La costumbre del poder

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  • El hombre dios
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

El alma existe, es necesario darle espacio y dignidad, porque anudarla al cuerpo durante 150 años gracias a la ingeniería genética, pero sin salud en la razón, equivale a la muerte antes de la muerte

¿Debe considerarse como un tema bíblico, o hacerlo así es estar fuera de lugar? El ser humano siempre ha deseado el poder, y éste puede o debe verse como al árbol en el centro del Jardín. Mandar equivale a equipararse a Dios, porque se supone que da conocimiento, información, pero no necesariamente esa sabiduría que hizo brillar a Salomón.

Por una de esas coincidencias perversas, el inicio del actual gobierno fue de la mano con mi lectura de Yuval Noah Harari y su Homo Deus, lo que de inmediato me lleva a reflexionar acerca del futuro mediato e inmediato, y la posibilidad de que la ingeniería genética, la biología celular, sustituyan a las pulsiones humanas por el poder, y la sed de conocimiento e información cedan su lugar a la sabiduría, la prudencia. Se trata del conocimiento del carácter de los humanos: pasiones y debilidades, ideas y creencias.

¿Hay espacio para la ideología, o ésta desaparece en cuanto la realidad se hace presente con la calificación de la deuda de Pemex? ¿Son instigadores y aves de mal agüero los directivos de Ficht, o sólo cumplen con el ritual del reacomodo de piezas en el orden económico mundial?
El poder sólo contribuye -desde una distancia higiénica y lejana- en mínima parte a la idea de eternidad y trascendencia. El mando sobre los pueblos de la tierra dejó de tener origen divino, porque hubo un corrimiento en el orden de las creencias y las ideologías, y porque los valores éticos y morales se modificaron, al hacerse -los científicos e investigadores- con la mente de los corderos que son administrados y gobernados por instituciones políticas subordinadas a las corredurías bursátiles, al conocimiento que se investiga en los laboratorios y se manifiesta en la medicina, la genética sobre todo.
Persisten en la tonta certidumbre de que adquiere mayor trascendencia e importancia asegurar la “extensión” de la vida biológica de los humanos con órganos sobre pedido, que la conservación de los pulmones verdes, las especies, pero sobre todo de la dignidad de esos corderos cuyo anhelo es sobrevivir en paz y con empleo. No mueren por tener una tarjeta de débito de mil o dos mil pesos, pues saben que lo que necesitan es desarrollar las habilidades para los que fueron creados, aunque ahora y desde hace 7 lustros al menos, favorecen la ignorancia con programas como Prospera.

El alma existe, es necesario darle espacio y dignidad, porque anudarla al cuerpo durante 150 años gracias a la ingeniería genética, pero sin salud en la razón, equivale a la muerte antes de la muerte.

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