La costumbre del poder

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  • El humanismo mexicano que destruye vidas nada resolverá clamando justicia desde el Zócalo
  • Por GREGORIO ORTEGA MOLINA

RedFinanciera

*Después de ver, escuchar y sentir lo ocurrido, cómo no pensar en que las organizaciones de narcotraficantes son terroristas. Parece que se les anuncia una lluvia de fuego a pesar de que convoquen a la unidad nacional el domingo y se envuelvan en la bandera de la soberanía

No existe la palabra para nombrar al ser humano que pierde a uno de sus vástagos, o a todos. Lo reflexión no es mía, la leí en un texto de El País semanal hace al menos tres lustros.

Quizá pueda uno referirse al dolor si logramos establecer matices, porque los que se van pronto por enfermedad, siempre puede buscarse durante el proceso la ayuda de un siquiatra o un tanatólogo. Cuando son arrebatados de pronto, por accidente, siempre se culpa a la fatalidad, pero cuando la violencia, la demencial violencia que nos trajo la tolerancia al crimen organizado, los abrazos y la certeza de que existe ya un narco Estado, coloca a esos deudos en una inexpresable situación de dolor, del sentimiento de haber entrado a un torbellino del que nunca se saldrá, hasta alcanzar al que se adelantó.

Lo cierto es que los gobiernos, desde hace varios sexenios, entraron en un proceso de deterioro en el cumplimiento de su mandato constitucional, sobre todo en lo que atañe a seguridad, pues ahora sales a la escuela, o al trabajo, a de vago, con el Jesús en la boca. No son suficientes el DETENTE de AMLO, ni esa su cruel propaganda del humanismo mexicano. En estos caminos de México te matan por quítame estas pajas.

Difícil bordar palabras sobre el dolor que no quieres, ni deseas, ni puedes imaginar. Recurro al texto de Pascual Beltrán del Río, de Excélsior de 17 de febrero último:

“La que acaba de pasar fue una semana terrible para la niñez mexicana, pues la mostró totalmente vulnerable ante la delincuencia y sin que su país tenga un plan para ofrecerle seguridad y oportunidades. Uno de los casos que ilustra eso se lo relaté aquí el jueves: Pablo Ríos Buenrostro, un joven michoacano de 15 años de edad, quien tuvo que dejar la escuela al terminar la primaria para contribuir al ingreso familiar, murió despedazado al estallarle una mina antipersonal, el sábado 8, cuando trabajaba en una parcela de limón…

Pero vinieron más crímenes contra los niños, igual o peor de espantosos: en redes sociales comenzó a circular un video en el que otro joven quinceañero, César Mendoza Duarte, estudiante de una secundaria técnica de Iguala, Guerrero, aparecía sometido y era interrogado por hombres anónimos para que confesara quién le había ordenado colocar cartulinas en las que se amenazaba a los participantes de la próxima Feria de la Bandera, que deja mucho dinero a los delincuentes que la controlan; el martes 11, el cuerpo de César apareció sobre un camino de terracería de El Tomatal, al suroriente de la cabecera municipal. Al menor le habían cortado las manos y le habían disparado por la espalda”.

Después de ver, escuchar y sentir lo ocurrido, cómo no pensar en que las organizaciones de narcotraficantes son terroristas. Parece que se les anuncia una lluvia de fuego a pesar de que convoquen a la unidad nacional el domingo y se envuelvan en la bandera de la soberanía. 

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@OrtegaGregorio

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