La costumbre del poder

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  • ¿Sí, o no reelegirse? IV/V
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

 

*El maximato es clara muestra de lo que suele ocurrir con las promesas y compromisos. Calles sólo cumplió su oferta cuando el general Lázaro Cárdenas ordenó que lo subieran a un avión que lo llevó a Los Ángeles, California. Así es la pulsión del poder

El aliento ideológico y humano que dio vida al proyecto de nación conceptuado en la Constitución, empezó a languidecer cuando Álvaro Obregón decidió conculcar el principio fundamental de la no reelección, y se asfixió hasta morir con la lápida del neoliberalismo que le colocaron encima desde 1982.

Hoy los mexicanos pensamos de manera distinta a como se nos inculcó en los libros de texto gratuitos de Adolfo López Mateos, porque fueron fundacionales de la idea de patria y del concepto de identidad nacional, que ahora son un estorbo; El laberinto de la soledad y las películas de los hermanos Rodríguez y Joaquín Pardavé, dejaron de ser referencia del carácter nacional. Quizá El ser del mexicano, de Emilio Uranga, sea el texto que más se aproxime a lo que ya es incorregible.

México es un país cruento, y en esa sangre se ahogó su futuro. Las muertes de los generales ordenadas por Álvaro Obregón, la Cristiada, Topilejo y Huitzilac, los crímenes políticos (el del mismísimo Manco de Celaya y los que lo han seguido, hasta el de Colosio y Ruiz Massieu, o los de los defensores de la tierra) y la desnaturalización programática, ideológica, jurídica y política del documento constitucional, han contribuido a hacer de esta país, lo que es.

Aquí las palabras de Plutarco Elías Calles durante su último informe de gobierno:

“Juzgo indispensable hacer proceder este breve análisis de una declaración firme, irrevocable, en la que empeñaré mi honor ante el Congreso Nacional, ante el país y ante el concierto de los pueblos civilizados; pero debo, antes, decir que quizá en ninguna otra ocasión las circunstancias hayan colocado al jefe del Poder Ejecutivo en una atmósfera más propicia para que volviera a existir en nuestro país el continuismo a base de un hombre; que sugestiones y ofertas y aun presiones de cierto orden -envuelto todo en aspectos y consideraciones de carácter patriótico y de beneficio nacional- se han ejercitado sobre mí, para lograr mi aquiescencia en la continuación de mi encargo, y que no únicamente motivos de moral, ni consideraciones de credo político personal, sino la necesidad que creemos definitiva y categórica, de pasar de un sistema más o menos velado, de gobiernos de caudillos, a un más franco régimen de instituciones, me han decidido a declarar solemnemente y con tal claridad que mis palabras no se presten a suspicacias o interpretaciones, que no sólo no buscaré la prolongación de mi mandato…”.

El maximato es clara muestra de lo que suele ocurrir con las promesas y compromisos. Calles sólo cumplió su oferta cuando el general Lázaro Cárdenas ordenó que lo subieran a un avión que lo llevó a Los Ángeles, California. Así es la pulsión del poder.

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