La costumbre del poder

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  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

Imposible regresar al pasado de la dictadura perfecta, porque el futuro inmediato es algo más que incierto; entonces, ¿para dónde hacernos? ¿Por qué temen hacer lo que ofertaron para ofrecernos futuro? Prometieron una nueva República, a la que sólo llegaremos con la reforma del Estado, pero están muertos de miedo

Se manifiesta ya la consecuencia más grave de la ausencia de Estado, de la incontrolable violencia. Es la degradación social, porque de otra manera cómo entender a El Mochaorejas, El Monchis, El Güero Palma Salazar y Miguel Ángel Félix Gallardo; los últimos destruyeron la norma no escrita de jamás tocar a la familia.

Lo ocurrido en el zócalo de Cuernavaca hace unos días, a media mañana, ante periodistas y manifestantes, frente a curiosos y turistas, dista mucho de ser lo más grave que en el futuro atestigüemos, porque a fin de cuentas la muerte es un tránsito, aunque es preferible que suceda en la propia cama.

Lo que enciende todas las alarmas es el costo de la vida y la manera de hacerse con unos pesos, aunque el supuesto sicario no llegue a disponer de su destino. Asesinar por venganza es todo un tema; matar por celos o codicia tiene su propio calado, pero cargarse a dos cristianos por cinco mil pesos equivale a ejecutar por hambre, o por necesidad de satisfacer la narcodependencia. La moral dejó de tener significado en amplias capas de la población.

Estamos lejos de asistir, como sociedad, a la puesta en escena de una nueva versión de Los miserables, porque Jean Valjean es perseguido por Jabert debido a una infracción menor: robo por hambre. ¿A qué equivale, en los ojos del Estado y su gobierno, convertirse en asesino por hambre, matar por unos cuantos pesos, porque cinco mil carecen del poder adquisitivo de 1993, cuando el peso perdió tres ceros?

Reconsidero la fervorosa idea de la 4T de restaurar el presidencialismo imperial, justo cuando cae en mis manos una narración de Philip Kerr, donde encuentro el párrafo siguiente: “Antes de 1933, todo estaba permitido porque, como averiguó Sócrates a un alto precio, la auténtica naturaleza de la democracia es fomentar la corrupción y el exceso en todas sus variantes. A pesar de ello, la corrupción y los excesos de la República de Weimar seguían siendo preferibles a las abominaciones bíblicas perpetradas ahora en nombre de las Leyes de Núremberg. Creo que en realidad no supe lo que era el pecado mortal hasta que viví en la Alemania nazi”.

Imposible regresar al pasado de la dictadura perfecta, porque el futuro inmediato es algo más que incierto; entonces, ¿para dónde hacernos? ¿Por qué temen hacer lo que ofertaron para ofrecernos futuro? Prometieron una nueva República, a la que sólo llegaremos con la reforma del Estado, pero están muertos de miedo.

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