La costumbre del poder

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  • Padecemos un gobierno de disparates y de abusos de poder
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

Se hacen planes nacionales de desarrollo que varían de acuerdo a los intereses de los gobernantes en turno, nunca se sostienen con la firmeza que reclama la conducción del Estado ni los intereses de la República. Todos quieren trascender, y todos le dan en la madre a la nación, a la patria, al hogar que parecen despreciar

“El presidente ha pasado de no tener la razón a perder la razón. A fuerza de refugiarse en sus otros datos, que por cierto nunca ha tenido por la sencilla razón de que no existen, ha creado un mundo paralelo en el que experimenta la dicha de mandar, aunque no sea obedecido”

Este año recuperamos la pesada idea de “cuesta de enero”, y entre veras y bromas, dadas las condiciones económicas del mundo y la inflación, equivaldrá a escalar el Everest. Las tarjetas del bienestar -ante los hechos- son una aspirina, y el incremento al salario mínimo mostrará que en el pasado se tuvo razón. La estanflación se agudiza en la medida en que crecen los salarios, porque lo único que no se hace, es fomentar la producción, tanto en el campo como en la industria.

Antes que producir y trabajar, prefieren ir al cajero automático cada dos meses, para medio vivir del apoyo fiscal que el gobierno toma de nuestros impuestos. No son las tarjetas de Claudia ni la del Peje, sino la aportación de los mexicanos que, de una u otra manera, producimos, para “apoyar” a los que no estudian ni trabajan.

El razonamiento no puede ser difícil de entender. La mafia del poder, los periodistas corruptos, los líderes venales, los que de una u otra manera atentan contra los sueños de grandeza de Andrés Manuel, apoyan al México bueno y sabio a través del pago de impuestos, pues esos recursos fiscales alimentan las tarjetas del bienestar. Ergo, no son tan perversos, ¿o sí?

¿Cuánta riqueza producirán, y en cuánto tiempo, las faraónicas obras de “seguridad nacional” del gobierno de la 4T? Necesario es reconocerlo, la única requerida y de gran utilidad es el ferrocarril transístmico, porque facilitará el comercio entre naciones, con un paso entre océanos más barato y más moderno que el canal de Panamá. El AICM-Texcoco y el trenecito hubieran sido el binomio perfecto para producir riqueza para México.

Lo que el gobierno hace con la economía nacional es un disparate que no nada más acelera la inflación, sino que, sumado a las consecuencias de la pandemia y al casi incontenible deseo de pervertir las políticas del Banxico hasta sustraerle las reservas, son el caldo de cultivo perfecto para la estanflación, característica que hundió los sexenios de Echeverría y López Portillo. Éste, algo sintió, algo le dijeron, algo supo, que fue preclaro y se autoproclamó el último presidente de la Revolución.

Desde entonces este México nuestro carece de proyecto. Se hacen planes nacionales de desarrollo que varían de acuerdo a los intereses de los gobernantes en turno, nunca se sostienen con la firmeza que reclama la conducción del Estado ni los intereses de la República. Todos quieren trascender, y todos le dan en la madre a la nación, a la patria, al hogar que parecen despreciar.

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Para reforzar nuestro lamento acerca del gobierno que nos mangonea, está el breve e intenso texto de Irene Vallejo publicado en Milenio el 15 de diciembre último. Lo comparto con ustedes. El título es evocador: Borrachera de poder:

Elegimos a nuestros gobernantes para que cambien la realidad, pero muchas veces son ellos quienes cambian. La transformación de los políticos, debida al éxito y los halagos de su círculo cercano, ha sido descrita como enfermedad profesional. Un neurólogo y exministro inglés ha enumerado los síntomas de esta dolencia: alejamiento de la realidad, exceso de confianza, lenguaje mesiánico, convencimiento de estar en la senda de la verdad y no tener que rendir cuentas ante la opinión pública sino ante la Historia con mayúscula. Este mal se denomina en lenguaje clínico “Síndrome de Hybris”.

Hybris es una palabra griega que significa arrogancia y exceso. El término describía una pasión violenta inspirada por la diosa de la obcecación, Ate, que arrastraba a los héroes y los poderosos a avasallar al prójimo. Esos atropellos acababan teniendo consecuencias desastrosas y eran castigados por otra diosa, llamada Némesis, encargada de restablecer el equilibrio vengando a los agraviados. La tragedia griega representó a menudo este círculo diabólico de poder, soberbia, ceguera, error fatal y caída. Para la mentalidad clásica, la prudencia era la virtud intelectual necesaria para adaptar la propia actuación a la invariable complejidad de las circunstancias. Los antiguos dirían que los gobernantes empiezan a ser peligrosos cuando les causa terror reconocer un error.

Un amigo, cuya identidad omito, compartió su opinión sobre el breve artículo anterior, que comparto ustedes:

“Es un texto elegante y erudito.

El presidente ha pasado de no tener la razón a perder la razón. A fuerza de refugiarse en sus otros datos, que por cierto nunca ha tenido por la sencilla razón de que no existen, ha creado un mundo paralelo en el que experimenta la dicha de mandar, aunque no sea obedecido.

“Arturo González Cosío decía que los gobernantes mexicanos acaban encerrados en un cuarto de algodón, donde todo cede ante su impulso.

“Lo malo para el presidente y, sobre todo, para el país, es que las estructuras del poder ya muestra signos de un colapso que se irá haciendo ostensible conforme pasen los meses. No puedo predecir cuándo llegaremos al punto crítico, pero muy bien pudiera ser en el curso del año final del gobierno. La fase decreciente va a ser muy dura con el presidente y en la historia a que alude Vallejo, AMLO sólo será visto como un accidente extravagante. Algo así como Jânio Quadros en Brasil, a quien sólo se recuerda para chancear. Fue el personaje pintoresco que llegaba a los mítines blandiendo una escoba con la que anunciaba que barrería la corrupción de Kubitschek.

“Nos toca ser testigos del derrumbe triste e innecesario de los muros de la patria nuestra, como diría Quevedo.

“Pero si vemos lo bueno en lo malo, se irá forjando la convicción de que sólo un régimen de gobierno distinto evitará el regreso de los amlos”.

Sin embargo, le vamos a reconfirmar el mandato. Es tan inseguro que necesita de más y más fuertes aplausos.

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