- La depresión juvenil en la posguerra, en novela de Salinger
- Por Norma L. Vázquez Alanís
RedFinancieraMX
A la memoria del escritor español y académico de la lengua Javier Marías Franco (Madrid, 1951-2022), en agradecimiento por tantas horas de inteligente y reflexiva lectura
La soledad y desolación de un joven estadounidense de clase media alta al que le toca vivir la adolescencia en el periodo posterior a la II Guerra Mundial, sumido en la depresión, pésimo estudiante, expulsado de colegios, sin amigos ni novia y sin una visión precisa del porvenir, es materializada en Holden Caulfield, el personaje central de la novela El guardián entre el centeno, del escritor estadounidense J. D. Salinger (1919-2010).
Se trata de un inadaptado inconforme con el “american way of life” que su estatus le marca, convertirse en un profesionista exitoso y formar una familia que siga ese mismo patrón hasta el infinito, pero cuya única ambición es irse a vivir en una cabaña cerca de un bosque y llevar una existencia de ermitaño.
Narrada en primera persona, quizá a manera autobiográfica (porque Jerome David Salinger fue un niño problemático que luego pasó brevemente y sin éxito por varias universidades, entre ellas la de Columbia, la Ursinus en Pensilvania y la privada de Nueva York, además de que fue un hombre tímido y solitario que permaneció recluido gran parte de su vida en su residencia de Cornish, New Hampshire), la novela adopta agudos enfoques y un sentimiento de ironía arrebatador; además, invoca una frustrante desilusión y la búsqueda de una alienación por parte del protagonista para mantenerse al margen de la superficialidad que domina al mundo adulto.
El autor condensa la corta vida de Holden (16 años) en un relato que inicia con su decisión de salirse anticipadamente del colegio donde estudiaba en Pency y del que ha sido expulsado; sin embargo, no puede ir a su propia casa porque sus padres desconocen esa circunstancia. Es el punto de partida para que viva una serie de situaciones muy peculiares y cargadas de alegoría.
La narración, de tono cínico que critica con acidez el mundo hipócrita de los adultos desde la perspectiva de un sarcástico y rebelde adolescente, parece ser una especie de catarsis para que el lector haga sus propios juicios respecto a este joven, Holden, que detesta los convencionalismos sociales y la falsedad de la gente de su clase; si bien no es un libro con giros en la trama o con un argumento sorprendente.
La metáfora central de la obra es el deseo del protagonista de convertirse en guardián en un campo de centeno al borde de un barranco, cuyo trabajo consista en atrapar y sujetar a los chicos antes de que se despeñen por el precipicio de la edad adulta; lo único que busca Holden es proteger ese universo infantil, donde la felicidad es plena y absoluta, para no encontrarse con un mundo hipócrita y malvado. Esta ha sido considerada como una de las imágenes más poéticas de la literatura del siglo XX.
El guardián entre el centeno (Alianza Editorial, El libro de bolsillo, séptima reimpresión 2018, Madrid, España, 279 páginas) tiene una calidad literaria notable y una estructura consolidada, a pesar de que la historia es bastante lineal, aunque llena de simbolismo, porque aborda temas como sexualidad, prostitución, delincuencia y problemas mentales sin ningún tipo de filtro -los cuales eran tabú en los años 50 cuando fue publicado- desde la perspectiva de un muchacho.
El lenguaje fanfarrón y mordaz utilizado por Holden contribuye de manera definitiva a la profunda construcción de la personalidad del protagonista central, así como a lo mucho que hay para leer entre líneas, pues parece una simple historia protagonizada por un adolescente caprichoso. Sin embargo, la perspectiva cambia cuando el autor se adentra en la sociedad estadounidense de la postguerra para darle a la novela el carácter de crítica social, en la que cada capítulo es una aventura, un encuentro, un dialogo, un lugar.
Esta obra de J.D. Salinger es una muestra de lo que puede ser la realidad cuando se entra en la edad adulta, ya que, si bien el protagonista es un púber, su fría y ácida visión del mundo es de alguien maduro que casi no tiene esperanzas ni nadie por quién seguir adelante, salvo su hermana pequeña, Phoebe, que representa el amor y la calidez de alguien especial; tanto, que consigue cambiar una decisión trascendente de Holden.
Él decide no abandonar su casa cuando la niña le suplica que la deje acompañarlo al Oeste a emprender una nueva vida, porque sólo logra convencerla de que regrese al hogar con sus padres bajo su promesa de que él también irá ahí una vez cumplido el plazo pactado para las vacaciones… se da cuenta de que no puede defraudar a la única persona por la que siente cariño.
El final de la novela deja intuir al lector a dónde termina este joven pacífico y amante de la literatura.
Otras consideraciones
En un comentario sobre El guardián entre el centeno, el escritor alemán Hermann Hesse señaló que “detrás de la fachada del muchacho precoz endurecido y arrogante que exhibe Holden Caulfield, florece, mientras lo vemos viajar por noches terribles de clubes y hoteles dudosos, en un desarrollo lento y constante de un alma extremadamente bella, pura, simpática y capaz de amar, llena de impulsos nobles y de buenas cualidades desaprovechadas”. Consideró Hesse que, a pesar de todos los vicios y exagerados ademanes, se trata de un niño perdido, muy amenazado, lleno de fuerzas espirituales nuevas, florecientes, lleno de añoranza por la bondad y pleno de nobleza.
“Ya se lea esta novela como historia individual de un muchacho difícil, ya se lea como símbolo de toda una nación y de un pueblo, el autor nos conduce por el hermoso camino de la extrañeza a la comprensión, del rechazo al amor. En un mundo y en un tiempo problemáticos, la literatura no puede alcanzar nada más elevado”, concluyó el autor alemán.
A juicio de la profesora argentina Patricia Miranda -quien es correctora estilística, gramatical, semántica y ortotipográfica, además de que hace trabajos para la edición y publicación de todo tipo de textos- El guardián entre el centeno relata, desde el punto de vista social, el consumismo de una época, la rebelión de los jóvenes contra un sistema de mercado demandante, el inconformismo de una sociedad ante grandes cambios económicos y políticos, la impersonalidad en los sistemas de educación, literatura y cine con fines propagandísticos donde los verdaderos valores culturales se desdibujan.
Es una obra en la que el autor utiliza una excusa anecdótica para decir mucho más brindando al lector esa mirada especial de este adolescente, Holden, por momentos rebelde e irracional, pero de una lucidez extrema que muestra crudamente la vida tal cual es y no como los adultos intentan presentarla. Desde el punto de vista existencial narra cómo vive el adolescente ese paso de dejar la niñez y asumir una incipiente adultez, el materialismo que implica el mundo adulto y la pureza que el púber debe rescindir para entrar en esa experiencia que inevitablemente lo espera, y finalmente la importancia del protagonista por no poder cambiar esas reglas dadas dentro del crecimiento de una persona. El Guardián entre el centeno es de esas “joyitas” que llamamos clásicos, apunta.
Por último, la escritora, licenciada en Historia y diplomada en Literatura Contemporánea y Teoría Literaria por la Universidad Autónoma de Barcelona, Maite Mateos, argumenta que “lo que pretendía Holden era salvar a los chicos y a sí mismo de la vida vana, convencional y absurdamente burguesa que le rodeaba, trataba de escapar de la idiotez y de la falta de autenticidad de la sociedad en la que vivía inmerso; es por ello que El guardián entre el centeno ha llegado a convertirse en una novela de culto, como lo es la persistente y obsesiva pregunta de Holden a lo largo de la obra: ¿a dónde van los patos de Central Park en invierno cuando el agua se congela? Interrogante que no encierra ningún misterio trascendente ni oscuro, sino tan sólo la reflexión de que, si uno se siente frustrado e incomprendido, tal vez la culpa sea sólo de uno mismo.
Post Scriptum
La participación de J.D. Salinger en la Segunda Guerra Mundial -se graduó como sargento y participó en el desembarco de Normandía- lo marcó a fuego y de por vida al dejar en su corazón y su retina imágenes imborrables de mucho dolor. Y como todo escritor, volcó en sus obras muchas de las historias que presenció en el frente de batalla. Algunas de sus obras son For Esme-With Love and Squalor (Para Esmé, con amor y sordidez) (1950), Nueve Cuentos (1953), Franny y Zooey (1961), Levantad, carpinteros, la viga maestra, Seymour, una introducción (1963), y Hapswhorth 16, 1924 (1990), que cosechó críticas negativas.