marcha de este 2 de octubre hubo manifestantes encapuchados, se pintaron bardas, se lanzaron petardos, se agredió a policías y, según se constató, se rompió el “cinturón de paz” que el gobierno capitalino había dispuesto, apoyado en 12 mil funcionarios vestidos de blanco. Dígase lo que se diga, fueron expuestos a una desgracia.
Mal le hubiera ido a la Sheinbaum si los funcionarios públicos del GCdMx hubieran sido afectados y hubieran procedido penalmente en su contra por haberlos obligado a participar como policías en una manifestación que pudo haberse salido de control. Lo que no ha entendido la Jefa de Gobierno es que los grupos armados antimotines son para contener a las multitudes que incurren en actos violentos, para hacer valer el Estado de Derecho. Pero ya no cuenta con los granaderos.
Durante la conferencia mañanera, fue cuestionado y López Obrador aseguró que los ciudadanos tuvieron un buen comportamiento y ayudaron a evitar actos de violencia. “(No ocurrió) nada de gravedad. ¿Por qué no se revisa qué pasó el año pasado y los otros años? Si nos guiamos por lo que opinen nuestros adversarios, y en particular los conservadores, no les va a gustar nada”, dijo el presidente, quien rechazó que se hubiera expuesto la seguridad y la integridad de los funcionarios que participaron en los “cinturones de paz”.
Aseguró que, si bien hubo algunos hechos violentos, no se comparan con los registrados en la marcha del pasado 26 de septiembre con motivo del quinto aniversario de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, cuando se rompieron vidrios, se atacaron cajeros automáticos, se dañaron monumentos e incluso se pintaron las puertas de Palacio Nacional.
Pero la pregunta es: ¿quién se hace cargo de los daños ocasionados porque el Estado no garantizó la seguridad pública? ¿Quién pagará los destrozos de esos vándalos que no fueron reprimidos por la policía?, porque la consigna presidencial es el respeto a los derechos humanos de los que se manifiestan, así lo hagan con la violencia inaudita. Suerte que no se salió de control.
El antecedente más inmediato fue la tarde del viernes 16 de agosto, cuando se realizó una segunda marcha para denunciar el cese de la violencia policial y de género contra las mujeres de la Ciudad de México. Lo que empezó como una protesta pacífica sumó denuncias de agresión a medios, vidrios rotos y fogatas en la glorieta de Insurgentes, la calle Florencia y el Ángel de la Independencia.
A las 18:30 fue convocada una segunda marcha feminista que inició en la Glorieta de Insurgentes en la zona centro de la Ciudad de México. De acuerdo con información de la policía capitalina, se contabilizaron mil quinientas personas manifestándose. Fue la respuesta al llamado de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, tras la marcha del pasado 12 de agosto.
Los primeros contingentes llegaron a la hora concertada y, conforme se iban sumando personas a la marcha, se comenzaron a movilizar los grupos alrededor de la Glorieta de Insurgentes. Dos colectivos de mujeres vestidas de negro y con el rostro cubierto, comenzaron a romper vidrios y generar fogatas con publicidad de las estaciones del Metrobús.
Durante esta etapa de la marcha, se registró una agresión doble a Juan Manuel Jiménez, reportero de ADN 40, por dos hombres que fueron detenidos por las manifestantes inmediatamente después de que ocurrió el ataque. Otro grupo de manifestantes subieron a la estación Insurgentes y realizaron pintas, rompieron vidrios e incendiaron también publicidad, mientras otros contingentes de la marcha seguían circulando por la Glorieta de Insurgentes.
En un estacionamiento contiguo de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, manifestantes prendieron fuego a una patrulla, pero se extinguieron las llamas pronto. “No me cuidan, me violan”, fue uno de los gritos que retumbaron de las mujeres que protestaron ese viernes frente a instalaciones de la policía capitalina.
Así iniciaron su manifestación alrededor de mil mujeres quienes portaban ropa negra, pañuelos verdes y carteles en rosa y morado para identificarse, y quienes intentaron formar cercos con lazos para mantenerse unidas. Lo que al final fue en vano debido a que un grupo de alrededor de 30 manifestantes convirtió la marcha en destrozos y agresiones en contra de reporteros.
La protesta nació a partir del caso de una joven de 17 años, quien denunció haber sido violada por cuatro policías en Azcapotzalco. Tras la publicación de videos, colectivos feministas reclamaron la filtración de información sobre el caso por parte de las autoridades. A este se le sumó el de otra menor, quien fue abusada sexualmente por un policía en el Museo Archivo de la Fotografía, quien ya ha sido vinculado a proceso.
“¡Ni una más, ni una más, ni una asesinada más!” y “¡Vivas las queremos!” siguen siendo las consignas que gritan las manifestantes mientras comienzan a marchar. En la medida en que se vaciaba la Glorieta, la delantera de la marcha avanzó sobre la calle Florencia, en la Zona Rosa. Un grupo de mujeres entró a la estación de policía, donde prendieron fuego a papeles y expedientes y realizaron pintas.
Un mes después, el 26 de septiembre, un grupo de manifestantes, la mayoría de ellos con el rostro cubierto y vestidos de negro, realizaron pintas en el metro y provocaron daños a lo largo de Paseo de la Reforma, durante la marcha que exigió justicia por la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, a cinco años de los hechos.
Cerca de las 5 de la tarde, el Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro reportó que un grupo de 30 personas, que participaron en una manifestación al exterior, realizaron pintas dentro de un tren, así como en el andén de la estación San Joaquín de la Línea 7. Sin embargo, no detalló si hubo alguna detención por estos hechos. Esto, pese a que circular un video en redes sociales que muestra a elementos de la Policía Auxiliar enfrentándose con manifestantes dentro de la estación San Joaquín. Sin embargo no hubo detenidos por estos hechos.
Sobre Paseo de la Reforma otros manifestantes rompieron vidrios de negocios y edificios públicos, arrojaron cohetones y rompieron cristales de la Secretaría de Bienestar, así como de un restaurante de la glorieta de Colón, donde también hicieron pintas y rociaron gasolina que fue encendida. Luego marcharon y llegaron al Zócalo, donde le prendieron fuego a una puerta del Palacio Nacional. No fueron detenidos los vándalos. La exigencia es la misma: queremos que se aplique el Estado de Derecho. No reprimir la libre manifestación, pero que se cumpla la ley.