La costumbre del poder

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  • Evidencias condenan a López-Gatell
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

* Hugo López-Gatell Ramírez olvida que los fallecidos dejan huecos en los afectos y las memorias

*Poco interesa transformar al Poder Judicial, buscan permanecer en la Presidencia de la República; el supuesto propósito es diferente, el método es idéntico. Un albazo del legislativo. Y luego dicen que no son lo mismo, van para peor

La lambisconería vaya y pase, las personas con dos dedos de frente identifican al adulado y al rastrero; las pesadas consecuencias se acumulan cuando el lambiscón deja de serlo para convertirse en cínico. Significa que encontró el “punto G” de la vanidad y, al mismo tiempo, inseguridad de su presa.

Hugo López-Gatell Ramírez debe ser un hábil conocedor del carácter de los humanos, lo que le facilita manipular a los que habitan en su entorno, así como a los que, por una u otra razón, deciden confiar en su sabiduría profesional, porque supo venderla y aprendió, cuando se dio cuenta de los requerimientos de carácter de los que deben hacer gala los hijos de los exilados, a sobrevaluar sus verdaderas capacidades. Es un mago de la simulación. Esa prenda es la que lo acercó al presidente de México. Se identificaron en ese difícil arte de simular para vivir.

Si quien hoy comanda los destinos de México aprendió a desconfiar por norma, ¿cómo y por qué ha tolerado la manipulación que de su persona hace López-Gatell? ¿Será que el discípulo superó al maestro, o que en los senderos de la política coincidieron almas gemelas con idénticas capacidades para marear la perdiz?

El desconcierto es mayúsculo cuando, después de un año de administrar celosamente el número de fallecidos por Covid-19, el último 27 de marzo por la noche “el gobierno federal” salta (en números redondos) de reconocer 200 mil al número de 320 mil muertes. 60 por ciento más, como si nada, y el mundo de la opinión pública -debido a su necesaria escapatoria de los días santos- ni siquiera se altera por lo sucedido, ya no digamos los inversionistas y todos aquellos que, atentos, observan lo que ocurre en su madre patria, para saber si después del próximo seis de junio permanecen en casa, o venden sus propiedades o las abandonan, para huir donde les garanticen seguridad en la salud, y certeza jurídica para sus personas y bienes.

Innecesario alarmarse. Lo mismo ocurrió en Cuba cuando Batista hartó a los gringos, o en Panamá cuando los marines entraron a saco a la casa de gobierno, para detener y secuestrar a Manuel Antonio Noriega, y sin juicio previo trasladarlo a cárceles de Estados Unidos; o en Argentina, cuando José López Rega, Cola la lagartija, se adueñó del poder antes de que los generales, con Jorge Rafael Videla a la cabeza, lo desplazaran a él. No debemos dejar de mencionar el golpe de Estado en 1973, en Chile, o la discreta, pero eficiente dictadura de Alberto Fujimori. El dinero no tiene patria. ¿Sí los capitales mexicanos?

Hugo López-Gatell Ramírez olvida que los fallecidos dejan huecos en los afectos y las memorias, pero peor, dejan la huella en las almohadas y las camas vacías, y no hay calor que las suplante.

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Imposible permanecer impávido ante la estupidez y la falta de memoria. Lo que hoy quieren que ocurra en la SCJN sucedió en 1994 y nadie chistó, salvo unos cuantos.

Ernesto Zedillo Ponce de León ofició un golpe de Estado en contra del Poder Judicial, para hacer una reforma y, de entrada, reducir el número de ministros.

Sin embargo, lo cierto es que reformar el Poder Judicial no requiere que Arturo Zaldívar LELO de Larrea esté al frente, sino que se haga con pulcritud. Lo cierto es que la democracia inició con la ciudadanización del IFE y la tímida alternancia. Hoy decidieron retroceder más de diez lustros. Así de simple.

Si coinciden en la idea, resultará necesario suponer que el actual presidente propone la inconstitucional reforma al período de mandato del presidente de la SCJN por otras razones. Poco le interesa transformar al Poder Judicial, lo que busca es la complicidad para permanecer en la Presidencia de la República; es decir, lo que quiere es legalizar lo que, a todas luces, es inconstitucional.

El supuesto propósito es diferente, el método es idéntico. Un albazo del legislativo. Y luego dicen que no son lo mismo, van para peor.

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