- El mal, poder y política (I/V)
- Por Gregorio Ortega Molina
RedFinancieraMX
* Ser invidente no significa estar poseído por el mal. Tampoco la ignorancia implica que tengas maldad en el corazón y la razón. ¿Puede un deficiente mental ser víctima del mal? ¿Hay, en el conocimiento, una puerta de acceso a la maldad? ¿Son simbióticos el mal y la violencia, o con el crimen organizado, especialmente con la trata y el narcotráfico? ¿Son las fosas clandestinas la más acabada expresión del mal? ¿O lo es el engaño político?
Durante una conversación después de cenar, el inspector Jules Maigret pregunta a su amigo, el doctor Pardon, si considera que existe el mal porque sí, químicamente puro. La respuesta es imprecisa.
El mal tiene sus vertientes. Es comportamiento y consecuencia; origen y desenlace; desafío religioso y/o moral y, al mismo tiempo, social y civil; es instrumento de control y poder, ya sea económico, político o sexual y familiar. Es, definitivamente, un modelo de coerción para establecer líneas de mando irrompibles. Ni con la muerte se acaba el contrato, porque no pocas veces son los hijos los que pagan el mal causado por los padres.
Imposible ser malo a medias, como bueno un poquito. Jesús critica a los tibios de corazón. Como seas y lo que seas, es necesario serlo a fondo, de lo contrario pasas desapercibido para tus allegados, o de plano te conviertes en un cero a la izquierda. Lobos con piel de cordero y los mediocres terminan por enseñar las orejas. La simulación es un arte que desgasta y lesiona, sin importar que se ejerza desde la cúspide del poder, ya sea espiritual o político.
Pero, ¿tienen características físicas ésos malos-malos que permiten identificarlos? ¿Es cierto que las circunstancias modifican el comportamiento, y ante el riesgo de perder la vida de tus seres queridos, eres capaz de actuar con simulación, malicia y maldad y hacer daño? Los fracasos profesionales y sociales ¿te agrían el carácter y siembran rencor que te transforma en ser humano propenso al mal?
Los códigos de conducta y comportamiento se modifican tanto como cambian los hábitos culturales y religiosos, profesionales y sociales. La codicia puede convertirte en cónyuge modélico mientras esperas el fallecimiento de los padres de tu pareja, que la heredarán con cuantiosa fortuna. El mal se agazapa para echarle la mano a la riqueza, adquirir poder, y así, de manera impune, infligir daños, pequeños y mayores, pero siempre con la intención de demostrar el mando, hacerlo sentir, demostrar que se puede, nada más porque se puede.
Pero creo que sí es posible que haya características físicas que favorecen el cultivo del mal. Cuando por angas o mangas se ha sido mutilado, o se nació con un defecto congénito, como la ceguera, por ejemplo.
En Ensayo sobre la ceguera José Saramago nos ofrece un catálogo de ese comportamiento espejo de los que gozan de la vista frente a los que dejaron de recibir la luz. Es como una explicación ampliada y moderna a lo ocurrido a Pablo de Tarso camino de Damasco. Enceguecido por el destello, el rayo inexplicable y el anuncio de un nuevo conocimiento, de la fe y la verdad, permanece a oscuras, ciego -por unos días- hasta estar dispuesto a recibir la verdadera luz. Es hasta entonces que recupera la vista. También es la alegoría de la Caverna. No pocos viven en ella.
El asunto es más complicado. Ser invidente no significa estar poseído por el mal. Tampoco la ignorancia implica que tengas maldad en el corazón y la razón. ¿Puede un deficiente mental ser víctima del mal? ¿Hay, en el conocimiento, una puerta de acceso a la maldad? ¿Son simbióticos el mal y la violencia, o con el crimen organizado, especialmente con la trata y el narcotráfico? ¿Son las fosas clandestinas la más acabada expresión del mal? ¿O lo es el engaño político?
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