La Costumbre del Poder

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  • Cuatro millones y Dios proveerá
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

Las pulsiones sexuales a esas edades son inevitables, en tanto que las violaciones intrafamiliares sólo son producto de la ignorancia, la indefensión y la falta de amor y solidaridad en las familias. Hay hechos que no deben callarse, aunque alguno de los hombres de la casa dé con sus huesos en la cárcel

La fe religiosa se manifiesta en múltiples opciones, nunca deja caminos cerrados y jamás coloca ante una situación de perder-perder. El Nuevo Testamento manifiesta la presencia del Dios del amor, se deja atrás al Señor de los ejércitos, conquistador por las armas de la tierra prometida. La consigna es el amor.

Los afectos cuando son sinceros conducen a iniciativas positivas, hacen que la inteligencia se manifieste, tanto para agradar como para ganarse la vida. El amor es fuente de inteligencia, de ideas que dan a la civilización bienestar. Es cierto, son oscuros los caminos del Señor. ¿Por qué entonces no ver el amor de Dios en los diversos métodos anticonceptivos? ¿Por qué temer a la necesaria y suficiente información acerca de la vida sexual? ¿Por qué proscribir el aborto a rajatabla? Debe considerarse que también es pecado colocar al ser humano en situaciones extremas de decisión sin necesidad; o en condiciones de morir porque debe ocultarse para proceder a una intervención quirúrgica que es necesaria, por las condiciones en que se produjo el ataque sexual, y por las consecuencias de no hacerla.

La reflexión anterior obedece a que leo en diversos medios digitales e impresos que en México hay cuatro millones, sí, cuatro millones de niñas y adolescentes embarazadas. ¿Cuándo una niña deja de serlo? Supongo que el inicio del ciclo menstrual modifica la percepción del cuerpo, la idea de la vida y del futuro. Hoy hay niñas de 10 años que lo inician. ¿Son adolescentes? ¿Se convierten por ello en mujeres?

Puede suponerse, sin equívocos, que el embarazo en una niña es producto de una violación, seguramente intrafamiliar, y por eso se calla, se silencia para tapar una vergüenza que no debe existir, y para evitar sanciones penales a padrastros, tíos, primos y hermanos. ¿A qué edad una niña debe enterarse que puede y debe denunciar por lo que ocurre en su cuerpo como resultado de una violación? ¿Y las cicatrices de la razón, del alma, del entendimiento? ¿Debemos dejar que se pudran?

Las adolescentes que se embarazan como producto de la calentura del momento, son tan responsables como sus padres que no las proveyeron a tiempo con la suficiente información para evitar los embarazos no deseados; también hay corresponsabilidad de las iglesias y las instituciones educativas. ¿Para qué llegar a la disyuntiva de hacer o no un legrado, si la preñez puede ser evitada?

Claro, las pulsiones sexuales a esas edades son inevitables, no se van ni con baños de agua fría, en tanto que las violaciones intrafamiliares sólo son producto de la ignorancia, la indefensión y la falta de amor y solidaridad en las familias. Hay hechos que no deben callarse, aunque alguno de los hombres de la casa dé con sus huesos en la cárcel.

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