La vida como es…

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  • De Octavio Raziel
  • Dios ha muerto

RedFinancieraMX

 

Los ateos están decepcionados pues Dios existe.

Nietzsche dijo hace cien años: “Dios ha muerto, lo matamos nosotros que también lo habíamos creado”.

 

El avance de la globalización es inexorable. El neoliberalismo acelerará la mutación mundial y le llevará a consecuencias brutales para la humanidad. En esta época del neoimperialismo del miedo, las huestes del populismo de extrema derecha están ya pudriendo las raíces de la democracia.

 

No se puede ser optimista en un mundo donde los medios de comunicación masivos, especialmente los televisivos, se han adueñado de la mente de la gente. Que sólo su verdad es la única y que manipulan sin cesar a las masas. No se puede ser optimista cuando se pregunta uno si podrán sobrevivir millones y millones de seres con salarios infrahumanos.

 

Para Viviane Forrester, en su libro “El Horror Económico”, hay en este momento “millones de hombres que ya no sirven ni siquiera para ser explotados”. En las últimas décadas, decenas de millones de personas perdieron su empleo, y las nuevas generaciones tienen que aceptar empleos de medio tiempo o medio salario. Ciertamente, sólo son estadísticas, A ninguno de esos millones, o casi a ninguno, conoceremos cabalmente. “Esas estadísticas no son meros síntomas de una crisis coyuntural, como lo pretenden nuestros gobernantes, sino una mutación brutal de la civilización occidental, cuyas consecuencias pueden ser aún peores que (las que) sufrimos hoy”, señala Forrester.

 

Su conclusión, como la de todos aquellos a quienes en su momento llamaron catastrofistas (San Compadre, por ejemplo) es que decenas de millones de desempleados del planeta no encontrarán nunca más trabajo, porque se han vuelto innecesarios a la elite que dirige la economía mundial y que tienen el poder.

 

 

La crisis que se viene tiene ya sus primeros síntomas en los países más ricos del mundo, donde los últimos años el número de desempleados se ha duplicado. Es común ya que los sindicatos desaparezcan o bien que las protecciones laborales, las prestaciones y las subvenciones se minimicen, y si se puede, desaparezcan.

 

Vivian Forrester tomó el nombre de su libro de unos versos de Arthur Rimbaud: “retirado de nuestros horrores económicos / El tiembla al paso de las / cacerías y de las hordas…” Rimbaud, a quien leí hace décadas, en “Vacaciones en el Infierno” no imaginó ser el principio de un análisis sobre un mundo de horrores que nos tocará vivir.

 

Como en los años en los que quien criticaba o condenaba el exterminio de los judíos, gitanos y negros; o a los que estaban contra el “padrecito” Stalin, eran enviados a la muerte; ahora, quienes cuestionan a las elites de poder, a quienes controlan el oro, a los banqueros judíos o los petroleros árabes, son aplastados.

 

Los empleos disminuyen y día a día escuchamos que tal o cual empresa muy poderosa dejó fuera del trabajo a miles de personas. Negros y latinos se han convertido en ciertas regiones en un peligro para esa nación. Los países desarrollados no saben cómo contener a los millones de emigrantes que huyen de sus empobrecidos territorios, mientras que las Elites de Poder, de las que hablaba Wright Mills, cada día son más selectas; son unos cuantos los que dirigen y deciden sobre el hambre en el mundo.

 

Nietzsche cuando da por muerto a Dios, agrega que “el desierto crece”. Tuvo razón, cada vez es más grande la soledad del ente humano. Por más que se les dé a los pueblos circo, el pan no llega a sus hogares. Sin embargo, no pasará nada, pues los sistemas de detección de disconformidades, de rebeldías, de gritos de angustia de los pueblos, son cada vez más eficaces y eficientes. La ficción de George Orwell, en su novela “1984” se convirtió hace tiempo en una terrible realidad.

 

Frente a todo esto, quienes, como San Compadre, tuvimos la suerte de desarrollar un poco más nuestras neuronas, o de tener dignidad humana para expresar nuestras visiones, podríamos enfrentar la represión al único derecho que nos queda: la lucidez.

 

Dice el adagio popular: “Cuando Dios quiere castigar envía bienes”, Luzbel y Dios se confabulan para corrompernos con bienes, sabiendo que entre más cerca estés de uno de ellos más te hundirás.

 

San Compadre le quedará el sabor en la boca de que dos milenios de cristianismo terminaron y, ahora, la supremacía del anticristo para los próximos mil años ya ha llegado.