La costumbre del poder

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  • La costumbre del poder
  • ¿Cuál es el proyecto de nación en México? (IV/IV)
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

*Fácilmente -con los programas sociales convertidos en votos contantes y sonantes, mientras haya efectivo- pueden llevarnos a infravalorar nuestra voluntad política y la promesa por cumplir: democracia y libertad, lo que evidentemente disminuye todos los días, con la violencia, la falta de transparencia y el secuestro de la voluntad electoral, donde las rejas son las tarjetas para cobrar lo que, a todas luces, los mexicanos se dan a ellos mismos, no es dádiva de los dioses del poder

Partamos del hecho de que no habrá ni sopapos ni balazos, sino abrazos, puros abrazos, lo que nos lleva a la pregunta que sí requiere respuesta: ¿estamos dispuestos a tolerar lo que ocurre, como para que sustituyan el Estado de las instituciones por el del narco y la violencia? ¿Seremos, los mexicanos, capaces de organizarnos para exigir puntual y oportuna rendición de cuentas sobre lo que sucede en la sala de la casa?

La autoridad moral, cívica, histórica y constitucional de los partidos políticos, incluido el del gobierno, dejó de significar algo. Se empeñaron en desacreditar o destruir las útiles organizaciones no gubernamentales, y de las que sobreviven, quienes desaparecen son los líderes. A las patronales les hace falta solidaridad y transparencia, como para que de buenas a primeras la sociedad les hipoteque su voluntad electoral.

¿Dónde, entonces, encontrar al líder o los líderes con la inteligencia suficiente para explicar, con peras y manzanas, cuál es nuestra oportunidad como nación y dónde el proyecto nacional y de unidad que nos permita evitar que ocurra lo mismo que con el de la Revolución que, de acuerdo a lo señalado por Emilio Uranga y recuperado para nosotros por José Manuel Cuéllar Moreno, quedó inconclusa?

Supongo que todos coincidimos en que colaborar en la destrucción del medio ambiente y, además, contribuir a desmontar el compromiso de desarrollo sustentable, equivale a abrir las puertas a la eutanasia de la nación, que, si bien padece de enfermedad terminal, tiene en la mesa de los medicamentos los adecuados para levantarla otra vez.

Por una u otra razón -suficientemente analizadas y expuestas- reventamos el desarrollo estabilizador. ¿Queremos dejar inconclusa la promesa por la que los mexicanos trabajan desde diciembre de 1982? Hay desviaciones, sí; correcciones que pueden hacerse y exigen rapidez, también; necesidad urgente de proponer e instrumentar la reforma del Estado, para acabar, de origen, con el motor y la voracidad de la corrupción que todavía campea en las esferas gubernamentales.

Es urgente evitar que Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel se conviertan en referente. Tenemos los propios, como el contrato de esperanza cortado con el asesinato político de Luis Donaldo Colosio, o el discurso articulador de los padres fundadores de Acción Nacional, o la decorosa propuesta de la Corriente Democrática, convertida en Frente Democrático Nacional y un originario PRD. El mandato constitucional para quienes gobiernan está vigente, hagamos, no, exijamos que se respete.

Aunque también es cierto que fácilmente -con los programas sociales convertidos en votos contantes y sonantes, mientras haya efectivo- pueden llevarnos a infravaloración de nuestra voluntad política y la promesa por cumplir: democracia y libertad, lo que evidentemente disminuye todos los días, con la violencia, la falta de transparencia y el secuestro de la voluntad electoral, donde las rejas son las tarjetas para cobrar lo que, a todas luces, los mexicanos se dan a ellos mismos, no es dádiva de los dioses del poder.
 
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Me escribe un lector y amigo y solicita que comparta sus inquietudes para que juntos, reunamos los elementos que los políticos deben incluir en un proyecto de nación. Lo comparto:

¿Qué es lo que hace a un país moderno?

¿Un sistema electoral que garantiza que los puestos de la administración pública han sido elegidos libre y democráticamente? Ese sistema ya se pudrió.

¿Un sistema económico que garantiza crecimiento, desarrollo y bienestar para la sociedad, donde las nuevas generaciones podrán desarrollar sus habilidades para generar riqueza para sí y los demás? Ese sistema ya se pudrió.

¿Un sistema educativo que brinda, a todos, acceso libre a los conocimientos necesarios para desarrollar capacidades de aprendizaje, formación de valores y una visión clara, de las circunstancias y necesidades de cada generación? Ese sistema ya se pudrió.

¿Un sistema judicial que tenga por premisa la búsqueda de la justicia y solo la justicia, definida ésta en el cuerpo legal de un país? Ese sistema ya se pudrió. (Quizá el daño más grave de AMLO sea el haber destruido el nuevo sistema de justicia al que tanto se le invirtió.)

Los países modernos siempre tienen futuro. Los que no han podido construir una mínima modernidad siempre están atascados en el pasado, historiado, mitificado o fabulado.

El desastre en que nos ha sumido López Obrador es que esa tentativa de modernidad -por sus excesos y desviaciones- ya está condenada y hace parte del pasado negro y perverso de los traidores de MéxicoY ya no hay otra opción que logre consenso, fuera de la de él.

Su concienzuda y rigurosa labor de destrucción ya convirtió a México, no solo a la política, en esa nata parmenídea de la que hablaba el Oso (Rafael Ruiz Harrell).

Puedes incluir también cómo destruyó la ciencia y tecnología, la capacidad de investigación y de crear nuevas patentes.

Y qué decir de la seguridad. Somos ya un país acostumbrado a pactar con el crimen. Y desde el presidente.

Ahí se los dejo como motivo de reflexión alrededor de ese sincretismo que une a las brujas, los fieles difuntos y a todos los santos.

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