La vida como es…

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  • De Octavio Raziel
  • Anónimo

RedFinancieraMX

 

La Inquisición, el nazismo, el stalinismo, el maoísmo, la checa y el #MeToo se agruparon para llevar a la tumba a un hombre que de manera anónima fue acusado de abuso sexual. En su escrito póstumo apuntó “Lo afirmo categóricamente, la acusación es falsa” y encargó a su pequeño hijo que quedó en la orfandad.

El movimiento #MeTooMúsicosMexicanos, que se ha convertido en un terrible tribunal social, dio cabida a una acusación muy sería de manera anónima, hecho que se convirtió en una herramienta poderosa contra la honra y el buen nombre de una persona que no tuvo la oportunidad de defenderse.

En el caso de quienes exponen sus ideas con las letras, el maestro Don José de la Colina, recuerdo que decía, y guardé desde entonces su enseñanza: Aceptable el anonimato en casos de crítica y polémica, aun si son acerbos, pero injustificable en casos de injurias, imputaciones e insinuaciones perversas… pues, y esto conviene decirlo por rudo que les suene a algunos, no todas las opiniones son respetables.

En el movimiento #MeToo surgieron muchas denuncias, validas, de mujeres que fueron presionadas o sencillamente conducidas al “casting coach” para negociar algún papel Hollywoodense. Casting en el que también fueron incluidos los varones, según gustos. ¿Recuerdan la película Vaquero de medianoche cuando el aspirante a actor se hinca mientras el productor entorna sus ojitos hacia el cielo?

¿Y sobre el acoso a los hombres por parte de los gais o de las mujeres que buscan beca de por vida? ¿también habrá Time’s Up?

Con el movimiento #MeToo, les fue entregado un arma mortífera a las envidiosas, despechadas, malvadas de naturaleza, o por las que se les da el puritito gusto de dañar a quien tuvo la mala pata de ponerse en su camino.

Partiendo de la premisa de que las mujeres no mienten, cualquiera de ellas pudiera inventar, distorsionar, tergiversar impunemente una acusación a un varón a quien llevarían a perder su trabajo y honra, y pasar a ser unos apestados en la sociedad.

Por otra parte, las redes sociales se han erigido en jurados populares, en los que el acusado será siempre culpable hasta que no compruebe lo contrario, y en ocasiones, ni así.

El escritor Javier Marías anotaba en un artículo que el movimiento #MeToo y otros parecidos han establecido dos pseudoverdades: a) que las mujeres son siempre víctimas; b) que las mujeres nunca mienten. Esta es la mayor perversión imaginable de la justicia.

Y había que agregar lo dicho sobre las redes sociales por el escritor italiano Huberto Eco: herramientas como Twitter y Facebook “dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”y censuró que permitan que la opinión de los “necios” consiga tener la misma relevancia “que la de un premio Nobel”. Y en muchos casos, en el anonimato, destruyen la vida y honra impunemente, que en el caso del fundador de Botellita de Jerez no ha faltado –afortunadamente una minoría- quien argumenta que el suicidio fue la aceptación de culpabilidad. Me recordó mis lecturas de Alejandro Dumas, en mi juventud.

         El movimiento de marras tiene su aspecto positivo con la denuncia abierta de quienes atenten contra el pudor o la dignidad femenina. También positivo será que los varones tomemos medidas extremas de no tener ninguna relación que pudiera representar un riesgo, en el presente o en lo futuro: nada de acercarle la silla o abrirle la puerta pues con el dedo podría uno tocarla, ofrecerles el brazo o halarlas hacía uno cuando están a punto de ser atropelladas por un auto; ni tampoco a la invitación a comer o a la hora del café, aunque sea para asuntos de negocios, y mucho menos contratarlas para un puesto ejecutivo por ser un peligro en potencia. El único aspecto negativo ha sido la denuncia anónima o despechada que lleven al suicidio al acusado.

La escritora Abnousse Shalmani, escribió que “el feminismo se ha convertido en un estalinismo con todo su arsenal: acusación, ostracismo, condena”.