- De Octavio Raziel
- La penumbra
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En el año 160 d. C, cuando Antonino Pío era emperador romano, una secta de israelitas que se hacía llamar cristiana llegó a la capital del imperio. Como la humedad, se fue extendiendo. Estaba integrada por los compasivos y los fanáticos; los primeros prometían el Paraíso apoyados por los segundos que asesinaban, violaban o extorsionaban a quienes no estuvieran con ellos. Ahí se inició La edad de la penumbra (Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico) libro de Catherine Nixey, obsequio de mi hijo Raziel que leí en enero, pero hasta ahora se me ocurre hacer una modesta reseña.
La destrucción de la historia del vencido no era nueva; pero en este caso, Nixey, hija de un monje y una monja católica, se adentra en un episodio que cambió el rumbo de la humanidad. “Un recordatorio esencial de que la intolerancia, la ignorancia y la hostilidad ante la diversidad cultural no son, por desgracia, nada nuevo” se ha dicho.
El Imperio romano se había mostrado generoso acogiendo nuevas creencias, pero la llegada del cristianismo lo cambió todo. Esta nueva religión, pese a predicar la paz, era violenta, despiadada y decididamente intolerante. Al volverse oficial, sus fervientes seguidores emprendieron la aniquilación de quienes no estuvieran en sintonía con sus creencias. Derribaron sus altares y templos, quemaron sus libros -incluidas grandes obras filosóficas y científicas-, hicieron añicos sus estatuas y asesinaron a sus sacerdotes. La mujer más inteligente que ha dado la humanidad, Hypatia, fue desollada viva con conchas afiladas por no comulgar con la nueva historia del mundo. Con ella murieron cientos de sabios, de filósofos, médicos y científicos precristianos. Nixey calcula y repite que se perdieron el 90% de los textos griegos antiguos y el 99% de los textos latinos.
Esa penumbra se repitió en nuestro continente casi 1,500 años después. Unos salvajes que habían sido dominados por los moros (Al Andaluz del 711 al 1492) a los que los dividían los Pirineos de la civilización llegaron con la cruz y la espada y masacraron a más de 60 millones de amerindios. De la cultura prehispánica, en muchos lugares, no quedaron ni vestigios. La misma secta que protegió Roma en su momento, impidió la entrada de las luces a lo que fue después España. que tampoco pudo superar su condición africana.
Dos mil años después de la Edad de la Penumbra se repite la historia con diferentes protagonistas; asistimos al germen de un horror colectivo producido por la diabólica inteligencia del Estado Islámico que no sólo no cesará, sino que apretará tuercas hasta alcanzar el poder que pretenden.