La costumbre del poder

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  • ¿Qué significan hoy la lealtad y la bandera?
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinanciera

*En medio de las consecuencias y cruentas decisiones que terminaron el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, Gustavo Díaz Ordaz asumió -en su Informe de gobierno de 1969- la responsabilidad histórica, política, de los sucesos, por ser leal a la República, al mandato constitucional. Hoy, y durante todo el México surgido de la Revolución, no ha habido otro político que asuma las consecuencias de sus actos, porque es el pueblo, el México bueno y sabio, el que determinó que así se den los hechos

Es momento de preguntar si habrá algún enjundioso miembro del gabinete, un senador o diputado, líder de partido, gobernador, presidente municipal, capaz de alegrarnos el día y hacer realidad la alegoría de los Niños Héroes. No veo a ninguno envuelto en la bandera para celebrar este 24 de febrero.

También es necesario que los neo historiadores nos respondan si creen haber hecho bien la desmitificación de tanto héroe que fue motivo para normar conductas, fomentar ideales, favorecer una conciencia cívica. Sólo díganse, esos fenómenos de la ciencia histórica, que, en su milenaria inteligencia, el Vaticano no desacraliza a sus santos. Son parte del cemento de la fe, aunque como escribió San Pablo: nadie puede llamar a Jesús Señor si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Cimentar el dogma es una Gracia.

La bandera que debiera enseñorear izada la Plaza de Armas de la Ciudad de México, fue arriada por instrucciones de Andrés Manuel López Obrador, por así convenir a sus intereses políticos. La convirtió en un trozo de tela en su disputa por el poder.

Imposible soslayar el tema del respeto a las instituciones de la República, del compromiso que las Fuerzas Armadas y los gobernantes adquieren con el Estado y asumen como mandato constitucional, que todos -al menos la mayoría de ellos- acatan como un deber para quienes los nombran, los ascienden, les garantizan impunidad, les dan prebendas… eso deja de ser lealtad para convertirse en una aberrante complicidad que mantiene a unos y otros en el poder.

En medio de las consecuencias y cruentas decisiones que terminaron el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, Gustavo Díaz Ordaz asumió    -en su Informe de gobierno de 1969- la responsabilidad histórica, política, de los sucesos, por ser leal a la República, al mandato constitucional. Hoy, y durante todo el México surgido de la Revolución, no ha habido otro político que asuma las consecuencias de sus actos, porque es el pueblo, el México bueno y sabio, el que determinó que así se den los hechos.

Pienso en el título de la novela de Daniel Rops – que no viene al caso, porque el tema es otro, pero convoca a la reflexión-: Muerte, ¿dónde está tu victoria? En las fosas clandestinas, en los desaparecidos, en el número de muertes violentas… que no importan, porque los responsables del buen funcionamiento de la República, de la vida digna de sus gobernados, rompieron su lealtad al mandato constitucional.

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@OrtegaGregorio

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