- La crítica a través del sarcasmo, en la obra de Jorge Ibargüengoitia
- Por Norma L. Vázquez Alanís
RedFinancieraMX
¿Olvida usted su equipaje? es un volumen que recopila algunos de los textos que el escritor guanajuatense Jorge Ibargüengoitia elaboró para el diario Excélsior entre 1969 y 1976; incluyen temas relacionados con la Ciudad de México, así como crónicas de sus viajes dentro del país y al extranjero escritas con un humor cáustico, pero reflexivo, además de un sarcasmo demoledor desde el que analiza la conducta de los turistas y señala de forma jocosa las costumbres de los viajeros.
Incansable andarín, Ibargüengoitia procuró siempre y en cada lugar que visitaba escudriñar los pequeños, pero no por ello insignificantes, detalles de su entorno, fuera en el soñado París o el legendario Egipto. El autor de las novelas Las muertas, Los relámpagos de agosto, Los pasos de López, El atentado y Maten al león, entre otras, procuró evitar una actitud de turista en sus itinerarios y jamás practicó el azoro ante un paisaje tipo ‘tarjeta postal’.
El libro ¿Olvida usted su equipaje? (Editorial Planeta Mexicana, bajo el sello Joaquín Mortiz, primera edición, junio 2018, 311 páginas) está dividido en cuatro partes: Urbanismo y conspiradores, Conozca primero México, Apuntes de viaje y La noche de las noticias e inicia con crónicas sobre la Ciudad de México, sigue con la provincia nacional y continúa con observaciones sobre España, Francia, Inglaterra y Egipto, en textos exultantes de humor ácido e inteligencia, que revelan los pormenores de las actividades más cotidianas como si de empresas titánicas se tratara.
Ibargüengoitia compara el traslado al lugar de trabajo con la hazaña de cruzar una jungla, y encontrar el departamento de un conocido en un moderno multifamiliar con una tarea digna de un detective. Y aterrizar en un país extraño con una maleta llena de dibujos al pastel, dice, es una operación tan complicada como tratar de introducir drogas. Fue un infatigable cronista de la vida diaria y hoy uno de los autores más importantes por ser una de las plumas más transgresoras de la literatura hispánica contemporánea.
El artículo que da nombre al libro, ¿Olvida usted su equipaje?, aborda el tema de los aeropuertos, un tormento para los viajeros en todo el planeta, con sus bandas sinfín por donde desfilan los equipajes, los guardias aduanales que a veces tardan tanto en las revisiones que el pasajero pierda el siguiente vuelo de conexión; su conclusión es que “si parece uno respetable, en ningún lado -excepto en México- tiene problemas”.
Ya desde finales de la década de los 60 el escritor se quejaba del nauseabundo crecimiento de la industria de la construcción en la Ciudad de México, que comenzaba a llenarse de altos edificios de departamentos en condominio que acababan con las casas solas de jardines o patios con macetas. Entonces escribió: “mucha gente se cambió a departamentos creyendo que daba un paso adelante en los caminos de la civilización” y agregaba “los arquitectos se fueron a proyectar edificios deformes por definición, llenos de bañitos microscópicos, pasillos sin ventanas, recamaras mínimas, pozos de luz que son causa de gran parte de las neurosis, y salas-comedores que han marcado el fin de la felicidad conyugal”.
En el texto titulado París gastronómico, Ibargüengoitia hace gala de su humor natural al señalar que el desayuno clásico francés de cuernitos, mermelada y café que los mozos llevan a las habitaciones en los hoteles, permiten al establecimiento ahorrarse el comedor, los manteles y cubiertos, además de los meseros y cocineros, y se lamenta también de que debiera acostumbrarse a sentir hambre cuando la sienten los franceses, de manera que “si se le antoja a uno comer chilaquiles a las diez de la mañana, está destinado al fracaso”.
En fin, que el volumen es un despliegue genial de sarcasmo, crítica mordaz, ironía, lucidez y un rechazo natural hacia la ineptitud.
El historiador, ensayista y crítico literario Christopher Domínguez Michael señala que en ¿Olvida usted su equipaje? se disfruta a un Ibargüengoitia cronista que en apariencia sólo habla de sí mismo y a quien seguimos encantados en las circunvalaciones de un “viaje alrededor de mi neurosis” que nos lleva de Coyoacán a París y de El Cairo a Buenos Aires. Los temas, continúa, en apariencia variadísimos, en realidad sólo son un par: la inagotable estupidez del patriotismo, tanto más imbécil cuando se ejerce desde el poder, y la degradación irremediable de la geografía humana, ese edén subvertido que Ibargüengoitia, estoicamente, se resigna a habitar.
Mientras que para el escritor Juan Villoro, Ibargüengoitia “acudió a la risa como tribunal supremo de la inteligencia”, y Sergio González Rodríguez, crítico, narrador, ensayista, historiador de la literatura y guionista, sostiene que “Jorge Ibargüengoitia se disgustaba al oír que alguien le etiquetaba como escritor ‘humorístico’, asimismo cuando quien deseaba elogiarle decía que se había ‘reído mucho’ al leer su obra; por ello aclaró más de una vez que su tarea era ‘presentar la realidad como la veo’.
En La patria a cuestas, escribió sobre las travesías de Ibargüengoitia el doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid Jorge F. Hernández, quien confirma que “Jorge Ibargüengoitia viajaba con México sobre los hombros, filtrado en las retinas”.
A su vez, el poeta y ensayista Armando González Torres indica que Ibargüengoitia cultivó el periodismo y ejerció una crítica de las costumbres con una mirada tan amarga como festiva.
En tanto que el escritor y periodista sonorense Ricardo Solís asegura que “si algo define o distingue a Jorge Ibargüengoitia dentro del panorama de la literatura mexicana del siglo pasado, es un alto sentido crítico y el humor, pero es en sus artículos periodísticos donde el sarcasmo campea con finura y rudeza”.
Y José de la Colina, escritor y crítico literario, percibió a un Ibargüengoitia “atento al desilusionante y a la vez, divertido juego del mundo… lo ve con una mirada tranquila, pero que tiene filo de cuchillo”. Este autor es en su opinión “un empequeñecedor de enormidades y un trivializador de trascendencias”.
Para Adolfo Díaz Ávila, doctor en Filosofía por la Universidad Iberoamericana, “la prosa de Ibargüengoitia, que se distingue por su capacidad ‘para diseccionar y destazar, para ridiculizar y poner en evidencia a sus personajes -muchos de ellos del poder político y económico, ya fuese a nivel nacional o en el microcosmos de la provincia mexicana-‘ era su fórmula para dinamitar la historia y la realidad oficiales, para hacer trizas el mito de las instituciones y del desarrollo estabilizador, en una época en que el PRI era el partido dictatorial en México’. Y todo bajo un insoslayable rigor estético, que hace de su estilo algo infrecuente e inimitable.”
En su ensayo Jorge Ibargüengoitia (1928-1985). Un llamado al estudio de la ironía, Díaz Ávila apunta que, “conforme avanzaba, Ibargüengoitia iba conquistando una conciencia más lúcida que le impulsaba a nuevos cuestionamientos y le exigía poner en tela de juicio más “verdades” establecidas. Es lamentable que la brevedad de su vida no le haya dado la posibilidad de culminar la tarea reflexiva sobre la existencia humana, sobre sus sentidos y sus sin-sentidos, pero su obra pone a disposición abundancia de materiales para indagar y conocer la naturaleza y propósitos de la ironía”.
Por último, Jaime Castañeda Iturbide, maestro en Literatura y Comunicación, en su libro El humorismo desmitificador de Jorge Ibargüengoitia, rastrea en la obra del autor su recurso del sarcasmo como vehículo para el intento de un reacomodo de las piezas en el tablero de la mentalidad e idiosincrasia del mexicano de la segunda mitad del siglo XX. Con el humor y tratamientos lúdicos, Ibargüengoitia hace reír al lector, pero su intención esencial se propone incentivar su pensamiento. Eso explica su indisposición a ser tildado simplemente de escritor humorista; no porque no lo fuera, sino porque su interés consistía en poner el humor y la ironía al servicio de una actitud crítica.
La potencia literaria de Jorge Ibargüengoitia (Guanajuato, 1928- Mejorada del Campo, España, 1983) reside en insuflar humor en los aspectos más siniestros del acontecer mexicano, sin dejar a un costado la vida cotidiana que en este país se convierte en epítome del absurdo.