- Al quedar las casas enterradas por toneladas de lodo
RedFinancieraMX
Los Sandovales, una comunidad nayarita que prácticamente desapareció del mapa al quedar sus casas enterradas por toneladas de lodo que arrastró a su paso el desbordamiento del Río Acaponeta, hoy parece un pueblo fantasma donde deambulan algunos de sus habitantes sin rumbo y sin esperanza.
La mayoría se quedó en la orilla de la carretera federal Acaponeta-Tecoala, en el kilómetro 8, fente a lo que fue la calle principal, miran hacia lo que quedó de sus casas, su iglesia, y sin poder descifrar el problema de ver destruido el patrimonio que construyeron por años.
“Todos salimos corriendo de nuestras casas, nos llegaba el agua hasta las rodillas, eran las cuatro de la madrugada”, recuerda el viejo Nicolás Mancina, sobre la noche en que tocó tierra el huracán Willa, cerca de esta zona ubicada al norte de Nayarit.
“El lodo nos llegaba a los tobillos y el agua hasta las rodillas, no habíamos caminado ni 50 metros cuando el agua ya nos llegaba al pecho, y se nos hizo más difícil caminar entre el lodo, mis 12 hijos trataban de llegar a la carretera y de ahí al puente. No dejábamos de ´mentar madres´ junto con oraciones”, expresó.
Los aproximadamente cien pobladores de este lugar salieron esa madrugada y se detuvieron en el puente de la intersección de la carretera federal y la autopista que va a Tepic.
Aseguran que se escuchaban fuertes ruidos, y al llegar la luz del día, comprobaron la destrucción de esa vialidad, “gracias a Dios que nos permitió alcanzar este puente”, dice Rocío Martínez.
Le refuta don Nicolás, quien agrega: “dile que ahí nos dejaron, que no nos ayudaban, apenas empezó a llegar la ayuda, será que saben que votamos por Morena, porque a Sinaloa si le brindaron auxilio inmediatamente, aquí no fue”.
Durante un recorrido de Notimex por la autopista se observan los estragos del desbordamiento del Río Acaponeta, que dejó un gran boquete de más de tres metros de altura por cinco de ancho.
A lo lejos se ve un tráiler acostado sobre los arbustos, y otro más quedó a mitad de la autopista. Los trabajos comenzaron este día en este tramo carretero, donde también cuadrillas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) trabajan para reestablecer el fluido eléctrico.
Sobre el puente, Angélica Castañeda Lizárraga camina tratando de evitar el lodo, lo cual resulta imposible, va unos pasos adelante y de pronto suelta un llanto incontrolable y sus lagrimas escurren por su rostro blanco, no las limpia, mientras levanta su mano y con su dedo índice señala: esa era mi casa.
“Se cayó una barda, salí con mis hijos de 15, 10 y cuatro años y ahora no puedo entrar, en su interior hay más de un metro de lodo, mis cosas están revueltas, huele mal, todo se perdió. Y de mi trabajo me dijeron que me presentara hoy o de lo contrario lo perdería, todo acabó para mi”, exclama.
Madre soltera de tres hijos, Angélica se muestra desconsolada y pregunta: “¿qué voy a hacer mañana? pero no me pregunte más, por favor, se lo ruego”.
Los Sandovales es un asentamiento irregular formado hace más de 36 años y nombrado así por el líder de los paracaidistas de apellido Sandoval, ahí les construyó una plazuela, un kínder y una escuela.
Don Pedro, mesero de un lugar de comida casera, señala: “se me hace que ya falleció ese wey, porque sino, andaría en estos momentos de argüendero”.
El día que todo lo perdieron
El caudal del Río Acaponeta, de 233 kilómetros, que nace en Durango y desemboca en Nayarit, alcanzó niveles históricos y se desbordó a consecuencia del huracán Willa, que tocó tierra como categoría 3 a las 19:38 horas del 23 de octubre, en Escuinapa, Sinaloa.
Esa tarde-noche, la muralla delantera del meteoro cubrió el sur de Sinaloa, entre Escuinapa y Rosario, así como el norte de Nayarit, entre Tecuala y Acaponeta.
La señora Angélia camina alrededor de lo que fue su casa, se toca la cabeza con desesperación y no deja de llorar, nos ve y se aleja, camina hacia otro lado y se mete a la parte inundada, la cual ya puede presentar cuadros infecciosos porque hay animales muertos entre el lodo.
Desde la tarde de ayer, camionetas de voluntarios del minicipio de Acaponeta distribuyen despensas que llegaron en trailers, las cuadrillas de la Secretaría de Salud empezaron a laborar intensamente a fin de evitar un brote infeccioso, militares patrullan la zona y despejan los caminos.
En tanto, siete hombres limpian la casa de lo que al parecer era de la familia Zapata, porque así lo dice una placa a la entrada de la misma y sacan muebles llenos de lodo, se voltean y gritan “tomen fotos chingonas”.
María Guadalupe Fonseca Medina, voluntaria, señala que una empresa de autotransportes ha enviado ayuda humanitaria desde Los Ángeles, Tijuana y Tecate, “lo que a veces me falta son manos para ayudar a las personas, si supieran que estoy operada del apéndice, pero no me rajo”.
Los habitantes de Los Sondovales son en su mayoría albañiles, trabajadores domesticas y jornaleros.
Uno de ellos señala bajo el intenso sol que se vive este día: “Ahora de qué vamos a trabajar, si la tierra que arrastró el río hasta nuestra casas era con la que sembrábamos, en esas parcelas solo quedaron ahora las piedras”.