La costumbre del poder

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  • Cuaresma política y económica (II/II)
  • Por GREGORIO ORTEGA MOLINA

RedFinanciera

*Para meditar es necesario aprender a permanecer callado, a apreciar el silencio. ¿Cuántos saben hacerlo? Dudo que muchos en la 4T, en el Ejecutivo, o el Legislativo, en lo que queda del Judicial. El ruido matutinos desde el Salón de la Tesorería todo lo contamina

Retomo una reflexión del texto de ayer que quedó incompleta: la cuarentena o cuaresma postparto era más que para una recuperación física, el tiempo dado a la madre para asumir su nueva responsabilidad -sobre todo si es primeriza- y comunicarse, en silencio, con el calor del afecto, para transmitir seguridad a ese nuevo ser. En ese sentido, la mujer es la piedra angular de la cultura, de la civilización, o lo era.

Las actividades política y económica también requieren de una pausa, de una cuaresma civil, laica, para hacer corte de caja y determinar si se avanza por el mismo rumbo o ha de corregirse, puesto que esas funciones -la de la lana y la del poder- tienen consecuencias que trascienden lo individual. Se redobla, entonces, la importancia de guardar silencio para no decidir a tontas y a locas, sino conscientes de la dimensión social de lo que se determina desde la voluntad de los poderes económico y político. No olvidar que el narco poder ya se encuentra inserto en ambas áreas.

Me pregunto si la doctora Sheinbaum Pardo sería capaz de pausarse a ella misma, de guardar silencio para reflexionar en las consecuencias de sus palabras, de sus ofertas públicas, de sus compromisos adquiridos, de lo tergiversado de sus lealtades, y en le necesidad de cumplir, a rajatabla, con su mandato constitucional.

Medito en la necesidad de observar ese consejo dado por mi padre -y con seguridad de muchos progenitores a sus hijos: piensa antes de hablar. Hoy las personas con poder abren la boca sin siquiera detenerse a considerar que lo dicho por ellas es una soberana tontería. No rebuznan porque no saben la tonada.

Retomo Biografía del silencio, de Pablo d’Ors, para no perder de vista que, como él lo indica, “somos más biología que biografía”, lo que significa que vivimos sin detenernos a meditar en lo que, día a día, acometemos como tarea, como vida vivida.

Amplía su observación sobre la manera de actuar de aquellos que buscan poder, grande o pequeño, en la casa, la oficina, la empresa, el país: “Más que uno con el mundo, lo que queremos es que el mundo se pliegue a nuestras apetencias. Nos pasamos la vida manipulando cosas y personas (desde la mañanera) para que nos complazcan. Esa constante violencia, esa búsqueda insaciable que no se detiene ni siquiera ante el mal ajeno, esa avidez compulsiva y estructural es lo que nos destruye.

“Resulta curioso constatar cómo aquello que debería ser lo más elemental es para muchos de nosotros, de hecho, tan costoso. Lo que urge aprender es que no somos dioses, que no podemos -ni debemos- someter la vida a nuestros caprichos, que no es el mundo quien debe ajustarse a nuestros deseos, sino nuestros deseos a la posibilidad que ofrece el mundo. Por todo ello, la meditación es una escuela de iniciación a la vida adulta: un despertar a lo que somos” .

Para meditar es necesario aprender a permanecer callado, a apreciar el silencio. ¿Cuántos saben hacerlo? Dudo que muchos en la 4T, en el Ejecutivo, o el Legislativo, en lo que queda del Judicial. El ruido matutino desde el Salón de la Tesorería todo lo contamina.

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