Miles de mexicanos recuerdan a sus muertos con fiesta y color

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  • Realizan desfiles disfrazados y pintados como “La Catrina” y piden su calaverita

RedFinancieraMX

En medio del humo de inciensos, cientos de luces fueron encendidas en “La Alumbrada”, una tradición mexicana que la población de San Andrés Mixquic, en la Ciudad de México, realiza desde hace décadas para celebrar la llegada del Día de Muertos.

Desde la entrada del pueblo, ubicado en la alcaldía de Tláhuac, miles de luces en forma de veladoras anuncian la llegada de los difuntos, quienes son recibidos por personajes locales confeccionados en cartón y pintados a mano como “la Catrina” o “la llorona”.

En Mixquic, la celebración para honrar a los fallecidos comienza el primer día del mes de noviembre. Cuando se oculta el sol, los pobladores encienden cientos de velas, en espera de guiar y recibir a los niños que perdieron la vida y que esa noche se reencontrarán con los vivos.

A su vez, familias enteras se dan cita en el Panteón Iglesia de Mixquic para adornar las tumbas de sus seres queridos adultos, las cuales cubren con hermosas y coloridas flores de cempasúchitl, rosas y claveles, algunas semillas, así como aserrín de colores.

Las ofrendas se iluminan toda la noche con cirios y veladoras, al mismo tiempo que los familiares ofrecen música a las personas que ya no están.

Algunas criptas destacan por sus flores y por incluir platillos típicos mexicanos, así como los objetos preferidos de sus familiares muertos.

Durante toda la noche, las familias platican acerca de las vivencias que tuvieron con sus seres queridos, otros rezan y unos más degustan “pan de muerto” (un tipo especial de pan con azúcar que se prepara sólo en esta temporada) y chocolate caliente.

“Es una tradición que viene de los ancestros, pues recuerdo que desde que era niña mi papá me traía a adornar la tumba y pasábamos en el panteón toda la noche”, dijo hoy a Xinhua la señora Catalina Ríos, oriunda del pueblo de Mixquic.

Asimismo, la mujer de 70 años, dijo que ella ha inculcado a sus nietos esta tradición para poder preservarla por varias generaciones.

“Cada año vienen miles de personas de muchos lados, hemos visto que hasta extranjeros que quedan fascinados con nuestras formas de celebrar a nuestros muertitos”, comentó Ríos.

A las 8 p.m. locales resuenan las campanas de la iglesia y entonces es momento de apreciar “La alumbrada”, que luce en su máximo esplendor en el panteón, y donde el próximo año se reencontrarán los vivos con los muertos.

Al día siguiente, miles de personas salen del panteón para continuar el festejo en sus hogares, montando grandes altares para agasajar las almas de los fallecidos con copal, sal, platillos típicos mexicanos, pan de muerto, calaveras de azúcar, agua, así como veladoras y la fotografía del ser querido.

En esa misma región, los más pequeños logran tallar algunas figuras dentro de chilacayotes (calabaza) y las alumbran con una vela que utilizan para recorrer todo el pueblo en busca de frutas y dulces que los habitantes ofrecen a los menores a cambio de entonar una canción.

“Me gusta traer a mi hijo cada año a pedir ‘calavera’ porque la gente de aquí es muy generosa y siempre recibe a los niños con una sonrisa”, expresó Blanca Soto, madre de Adrián, quien continúa con esta tradición.

En el 2008, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, a Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró el Día de Muertos como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.