Nigromante

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  • Por José Vilchis Guerrero
  • A prueba, la política exterior mexicana

RedFinancieraMX

Mucha tinta se derrama en los medios impresos y con profusión las redes sociales y los medios electrónicos difunden el caso Venezuela desde diferentes puntos de vista, aunque prevalecen los que desvirtúan, desde un principio, a Nicolás Maduro, que ha enfrentado una revuelta social y la condena internacional encabezada por Estados Unidos. La crisis en Venezuela está al rojo vivo y México busca una salida política junto con Bolivia.

La declaración de Donald Trump que ha propiciado el encono de los países de la Unión Europea estuvo más que orientada a la defensa de sus propios intereses que estaría dispuesto a compartir con la Unión Europea de la misma forma en que ha compartido el manejo del petróleo de Kuwait e Irak por parte de empresas occidentales. Y por ahí va el interés estadounidense: provocar un golpe de Estado y apropiarse del petróleo y recursos naturales de Venezuela.

Con la visita del presidente español Pedro Sánchez a México, quien vino a pulsar el ambiente de apoyo al pueblo venezolano, se vino a poner en jaque la postura de Estados Unidos y la Unión Europea, al encontrar un rechazo a las actitudes intervencionistas que quieren propiciar en el corto plazo una guerra civil al grito de guerra a Maduro: si no convocas a elecciones en ocho días, te daremos golpe de estado. ¿Con qué autoridad moral?

El presidente Andrés Manuel López Obrador no anduvo con rodeos, fue directo: “el respeto al derecho de los demás es la garantía de la paz”, le dijo al visitante español, parafraseando a Juárez y con la misma postura juarista que despejó las dudas de Pedro Sánchez, quien encabeza a los golpistas europeos en sus pretensiones de apoyar un golpe de estado en Venezuela.

A Bernard “Bernie” Sanders, el político estadounidense y senador junior de los Estados Unidos por el estado de Vermont que a sus 75 años fue candidato en las elecciones primarias del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales de 2016 en dicho país, le acreditan una reflexión que refleja su postura contraria a la intervencionista de Donald Trump.

En las redes sociales circula esta afirmación que adjudican a Sanders: “todavía hay millones de personas en el mundo que siguen creyendo que la crisis que viene padeciendo Venezuela es por culpa de Nicolás Maduro y no del brutal bloqueo económico impuesto por Estados Unidos al no tener nuevamente el gran acceso y control del petróleo y sus recursos naturales. Pero así son los medios de comunicación: te hacen odiar al oprimido y amar al opresor”.

Un diputado venezolano –cuyo nombre no hay autorización para identificarlo- expuso que lo que hay en Venezuela es un golpe de Estado promovido –como siempre- por Estados Unidos, como históricamente ha ocurrido en América Latina, donde ya es tradicional el intervencionismo “para restablecer la democracia”.

¿El objetivo? Apropiarse del petróleo y las riquezas naturales venezolanas por si en México no teníamos claro lo evidente y que ya lo manifestó Jhon Belton, consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos: que las empresas estadounidenses se hagan cargo de la producción petrolera de Venezuela.

Con ese propósito se ha desplegado el aparato publicitario suficiente para generar la opinión pública internacional necesaria para propiciar un golpe de Estado como ocurrió hace 16 años en Irak, país al que bombardearon con la afirmación nunca confirmada por la CIA de que había armas de destrucción masiva para justificar la invasión de Irak y apoderarse de los pozos petroleros. Eso mismo ha ocurrido ya con Venezuela, en contra de la cual se ha desatado ya una campaña internacional para justificar un golpe de Estado.

Donald Trump fue aún más preciso. Declaró que soldados norteamericanos podrían ya, en este momento, acudir a Venezuela para vigilar el proceso democrático en el país sudamericano y obligar a Nicolás Maduro a convocar ya a elecciones presidenciales.

Pero son muy claros los dos objetivos de esta presión internacional, que tiene dos argumentos: Venezuela es una dictadura. El 2 de febrero de este 2019 se cumplieron 20 años de la llegada a la presidencia de Hugo Chávez y de entonces a la fecha se han realizado 29 elecciones de todo tipo: municipales, estatales, presidenciales y legislativas. De éstas 26 las ganaron los chavistas. En la mayoría hubo observadores internacionales que dieron fe de la legalidad de las mismas.

Las de mayo de 2018 tuvo el mayor número de observadores internacionales que avalaron el triunfo electoral de Nicolás Maduro. Entre los observadores internacionales estuvo presente el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero. Y hubo un reconocimiento de los demás observadores de países europeos que ahora se suman a la iniciativa estadounidense del golpe de Estado.

El otro argumento es que Venezuela está en un caos. Está sumida en una crisis, pero por el chantaje internacional de Estados Unidos y otros países que mantienen un bloqueo económico injusto. Como ocurrió en los países petroleros a los que se orilló a conflictos armados que los dejó en la ruina y nunca se restableció la democracia, que había sido el pretexto.

Por eso ya no reclaman los invasores elecciones en Arabia Saudí ni en Kuawit, Siria, Afganistán, Libia o Irak, porque en esos países donde Estados Unidos se había propuesto restablecer la democracia, ésta ya no les importa, porque lograron su objetivo primordial, el control de los pozos petroleros por empresas occidentales. ¿Y cómo están esos países? Devastados. Y así quieren los estadounidenses dejar a Venezuela. Y la opinión pública internacional se suma a esta pretensión intervencionista.

Lo único que lograron los intervencionistas fue que una sola persona se declarara presidente al término de una manifestación, Juan Guaidó, quien hasta hace unos días era un desconocido tanto para los venezolanos como para el resto del mundo. Sin embargo, a Guillermo Toledo se le acredita que ese sujeto es bien conocido por la CIA.

De acuerdo a esta versión, Guaidó es el producto de más de una década de asidua preparación por parte de las fábricas de cambio de régimen de la élite del gobierno de los Estados Unidos. Hay toda una historia que refiere que este personaje, junto a un grupo de activistas estudiantiles de derecha, Guaidó fue cultivado para socavar el gobierno de orientación socialista de Venezuela, desestabilizar el país y un día tomar el poder.

Fue seleccionado y preparado por una academia de entrenamiento de cambio de régimen financiada por los Estados Unidos para derrocar al gobierno de Venezuela y restaurar el orden neoliberal. El 5 de octubre de 2005 con la popularidad de Chávez en su apogeo y su gobierno planeando programas socialistas, cinco “líderes estudiantiles” venezolanos llegaron a Belgrado, Serbia, para comenzar a entrenarse para una insurrección. Uno de ellos era Guaidó.

“Los estudiantes habían llegado de Venezuela por cortesía del Center for Applied Non-Violent Action and Strategies, o CANVAS. Este grupo se financia en gran parte a través de National Endowment for Democracy, una creación de la CIA que funciona como el brazo principal del gobierno de Estados Unidos para promover el cambio de régimen”.

En 2007 Guaidó se graduó en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas. Se mudó a Washington DC para inscribirse en el Programa de Gobernabilidad y Gestión Política en la Universidad George Washington, bajo la tutela del economista venezolano Luis Enrique Berrizbeitia, uno de los principales economistas neoliberales de América Latina.

Berrizbeitia, ex director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), pasó más de una década trabajando en el sector energético venezolano, bajo el antiguo régimen oligárquico expulsado por Chávez. Hace unos meses, el gobierno de Trump decide que Guaidó será el nuevo “líder” de Venezuela, se lo comunica al títere, éste se sube a una tarima, y se autoproclama Presidente. Este sujeto se niega a una salida política propuesta por la diplomacia mexicana a cargo del canciller Marcelo Ebrard Casaubón, que pone a prueba la política internacional de México.