La costumbre del poder

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  • EPN cómplice de Andrés Manuel, ¿le cobrarán los priistas la factura del tiradero?
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

Difícil y también poco probable demostrar que esa complicidad entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel existió y hay un pacto de impunidad, tal como lo describió Miguel de la Madrid Hurtado en la entrevista concedida a Carmen Aristegui. Para que el presidencialismo funcione se requiere de cómplices; así todos escupen en la sopera, y todos comen de esa sopa. Nada cambiará sin la reforma del Estado

Durante años corrió como parte del chismerío político sobre la manera de obtener, Luis Echeverría Álvarez, su candidatura presidencial. Molesto Gustavo Díaz Ordaz por las protestas que condujeron al 2 de octubre y los desaires populares durante la inauguración de las Olimpiadas de 1968 y la Copa Mundial de Fútbol 1970, decidió cobrarse con la postulación de su secretario de Gobernación.

Años después y en conferencia de prensa, Enrique Peña Nieto aseveró que muchos mexicanos pensaban que el presidente se levantaba, algunas mañanas, pensando en cómo perjudicar a México y a los mexicanos, y remató: “ningún chile les embona”.

Después de la lectura de algunas columnas políticas, notoriamente las de Carlos Loret de Mola, empieza a corroerme la fatal duda, qué tal que, en un arranque de furia y resentimiento en contra de sus gobernados, por las reacciones populares de lo ocurrido a los 43 de Ayotzinapa, y también el exigido desprendimiento de la Casa Blanca, decidió hacerse cómplice del éxito electoral de Andrés Manuel, al “judicializar” la candidatura de Ricardo Anaya Cortés.

Partamos de un hecho incontrovertible: los electores estaban hasta la madre de los malos gobiernos priistas y su corrupción, tanto que la ventaja de Andrés Manuel era clara, aunque quizá no tan grande como para arrasar como sucedió. Quizá jamás habría logrado el Congreso que obtuvo y perdió el último mes de junio. La diferencia es significativa, porque el tiradero es mayor y de casi imposible reconstrucción, aunque en este México nuestro toda reforma constitucional nace con su contrarreforma bajo al brazo, a pesar de que el asunto fiscal de los programas sociales ligados a tarjetas de gasto, modificarlo requeriría de cirugía mayor. Nada ocurrirá sin la reforma del Estado, puesto que no hay populismo que aguante la presión -en uno u otro sentido- de 130 millones de mexicanos.

Así es que si los priistas se llaman a sorprendidos porque la traición de Alejandro Moreno con la reforma eléctrica está cantada, dicha actitud se debe a que con anterioridad toleraron, sin explicación, el que José López Portillo abdicara de su mandato constitucional y se asumiera como el último presidente de la Revolución, para que después Ernesto Zedillo condujera una pasarela absurda en la que Francisco Labastida Ochoa nunca tuvo oportunidad de resultar vencedor en la contienda presidencial, lo que apresuró a que el mismo Zedillo anunciara al ganador, para poner broche de oro con EPN, cuyo único interés en la vida son los brazos de Tania Ruiz, pero los priistas no dicen ni pío.

Difícil y también poco probable demostrar que esa complicidad entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel existió y hay un pacto de impunidad, tal como lo describió Miguel de la Madrid Hurtado en la entrevista concedida a Carmen Aristegui. Para que el presidencialismo funcione se requiere de cómplices; así todos escupen en la sopera, y todos comen de esa sopa. Nada cambiará sin la reforma del Estado.

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